domingo, 31 de agosto de 2008

La huella de los ciclones en Sagua la Grande

Inundación provocada por la crecida del río en 1906. En la foto puede observarse el edificio que aún existe cerca de la intersección de las calles Solís y Clara Barton, distante a casi 500 metros del río.


Entre las más antiguos sucesos reseñados por Antonio Miguel Alcover en su “Historia de Sagua la Grande”, se halla el azote de los huracanes y las lluvias que, como consecuencia de estos, transformaban al Undoso en un río revuelto y temible. Se sabe de grandes crecidas que ocurrieron en 1894 y en 1906, probablemente las mayores de los últimos siglos. En ambos casos el nivel de las aguas superó un metro en las cercanías de la Iglesia Parroquial; pero ningún territorio de Sagua la Grande ha sido más castigado por la fuerza de la naturaleza que Isabela.

El 27 de agosto de 1855, pocos años después de fundarse el pueblo, cuando ya existían algunos almacenes, un ciclón provocó la desaparición de 26 embarcaciones; entre goletas, lanchas y viveros. Pero fueron más terribles aún los huracanes de 1886 y 1888. Este último suscitó la famosa Leyenda de Juan El Muerto, que tiene como protagonista a un niño supuestamente salvado de las aguas por la Virgen del Carmen, Patrona de Isabela. Lo cierto es que Juan Acosta, como se llamaba realmente, resultó el único sobreviviente de toda su familia. Residían en Casa Blanca, una especie de península al otro lado de la desembocadura del río que hoy prácticamente no se distingue porque ha sido tragada por el mar.

Todavía en Isabela y en Sagua viven sobrevivientes del más devastador huracán que recuerdan ambas localidades el llamado “Ciclón del 33”. Recuerdo el testimonio de mi abuela, campesina entonces residente en las lomas de la Jagüita que, luego del paso del meteoro, podía observar desde allá con absoluta nitidez la línea la costa, pues los campos habían sido literalmente barridos por la fuerza de los vientos. Precisamente este lunes primero de septiembre se cumplen 75 años del azote del Huracán del 33.


El ciclón del 33, el más devastador

Juan Antonio Morejón, autor del folleto “Apuntes Históricos de Isabela de Sagua”, narra con nitidez los sucesos del “Ciclón del 33”, que puso fin al esplendor vivido por nuestro puerto durante el primer cuarto del siglo veinte. Desde el final de la tarde del 31 de agosto se apreciaban negros nubarrones y lloviznas intermitentes. A las nueve de la noche el viento del noreste soplaba a más de 140 kilómetros por hora. Las ráfagas amenazaban con derribarlo con todo.

La confirmación del azote de un meteoro llegó desde el vapor de bandera noruega “Thira”, que había atracado días antes en el muelle de García. El pueblo, atemorizado por la entonces reciente catástrofe de Santa Cruz del Sur, se agolpó en la estación ferroviaria. En la Cuba de entonces sólo se llevaba a cabo la evacuación cuando el peligro era inminente. A tal punto que los viajes hasta Sagua la Grande fueron peligrosos. A la 1 y 30 de la madrugada, ya con vientos superiores a los 200 kilómetros, regresó el tren a Isabela para recorrer a gran número de familias que permanecían allí. La historia recuerda el nombre del valiente maquinista, que debió sortear no pocos obstáculos para regresar a la Villa del Undoso: Antonio Felipe. Los últimos evacuados llegaron a Sagua pasadas las tres de la madrugada. Algunos sólo tuvieron la oportunidad de encontrar refugio bajo los portales.

Pero mucho más dramático fue su retorno a la costa al mediodía del primero de septiembre. Tuvieron que descender del tren un kilómetro antes de llegar a la estación, pues la vía se encontraba severamente dañada en la zona de las Playuelas. Cuando llegaron al pueblo tenían ante sí, en vez de casas, calles llenas de madera, tejas, árboles arrancados de raíz y embarcaciones. Pero el más triste saldo que dejó el huracán fue la pérdida de vidas humanas, entre ellos ancianos que no pudieron huir. Y en Cayo Cristo perecieron 33 personas. Parecía tener un carácter simbólico el número, que coincidía precisamente con el año de aquel terrible fenómeno natural, el más devastador de cuantos ha vivido Sagua la Grande en los últimos dos siglos. Una sencilla cruz de piedra fue erigida en Cayo Cristo para recordar a las víctimas.

El apelativo de “Aldea maldita” para calificar a Isabela de Sagua se hizo común por varias décadas. Isabela nunca más fue la misma desde el 33. Los ciclones prácticamente se han integrado a la cotidianidad de esta localidad de gente noble y hospitalaria. Pero afortunadamente ninguno en las últimas décadas ha cobrado víctimas fatales. Hoy es posible prever la amenaza de los huracanes con tiempo suficiente para llevar a cabo acciones de evacuación con total seguridad. Reconstruir parece ser palabra de orden para los isabelinos que, negados a vivir lejos del mar, han decidido aceptar el duro reto que la naturaleza les impone: hacer frente a los huracanes.

sábado, 30 de agosto de 2008

a propósito del huracán Gustav, CONSIDERACIONES SOBRE EL ESPECTÁCULO INFORMATIVO EN LA TELEVISIÓN CUBANA


Un amigo me dijo que en Cuba sólo existen dos motivos para propiciar un espectáculo mediático: las Olimpiadas y los huracanes. De las transmisiones deportivas no tengo mucho que decir. Ni siquiera las sigo asiduamente, aunque tengo la impresión de que a los cubanos nos ha ido mucho mejor televisando tal actividad. La cobertura de los ciclones es otra cosa.

El sarcasmo inicial pudiera suscitar disímiles interpretaciones. No dudo que alguien llegue a acusarme de desestimar los esfuerzos que hace el estado cubano por proteger al pueblo y a la economía ante el azote cada vez más creciente de fenómenos naturales. Pero este comentario sólo tiene el propósito de analizar la pericia del Sistema Informativo de la Televisión Cubana.

Toda propuesta televisiva, por más seria que resulte, entraña un carácter artístico. No concibo al medio de otra forma. Sus propósitos informativos y orientadores no contradicen el carácter de espectáculo que la modernidad impone. Es cierto que, a fuerza de fisgonear en la vida privada de la gente y de aprovecharse de cualquier nimiedad para ganar público, la televisión capitalista ignora presupuestos éticos inviolables. Pero es posible que, demasiado interesados por no caer en desatinos, los cubanos hayamos puesto al alcance de nuestros espectadores una televisión carente de atractivos. Justamente nuestros noticieros se encuentran entre los espacios más limitados artísticamente.

Son múltiples las causas. Abarcan desde la falta de competitividad (se trata de la única fuente de información), hasta las limitaciones tecnológicas y la ausencia de equipos de producciones capaces de velar por todos los detalles que inciden en la eficacia del producto final. La producción abarca aspectos tan diversos como la misma selección del vestuario adecuado para quienes aparecen en cámara. Pero hay un aspecto aún más importante: la preparación de esos profesionales, especialmente de periodistas y locutores.

La programación especial que dio cobertura a las incidencias relacionadas con el azote del huracán Gustav, me permitió constatar cómo hasta en los trabajos previamente editados los reporteros y corresponsales del Sistema Informativo de la Televisión Cubana incurrieron en desaguisados imperdonables para un profesional de la palabra.

Una joven reportera del Canal Habana insistentemente se refirió a un árbol destrozado por el viento como “la mata”. Y todavía me pregunto qué trascendencia tenía reseñar la caída de la planta. No se trataba de la Ceiba del Templete ni mucho menos. Además “la mata” en cuestión, casi un arbusto, de acuerdo con el testimonio de un vecino ya estaba dañada. Por otro lado, la falta de inmediatez lastra la credibilidad de nuestros informativos. ¿Por qué retrasmitir una intervención del meteorólogo José Rubiera 15 o 20 minutos antes de salir al aire otra en vivo con información actualizada?

Durante la dilatada transmisión de la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión la locutora tuvo que hacer una descripción de varios planos sin editar sobre los daños provocados por el meteoro en la Isla de la Juventud. No siempre he estado de acuerdo con aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”, pero en este caso hubiera preferido prescindir del torpe discurso de aquella conductora, apropiada para leer lo que en tiempos normales aparece tras el cristal de un telepronter, pero no para asumir una transmisión tan compleja como aquella. Apunté entre sus frases más elocuentes esta: “Ya se está tomando todo lo necesario para aplicar la recuperación”.

Amigo mío, no piense que soy un purista del idioma y que intento que se hable con absoluta propiedad en cada momento. No, si lo que se está diciendo suena creíble, si se nota que lo dice una persona sabia. Siempre lo perdonaré a un Julio Acanda que no tenga la mejor dicción del mundo o que no posea un timbre tan eufónico como el de Rafael Serrano. Claro, si se conjugan ambas cosas: conocimiento y correcto uso del idioma, es mucho mejor.

La calidad de un comunicador se pone a prueba cuando debe hacer frente a los “problemas técnicos” comunes en estos casos: pases en vivo que no se producen, falta de fluido eléctrico, señal que se cae, etcétera. Es penoso que los televidentes sorprendan a la conductora del Noticiero encogiéndose de hombros porque no sabe qué hacer en un caso de este tipo.

Los periodistas, demuestran escaso fogueo en transmisiones especiales e intervenciones en vivo. Es posible que la propia dinámica de la televisión cubana, tan dada a los “reportes enlatados”, sea responsable. Aunque la pobreza de vocabulario evidenciada por varios de nuestros informativistas evidencia que su preparación de debe crecer.

Valdría la pena tener en cuenta como ejemplo positivo el de Arleen Rodríguez Derivet, profesional con gran experiencia en diversos medios y por demás con un rostro apropiado para la televisión (que eso aunque parezca pedestre también es importante). Durante la Mesa Redonda del sábado 30 de agosto logró entablar muy buenos diálogos con sus panelistas e invitados, que en ocasiones se hallaban muy lejos geográficamente y tensos por el fenómeno natural que enfrentaban. Aún así le fue posible hilvanar palabras de aliento y hasta trató de sacar a flote el lado más humano de meteorólogos y dirigentes que enfrentaban al sueño y al cansancio en circunstancias complejas.

Los mencionados “problemas técnicos” fueron sorteados serenamente por Arleen en momentos como el de su conversación con el doctor José Rubiera. Vaya, que el suyo no es periodismo sensacionalista y sí aportador, serio y hasta ameno. Pudiera servirle como ejemplo positivo a tanto aficionado que pulula ante las cámaras y a los directivos y productores de la Televisión Cubana que al parecer han perdido la capacidad para discernir entre lo que es bueno y lo que no.

sábado, 23 de agosto de 2008

ANÓNIMOS


En la telenovela de producción nacional que se pasa ahora en Cuba la gerente de una tienda habla a otro personaje del mensaje anónimo que, enviado a sus superiores, cuestiona su pericia al frente del establecimiento. La mujer no parece tener responsabilidad directa en los faltantes que registra el establecimiento, pero sabe que su labor será cuidadosamente investigada luego del anónimo. ¿Acaso no hubiera sucedido más tarde o más temprano? ¿Precisará la economía cubana de “mensajes salvadores” para motivar la fiscalización y el chequeo que deben resultar norma?

Lo expuesto en la pequeña pantalla es pura ficción, pero las semejanzas con la realidad no han de ser simple coincidencia. Lo de los faltantes puede ocurrir en un cualquier establecimiento comercial. Pero no es ese el motivo de mi comentario. Mi preocupación está centrada en los mensajes anónimos han hallado curso en disímiles esferas de la sociedad cubana. Si usted no soporta a algún compañero de trabajo, envíe un anónimo a la empresa diciendo que es un incompetente. Si el jefe es un mal nacido, haga lo mismo; a lo mejor lo sacan.


No sé si la historia ofrece noticias de mensajes anónimos famosos, que hayan puesto en peligro la estabilidad de un gobierno o algo por el estilo, pero proliferan en la Cuba actual. Han ido más allá de la tradicional llamada anónima donde te dicen que “tu mujer te los está pegando”, para poner en entre dicho la ejecutoria de dirigentes y trabajadores.

De la misma forma que las secciones de opinión popular de los diarios rechazan cartas sin remitente, soy partidario de retirarle el interés a envíos de este tipo. Si bien muchas veces las investigaciones sociales no precisan conocer todos los datos de los implicados en una muestra, lo de los anónimos es otra cosa. Aunque sí es importante conocer el por qué de su proliferación. Razón fundamental: porque los cobardes que los escriben han encontrado oído receptivos. Pero hay otra a mi juicio importante: porque no siempre los centros de trabajo y otros espacios han sido favorables para que la gente diga lo que piensa sin temores y con la garantía de que serán escuchados. ¿Cuántas veces algún compañero no le ha dicho que deje las cosas como están, que no se meta en rollos? Y se ha dado el caso de anónimos han logrado suscitar más investigaciones y debates sobre alguna problemática que la opinión seria y valiente de algún trabajador.


Ninguna otra sociedad está mejor preparada que la nuestra para desterrar la proliferación de estas prácticas. Diría que entre nuestras más arraigadas costumbres está decirle al pan, pan y al vino, vino; hablar sin pelos en la lengua. La honestidad ha sido común entre los criollos. ¡Qué los anónimos no ganen terreno en un país que lleva a cabo una batalla sin parangón en el terreno de las ideas! Este no es un reclamo anónimo. Lo firma: Adrian Quintero Marrero.

miércoles, 20 de agosto de 2008

EROTISMO Y PORNOGRAFÍA: LA DELGADA LÍNEA ROJA

Fotograma de "Brockeback montain". El filme fue exhibido por la televisión cubana sin que censurara ninguna escena.


El hombre tenía el aspecto de un filósofo pueblerino. Vestía correctamente y aseguraba haber dedicado la mayor parte de su vida a la cultura. Se dirigió con respeto a Humberto Solás, como todos los habitantes de Gibara; pero le advertía que muchas de las películas exhibidas en el Festival Internacional de Cine Pobre, eran impúdicas, que estaban llenas de desnudos y que promovían la práctica de la homosexualidad. Aunque tardaron un poco estallaron las carcajadas entre los concurrentes. Pero el director de “Lucía” permaneció serio. Salomónico, puso fin al incipiente bonche proponiendo al crítico Joel del Río, la organización de un taller sobre erotismo y pornografía para el Festival de 2009.

No era de extrañar que, entre los sucesos interesantes suscitados por uno de los más originales certámenes cinematográficos del mundo, estuviera el que acabo de narrar. Pero el horror a escenas cargadas de erotismo no es privativo de Gibara. Meses atrás, la Televisión Cubana, recibió un buen número de mensajes que procedentes de diversos sitios de la isla, cuestionaron la exhibición del filme “Brokeback montain” de Ang Lee, en el estelar espacio “La séptima puerta”. Pese al evidente interés del comentarista Rolando Pérez Betancourt por destacar que Ang Lee no era para nada desmesurado en el montaje de escenas de componente sexual, la homofobia todavía arraigada en la sociedad cubana, hizo más compleja la situación.

En Sagua la Grande algunas personas, hechas a la idea de ver a la televisión como un acontecimiento cultural más “cercano” dirigieron sus quejas al Comité Municipal del Partido, al creer que había sido el canal local el que programó la película. Me imagino cuán decepcionados se sintieron luego de comprobar que sus quejas llegarían a los verdaderos “responsables del desparpajo” si los acalorados televidentes estaban a dispuestos a incrementar el gasto de sus factura telefónica.

Resulta curioso notar cuánto, perteneciendo al llamado Nuevo Mundo, nos hemos quedado rezagados los cubanos en materia de libertades sexuales. Días atrás, de buena fe, una compañera de trabajo, me alertaba sobre lo “perjudicial” que podía resultar contemplar fotos de hombres desnudos a través de la Internet. Realmente, el centro de su preocupación, no estaba relacionado con el uso de adecuado de las computadoras en un centro laboral, sino sencillamente por la naturaleza de la las fotos. ¿Tendría que aventurarme a improvisar para ella una lección de historia del arte? ¿Cómo convencer a mi sencilla compañera de que para los padres de nuestra civilización el cuerpo humano por sí solo nunca les pareció obsceno?

Claro, confío en que nadie critique a los desnudos griegos. Pero, qué hacer con los de ahora. ¿Cuáles son pornográficos y cuáles no? Para el público avezado en el tema, las cosas pueden resultar simples: Se analizan las intenciones con que fue creada la obra de arte, el trasfondo que hay en ella y se llega a una conclusión. Así, los cortometrajes de Jorge Molina, los que seguramente mayor estupor causaron asistente a la muestra de Gibara, se salvarán de ser tildados de pornográficos, pues abordan conflictos existenciales que van más allá del acto sexual. De todos modos no espere el lector que Rolando Pérez Betancourt los programe en su espacio de la televisión. La exhibición de este tipo de obras se reduce a festivales, a aulas de escuelas de arte y a otros circuitos alternativos.

Von Gloeden, uno de los padres de la fotografía moderna, en su momento fue muy censurado.
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En el caso de la fotografía fija, las aristas para el análisis suelen ser débiles. Se torna algo más difícil demostrar cuándo el cuerpo en cueros no está en función de la pornografía, pues en este caso tiene un peso mayor el punto de vista del receptor. Una persona vestida puede resultar en extremo erótica para el vouayer o disparador que la persigue tras el follaje o las persianas. Pero como quiera que las leyes tienen en cuenta situaciones concretas, resulta interesante recordar que el Código Penal de la República de Cuba no condena explícitamente el consumo de productos “pornográficos”. Sólo contempla como “ultraje sexual”, la producción o puesta en circulación de materiales que se consideren “obscenos”, “tendentes a pervertir o degradar las buenas costumbres”. ¿Qué son las buenas costumbres? A algunos les parece una buena costumbre dormir la siesta. Otros, en cambio, lo consideran poco favorable.

El caso de Cuba reviste características muy particulares, toda vez que el mundo capitalista ha dado vía libre al consumo de la pornografía, a la prostitución y a otras expresiones. Son prácticas que demeritan el carácter “civilizado” de nuestras sociedades, pero ni siquiera el Cristinianismo, ni siquiera la Santa Inquisición, fue capaz de borrarlas. Si tenemos en cuenta que legislación cubana prohíbe la circulación y exhibición públicas de materiales pornográficos, pero no su consumo, podemos concluir que exista un segmento de la población que, efectivamente, haya tenido acceso a productos de este tipo, mucho más si tenemos en cuenta que antes del Triunfo de la Revolución sí hubo salas de cine y publicaciones dedicadas a promover el gusto por tales “creaciones”.

Las fotos pintadas de Pierre y Gilles han sido tiladadas hasta de kitsch, pero nunca de pornográficas.
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Indudablemente abordar el asunto como un fenómeno más del presente constituye una buena idea, incluso para orientar al público hacia propuestas “más edificantes”. Está comprobado que las cosas que mayor interés despiertan en el ser humano son precisamente aquellas que se les niegan. Por otra parte también será importante debatir mucho más acerca de lo que realmente tiene connotación artística, de aquellas creaciones absolutamente salvables, lo mismo se trate de una película de cowboys enamorados, o sencillamente de fotos con “machos en cueros”. Si acaso fuera necesario, civilizadamente y sin oscurantismo, todos tenemos el derecho y la obligación cultural de delimitar dónde está la delgada línea roja.

sábado, 16 de agosto de 2008

ESTABLECIMIENTOS COMERCIALES EN SAGUA LA GARNDE (II)

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¿Qué pueblo que se respetara no tenía mercado? De acuerdo con la opinión de Jorge Mañach Robato, como corresponde a los pueblos hispanos, la iglesia y el zoco constituyen el centro de la vida ciudadana. Poco después que a Don Juan Caballero se le ocurrió fundar un menudo templo donde hoy se halla el anfiteatro, tuvimos un mercado, que imagino bastante poco atractivo. Luego, más cerca de la nueva iglesia, delimitado por las calles Maceo y Carmen Ribalta, se construyó el que describe Mañach en sus crónicas de 1925.

Era un edificio con aire neoclásico pero, en honor a la verdad, carente de simetría y belleza. Nuestro insigne coterráneo habla de él como “vetusto caserón con la mampostería agrietada”. Sin embargo, el hacinamiento del zoco, con su verdura fermentada y su inadecuada centricidad, no le parecen tan mal. Y ofrece el retrato de morenas oleosas, tan viejas como el mercado, que mascan tabaco y venden hierbabuena y mangos.

Con el paso del tiempo y el aire de modernidad del cual tampoco escapó Sagua la Grande, aquel zoco se echó abajo para dar paso a una moderna instalación que, al estilo de Carlos Tercero, en La Habana, contó con un ascensor para facilitar el traslado de las mercancías hasta el segundo piso. Suerte de gran tienda por departamentos al mejor estilo USA que se inauguró a finales de los años cuarenta. Hoy el espacioso edificio racionalista alberga al centro telefónico.

Pero nuestra historia de establecimientos comerciales no termina aquí. En la entrada anterior mencioné a las casas de huéspedes. Pero quien tuviera más dinero podía escoger entre una veintena de hoteles con precios diversos. El “Canada”, del cual me contó pormenores días atrás Fabio Bosch Jr. No era de los más lujosos, pero proporcionaba cama y comida de calidad aceptable en un sitio muy céntrico: la esquina de las calles Maceo y Calixto García. Cerca de allí también estaba el Paradero, mucho más amplio. En la última década del siglo XIX se inauguró uno cuyo nombre daba la bienvenida a la centuria por venir: el Siglo Veinte, que tuvo uno de los mejores restaurantes de la Villa del Undoso.

En 1925 se inauguró El Telégrafo, en su momento uno de los hoteles más modernos de la ciudad. En la habitación número cuatro vivió y trabajó por décadas el periodista Tomás -Manino- Aguilera Hernández, acucioso investigador de la historia local y fundador del semanario Mensaje.

Por supuesto, el hotel más caro de la ciudad era el Sagua. Ningún otro disponía de ascensor y sus propietarios aseguraban que era el más lujoso de Cuba fuera de la capital. Pero existían otros hoteles pequeños: el Amaro, la Europa, el Nacional y el Unión. Lo mismo a los grandes que a lo más económicos, se podía acudir sencillamente para comer. Con frecuencia en sus salones se organizaban despedidas de solteros, cumpleaños, bailes y otro tipo de festejos.
Los cafés, donde lo mismo el aromático líquido podía combinarse con dulces, otros alimentos ligeros o refrescos, rodeaban el parque La Libertad. Se sabe de las animadas tertulias que sostuvo con sus anfitriones Federico García Lorca en el café Arizza cuando visitó a Sagua, en 1930. El Arizza se hallaba en la esquina de Céspedes y Martí, pero en frente tenía a un gran rival: “Los helados de París”, y a menos de cien metros, donde actualmente funciona la cafetería “El Trópico”, resaltaba por su elegancia el café “Fornos”. Era frecuentemente visitado por estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza, que hasta finales de los años cuarenta radicó en los altos del propio edificio.

Enrique Núñez Rodríguez se refiriere complacido a las fuentes de soda, a los dependientes uniformados, a los sándwich, a los bocaditos, a los helados de todos los sabores; a los piononos, eclears, señoritas y demás dulces del Fornos jamás vistos por el escritor en su natal Quemado de Güines.
Las zonas alejadas del centro tenían bares menos lujosos, pero igualmente visitados; como el Copacabana, en la Calzada de Backer y el Titina, en Carmen Ribalta esquina a General Lee. Había múltiples establecimientos de este tipo también en Villa Alegre, en Cocosolo, Pueblo Nuevo y otros barrios periféricos. Claro, mención aparte merecen los ubicados en las inmediaciones del río, famosos por ofrecer algo más que servicios gastronómicos.

Antes o después de ver una película, era común comer o beber algo. El teatro Encanto disponía de un café con la misma denominación. En los bajos del Hotel Plaza, justo de donde partían los ómnibus de Prieto, se encontraba el café América, con dulces no menos sabrosos que lo del Fornos. Probablemente en estos mismos establecimientos se escucharon por primera vez las voces de Waldo Gayol Fernández, Pepito Aguilera Hernández, Frank Fernández, Julio Gómez, Hilda Santana, Antonio Machín y tantos otros personajes que nos permiten hablar hoy de una historia de la trova en Sagua.

La existencia de esos sitios trasciende el plano puramente anecdótico para acercarnos a aspectos, sino trascendentales, por lo menos necesarios para hilvanar la historia de Sagua la Grande.

Desde la radio de Santa Clara: un aportador mensaje

Roberto Reyes, laureado realizador de programas de la emisora Estereocentro, en Santa Clara, envió el siguiente mensaje con aportadores puntos de vista sobre varias entradas:

Amigo:Tu blog está cargado de lucidez, una ''sustancia'' que es escasa en estos tiempos y que tú asumes como tu segunda piel. Créeme que, al leerte, siento envidia sana por tu manera de mantenerte aferrado a tu tierra sagüera, a la Villa del Undoso, para sacar a flote sus manquedades y destellos. Siempre he soñado poder hacer lo mismo con el pueblo donde nací, Palmira, y adonde soy capaz de regresar si inauguran una emisora y me invitan a trabajar en ella.En uno de tus comentarios, no recuerdo ahora cuál, afirmas que ''ni la radio ni la televisión ofrecen tantos espacios favorecedores de la polémica, a pesar de que las maneras de hacer pueden ser diversas''. Es cierto, pero esa es tan solo la punta del iceberg, porque las razones son numerosas. Entre ellas está la falta de cultura del diálogo, porque aun no estamos preparados para emitir criterios, respetar el ajeno o incertarnos en una polémica sin herir a nuestros interlocutores.

Por si fuera poco, también hay barreras casi infranqueables en ambos medios. Por ejemplo, entre quienes tienen la responsabilidad de aceptar o rechazar nuestros proyectos de programas existe la idea errónea de que la radio es música, siempre música, y si hay conversación, diálogos o comentarios deben ser breves. Es como si estuviéramos marcados por el espíritu MTV, que es dinamismo a toda costa, banalidad al por mayor y energía desbordante. Se olvida que gracias al lenguaje los seres humanos hemos llegado a ser lo que somos. Otro problema latente, tanto en radio como en televisión, es el temor enfermizo a la polémica.

Nadie quiere recibir un criterio negativo, tan solo estamos abiertos a los elogios. Las consecuencias están a la vista y basta recordar un hecho al que tú haces referencia, la desaparición del programa televisivo “La columna”, de Rufo Caballero. Y aquí llegamos al centro de la diana, o al menos rozamos sus márgenes, porque ese espacio y otros han desaparecido por la acción de personas que deciden qué sale al aire en nuestros medios y qué debe ser barrido sin dejar huellas. No nos engañemos, algunos de los funcionarios responsables de las programaciones en nuestras emisoras de radio y televisión le temen a la polémica, a los temas calificados de ''escabrosos'' y, en general, al arte auténtico. Sin ir más lejos, ahí está el silencio al que han sometido, en cierta emisora, el álbum ''Catalejo'' de Buena Fe, un hecho al que le dedicaste un interesante comentario. Es la historia confirmando su eterno movimiento en espiral, porque hace pocas horas el espacio La mesa redonda transmitió un documental que se refería al viaje de Silvio Rodríguez en el barco ''Playa Girón''. Y vaya qué curioso: el trovador dijo que había sido prohibido de la radio y televisión cubanas porque, durante aquellos años, los dirigentes de esos medios calificaron de ''contrarrevolucionarias'' algunas de sus canciones.

Y como de ''revolucionar'' se trata, siempre apuesto a quienes eligen ese verbo para enfrentarse a la vida. Por eso estoy a favor del canto de Buena Fe, Silvio o Santiago Feliú, y de comentarios como el que hiciste titulado ''La ciudad subterránea. Sexualidad de las márgenes''. Solo que, esta vez, te percibo marcado por ciertos prejuicios, como cuando afirmas ''pero esta, por obra y gracia de quienes así lo han querido, sigue siendo el área gay durante las fiestas populares''. Mi amigo, dudo que alguien haya asignado ese u otro sitio para la comunidad gay. Evitemos ser suspicaces y aceptemos que esas personas eligieron esa área al igual que hubieran podido hacerlo con cualquier otra, incluso a un costado de la plataforma principal del Sandino. Santa Clara en ese aspecto no se parece a ningún otro municipio y hasta por nuestro parque central, Leoncio Vidal, se pasean los travestis sin provocar el más leve asombro de quienes los ven. También afirmas que esos sitios en los que se reúne la comunidad gay ''pertenecen a las márgenes, no forman parte del programa de carnaval anunciado por la radio y la televisión locales''. Y yo me pregunto ¿para qué es necesario ese protagonismo que reclamas? ¿para qué esas fanfarrias y vítores?.

Si comenzáramos a tratar a los gays como un gremio, entonces sí estaríamos marginándolos, colocándolos en una parcela bien delimitada. Sin embargo, lo que ahora sucede es más orgánico, fluye con más armonía para la sociedad, porque esos homosexuales son aceptados y hasta aplaudidos cuando se les ve en muchas carrozas y comparsas de nuestro municipio. Eso es aceptación, amigo. Sospecho que tu opinión está saturada por la visión de un visitante, porque los santaclareños, en ese tema, estamos viviendo otras circunstancias.

Tan solo te hago dos anécdotas que pueden ilustrarte nuestra realidad: Hace alrededor de un mes me dirigía a la casa de una asesora para entregarle un guión y me acompañaba una señora cercana a los sesenta años. En el portal de una pescadería dos hombres se besaban en la boca y el comentario de mi acompañante fue ''oye, el más chiquito tiene que alimentarse más, porque el viento se lo va a llevar''. Ella no mostró ni es el más mínimo gesto de asombro, ni agregó ningún comentario despectivo. La segunda anécdota tiene como protagonista al esposo de una amiga. El hombre salió de casa de sus padres para encontrarse con su esposa que lo esperaba para hacer una visita. Al acercarse a una esquina en penumbras vio a dos hombres juntos y temió que fueran a atacarlo para robarle. Pero como no tenía otra opción que pasar por ahí para llegar a donde iba, se detuvo durante cinco largos minutos. Las miradas se entrecruzaban y la atmósfera se hizo tensa. El esposo de mi amiga decidió entonces arriesgarse y pasar, listo para coger una piedra o salir corriendo. Pero al rebasar ''la zona peligrosa'' y mirar para atrás se dio cuenta de que los dos hombres simplemente estaban esperando que él pasara para abrazarse y entregarse a las caricias. El esposo de mi amiga decía después en broma que la próxima vez pregunta si están en plan de delincuencia o de amores.

Lo que quiero ilustrarte es que en esta ciudad casi nadie se escandaliza con la homosexualidad y la mayoría ha pasado de la tolerancia a la aceptación. Por supuesto que hay cosas que deben enmendarse, pero tu comentario ''La ciudad subterránea. Sexualidad de las márgenes'' me pareció alejado de la realidad santaclareña. Y a propósito de tus palabras finales, sospecho que la comunidad gay de esta ciudad busca el ''silencio'' y la ''oscuridad'' durante los carnavales como mismo lo hacen los heterosexuales, y también, al igual que estos, asume ''riesgos'' y sufre ''temores''.
Saludos, Roberto

jueves, 14 de agosto de 2008

SAGUA LA GRANDE: NOSTALGIA POR LOS TRANVÍAS QUE NO TUVIMOS

Los habitantes de Cienfuegos no parecen fijarse mucho en los rieles que subsisten en algunas de sus más desgastadas calles. En Camagüey se han tomado las cosas más en serio. Una valla hace referencia al valor patrimonial de la calle Independencia, la única de la ciudad que exhibe -entre otras singularidades- los vestigios de un ferrocarril urbano que, dicho sea de paso, vivió pocos años de bonanza antes de su desaparición a mediados del pasado siglo.

Pero Sagua la Grande ni siquiera conserva rieles provocadores de nostalgia. Aquí ni siquiera hubo tranvías. Hasta Cárdenas, una ciudad con signos de desarrollo que fueron bastante similares a los nuestros, tuvo los suyos. De haber llegado el ferrocarril urbano a la Villa del Undoso, probablemente no hubiera sido “El Triunfo” el único gran puente; debido a la necesidad de transportarse de los vecinos del barrio San Juan y otras áreas al otro lado del río Sagua la Grande.


Los hijos de esta villa debieron ingeniárselas con otros medios. Hasta andariveles hubo con el objetivo de cruzar de un extremo a otro del río. Prestaron servicios sobre todo antes de la construcción del llamado Puente Militar, antecesor de El Triunfo. El más antiguo servicio de transporte aún activo lo prestan los coches. Son varias las localidades cubanas que colocan a los carruajes entre sus símbolos. La nuestra no le ha erigido monumento alguno, pero no por ello son menos importantes. Notas recopiladas por el desaparecido periodista Tomás -Manino- Aguilera Hernández refieren que los primeros coches tenían la modalidad de volanta. José María Beriguistaín, Carlos Alfert y Manuel Gutiérrez Quirós, todos acaudalados hombres de negocios, fueron los primeros propietarios de coches en Sagua.

Se supone que el carruaje actual, de origen europeo, llegó a esta comarca en la penúltima década del siglo XIX. Consta de cuatro plazas, aunque es más pequeño que el de Cárdenas, el de Bayamo y otras urbes donde subsiste el pintoresco medio de transporte.

…..Y llegaron las bici

Quienes no pudieran o no desearan disponer de coches para moverse dentro de la ciudad, podían hacerse de una bicicleta. Fue esta localidad una de las pioneras en la introducción de ciclos en Cuba. Gastados ejemplares del periódico La Patria exhiben los anuncios de venta de bicicletas a fines del siglo XIX. No se sabe bien por qué se le tomó tanto aprecio a los ciclos, a tal punto que han inspirado a poetas y trovadores. Sí es cierto que las condiciones topográficas de Sagua eran muy favorables para la circulación del vehículo de dos ruedas. Los había de diversas marcas, casi todas de fabricación norteamericana y proliferaban los talleres de reparación.

Con los coches y las bicicletas convivieron primitivos automóviles Ford, Callidad, Oakland y Odsmobille. Luego que el doctor Tomás Hernández tuviera la idea de traer primero, los carros conquistaron vertiginosamente nuestras anchas calzadas. La “invasión” comenzó a principios de la pasada centuria y ya en 1910 era posible encontrarse un taller o “garage” tan bueno como el de Ernesto Laya, en la esquina de las calles Méndez Capote y General Lee. El magazín del periódico “La Lucha”, en 1926 lo anuncia así:

Estación de servicios y taller de reparaciones con una venta de cerca de cien carros anuales. El señor Laya y Sierra atiende el negocio personalmente; su profesión de mecánico lo capacita para realizar esta labor.

Si nos dejamos llevar por la estadística de “La Lucha”, debió crecer rápidamente el número de autos en Sagua, si sólo Ernesto Laya vendía un centenar por año. Carros que en muchos casos se destinaban a servicios de alquiler. Enrique Núñez Rodríguez, en el libro “A guasa a garsín”, recuerda sus viajes de Quemado de Güines a Sagua en una máquina que los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza bautizaron como “El lanchón”. Cualquier artefacto que se moviera por aquella carretera, donde había más agua que pavimento, podía ganar un apelativo marítimo.

Los primeros ómnibus urbanos


En los tiempos juveniles de Enrique Núñez Rodríguez apenas había ómnibus por estos contornos. La guaguas se impusieron en los años cuarenta y fue por entonces también que un conocido empresario de apellido Prieto echó a rodar las primeras en el entorno citadino. Nacía el servicio de ómnibus urbanos de Sagua la Grande, cuyas principales rutas solían conectar a zonas periféricas como las de Resulta y Cocosolo. Varias décadas después, en los ochenta funcionó el mayor número de rutas de todos los tiempos: seis, con nueve destinos: Cooperativa 26 de Julio, Bujías, Jumagua, Calderas, Hospital, Matadero, Acopio, Delta y Finalet.

En los últimos años los sagüeros nos hemos visto obligados a buscar alternativas una vez más. Los ciclos dieron paso a esa especie de híbrido criollo que son los bicitaxis, una bendición para los residentes en áreas alejadas del centro como el Reparto 26 de Julio. Coexisten con los coches, las pachangas; otra invención ideada para transportar mayor número de pasajeros. También les llaman planchas a estos vehículos de tracción animal con asientos laterales y capacidad para unas ocho o diez personas.

No se sabe bien qué medio es más cómodo: si el legendarios coche, el ágil bicitaxis o las “modernas” pachangas. No hay mucho tiempo para pensar en eso. El mejor es el que primero aparezca y el que cobre más barato, por supuesto. Lo importante es llegar pronto al destino trazado. Es posible que durante el trayecto, mientras los atribulados pasajeros roguemos porque no se nos descomponga un hueso entre bache y bache en Villalegre, o cruzando los pasos a nivel de la Calzada de Oña, tengamos tiempo de soñar con los cómodos taxis ruteros de que dispone mi amigo Reynaldo Cedeño en Santiago de Cuba o, para no ser demasiado exigente, con algún humilde, sencillo tranvía del siglo pasado; no importa si como los que había en Cienfuegos, en Cárdenas, o en Camagüey.

lunes, 11 de agosto de 2008

¿Buena Fe disidente?

"Catalejo", la cuarta entrega discográfica Buena Fe complace especialmente a quienes seguimos del dúo desde el inicio de su bregar artístico en 1998. Gana elogios la coherencia en el hacer de estos jóvenes guantanameros que, si bien no han ignorado las exigencias de un público siempre necesitado de propuestas lúdicas, continúan preocupándose por asuntos de marcada connotación social.

Los principales medios de prensa del país han prodigado elogios a "Catalejo". Algunos expertos consideran que el disco rezuma madurez, incluso lo consideran el mejor de todos cuantos han grabado hasta ahora Joel e Israel. Ya se le escucha en la radio; aunque hay al menos una emisora que está privada de difundir todos los tracks. Mis colegas de la CMHW, en Santa Clara, deben conformarse con ofrecer a sus oyentes el sencillo "Era mi aire", incluido en el envío número 124 de la Dirección de Música de la Radio Cubana.

¿A qué se debe tan absurda disposición? ¿Censura acaso? ¿Sucede algo con las letras de "Catalejo"? De más está que me refiera a la importancia que tiene la crítica inteligente y honesta para los patriotas. En todo caso valdría la pena recordar que la canción cubana ha estado constantemente involucrada en la reflexión de disímiles asuntos de interés social. Ahí están la sólida obra de Silvio, Pablo, Noel Nicola y otros padres de la Nueva Trova. Si se les negara a los muchachos de Buena Fe seguir esos derroteros se estaría coartando una parte esencial de la siempre revolucionadora cultura cubana.

Pero lo paradójico de esta historia radica precisamente en que a Buena Fe no se le niega nada, como no sea un poco de difusión en una emisora de Santa Clara. Vaya, que con un fideo no se hace la sopa. Y hoy el dueto tiene a su disposición la Plaza de la Revolución. Qué mejor prueba del compromiso de ambos artistas con los nobles intereses del Socialismo.

La Dirección de Música de la Radio Cubana suele incurrir en olvidos e incongruencias. Es lamentable que sea precisamente en su envío número 124 donde aparezca el segundo o tercer sencillo del disco "Llegó Teté", con el cual la destacada intérprete Teresa García Caturla obtuvo el Gran Premio Cubadisco hace ya un tiempo. ¿Cómo es posible que un CD hecho en Cuba y ganador de tan alto reconocimiento llegue tan tarde a las emisoras?

No quiero responsabilizar a la referida Dirección con todo lo malo que en materia de difusión musical sucede en nuestras emisoras. Probablemente a la larga en La Habana agradezcan que cada planta consiga música por su cuenta, siempre y cunado reuna parámetros de calidad imprescindibles. Pero me pregunto qué me pasaría de aparecer en la W portando una memoria flash con el último disco de Buena fe.

Aparte de las normas de seguridad informática que me imagino deben existir allí, como en cualquier parte, me sugerirán que me vaya con mi música a otra parte pues, al parecer, sucede algo raro con Buena Fe. ¿Será menos comprometedor ofrecerles a los jóvenes oyentes de la "Reina Radial" temas de Daddy Yankee, Aventura y otras yerbas aromáticas?

Sigo preguntándome si se han vuelto disidentes Israel y Joel? Bueno, en realidad siempre lo han sido. Busque usted el significativo de la palabra prostituida por la gusanera y estará de acuerdo conmigo en que el carácter disidente es uno de los aspectos distintivos y salvadores de la obra de Buena Fe.


domingo, 10 de agosto de 2008

ESTABLECIMIENTOS COMERCIALES EN SAGUA LA GRANDE (I)

La tienda "El gran bazar", en la calle Maceo, se le sigue conociendo con el nombre antiguo

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En su página dominical de Juventud Rebelde, el periodista Ciro Bianchi contaba pormenores sobre las bodegas de La Habana. También en Sagua la Grande se usa ese término para denominar a los establecimientos expendedores víveres. Aunque en las tiendas, como también las llamamos, era posible encontrar desde un pomito de esmalte de uñas marca Gravi, al precio de veinte centavos; hasta una carguita de leña por un medio, usualmente ocurría en la Panchita, ubicada en Calzada de Cementerio Viejo esquina a Revolución.

La mayoría de las bodegas de Sagua, igual que en la capital, prestaban servicios hasta las diez o las once de la noche; horario extendido, como dirían hoy. Había muchas, prácticamente en todas las esquinas. Así lo recuerda mi madre, cuya infancia transcurrió en la hoy más apacible zona donde se hallaba el hospital Pucurull; entre las calles Máximo Gómez, Méndez Capote, General Lee y General Carrillo. Había hasta pequeñas fondas, kioscos y timbiriches prestos a servir al personal de la salud y a los pacientes del hospital.

La competencia imponía poner a funcionar las neuronas con tal de abrirse paso. Los propietarios trataban de distinguirse por la oferta de algún producto en particular. Por ejemplo, en la bodega de Gonzalo de Quesada y Revolución; el dueño, Prieto, ofertaba batidos de las más variadas frutas a toda hora.

Hoy cuesta trabajo rememorar los nombres completos de los propietarios de establecimientos comerciales. Ni siquiera el capítulo que le dedica a Sagua el magazín del periódico La Lucha, en 1925, nos permite hallarlos. A veces tan sólo aparecen apellidos o, en el peor de los casos, la dirección de los comercios.

En el caso de las tiendas de los chinos, diseminadas más allá de Cocosolo, el barrio donde se estableció la mayor parte de los inmigrantes asiáticos, no importaba que el apellido del dueño fuera Chan, Ling Long o Lam. Se aludía a “la bodega del chino”, lo mismo en Villa alegre que en San Juan.

En el directorio de “La Lucha” aparecen registradas unas 130 bodegas, incluidas no solo las de la ciudad, sino también las de Sitiecito y otros barrios. En el mismo documento resulta curioso hallar denominaciones de establecimientos nada comunes para la generación actual; como las de tren de lavado, tienda de leche, sastrería, venta de cigarros y tabaco, casa de huéspedes y alquiler de bicicletas.

En el caso de las farmacias, aparecen doce. Muy conocida era del doctor Enrique Canut, cuyo edificio con adornos art noveau añadidos al comenzar el siglo XX, subsiste en la intersección de Maceo y Colón. Allí trabajó como ayudante el pintor Wifredo Lam, cuando aún no había perdido la ele de Wilfredo. Se encuentra activa en la actualidad con parte del mobiliario original, la de Felipe Esparza, en Céspedes y Padre Varela. Sin embargo, ya no se recuerda con el nombre de su propietario. En ese sentido corrieron mejor suerte las visitadas farmacias Gil y Tejerina, en Martí y Carmen Ribalta, respectivamente.

Hay viejos nombres que perduran a veces no se sabe ni por qué razón. En cambio, otros caen en el olvido. Por ejemplo, el bar-cafetería Titina todo el mundo prefiere llamarlo así ignorando -por suerte- la poco sagüera denominación de “La Giraldilla” con que fue rebautizado hace unos años.

Parece que los nativos de la región fueron muy dados a cambiar los nombres de las cosas. Menuda polémica sostuvieron diversos intelectuales de la localidad cuando, a principios del siglo pasado, se propusieron nombres nuevos para calles y plazas. Era justo honrar a los patriotas, pero -como planteó en aquel momento Antonio Miguel Alcover, no debía ignorarse el honroso aporte tributado al progreso de Sagua por extranjeros como Joaquín Fernández Casariego. Su nombre fue borrado para siempre de una calle, e irónicamente sucedió algo parecido años después con la calle General Lee que, oficialmente, lleva el nombre del propio historiador y nadie la llama Antonio Miguel Alcover.

Pero volvamos a los establecimientos comerciales: Como la “Finca Lloviznita”, que supongo debió ser sólo el mote del propietario, se conoció a una instalación resguardada tras los árboles en las afueras de la ciudad que distaba mucho de ofrecer recreación sana al estilo del Campismo Popular. Los adúlteros y las “mujeres malas” hallaban resguardo en tan bucólico entorno. Pero “Reservados”, como se le llamaba a los establecimientos protegidos de las miradas indiscretas, había varios incluso en el centro de la ciudad, como el “Mogambo”, ubicado en la planta baja del edificio que en la actualidad acoge al comité municipal del Partido.

Era dinámica y también mundana la vida comercial de aquella Sagua de la República, que también poseía elegantes cafés y hoteles. Pero de ellos le contaré en una próxima entrega.

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viernes, 8 de agosto de 2008

LA TELEVISIÓN Y YO

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La señora parecía que iba a abalanzarse sobre mí cuando descendí los peldaños del antiguo City Banck, en Sagua la Grande. “Es él”, le oí susurrarle a una joven que la acompañaba. "No soy yo", contesté con tanta agilidad que la buena mujer apenas tuvo tiempo de pasar de la sorpresa a la pena. Pero para mí aquello no era nada nuevo. Frecuentemente me han confundido con un conocido periodista de la televisión local.
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Recuerdo a la señora del taxi; hace muchos años, que pregunto si estaba bueno un dulce que no recordaba haber probado... Le seguí la corriente con amabilidad, trataba de atribuir el olvido a mis despistes habituales. “Sí”, afirmé cuando me pregunto si iba para la emisora. Pero inmediatamente indagó por “mi abuela Dulce”. Me costó mucho trabajar comprender la confusión de la anciana. La dinámica de trabajo que caracteriza a la emisora, no me había permitido conocer al informativista de marras, entonces recién incorporado a la planta.
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Casi todos aseguran notar un parecido entre nosotros, excepto los protagonistas de la historia. Quizá sea por la talla, por el color de la piel, o sabes Dios por qué. Yo pienso que se debe esencialmente a que tenemos intereses profesionales semejantes. Y eso que ni siquiera trabajo en la televisión. Pero, ¡qué poder tiene ese cajoncito! A veces salgo con mi pequeña cámara Fuji a hacerle fotos a cualquier cosa y en seguida aparece alguien que grita: “Fílmalo, fílmalo para Saguavisión.
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Más que por su carácter jocoso, plasmo aquí las anécdotas con la intensión de hacer reflexionar a mis lectores acerca de la influencia que tienen los medios, esencialmente la televisión, en el mundo de hoy. Paradójicamente, las propuestas de la televisión logran descender a planos realmente banales más que cualquier otro medio de expresión artística.
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No pretendo satanizar un medio de expresión que me interesa mucho explotar profesionalmente. Lo que sucede es que la manipulación, o mejor, la mala manipulación de las imágenes puede dar al traste con las buenas ideas que un periodista pretendía plasmar en su reporte. El trabajo de equipo en la televisión tiene un peso muy grande. Veamos el ejemplo contrario, también en relación con la noticia: un periodista muy malo sale a la calle para preparar un reporte. El camarógrafo, acostumbrado ya ese tipo de ese ejercicio, le busca los veinte o treinta planos que necesita. Luego el editor se encarga de dar forma a la historia. Y qué hace el periodista. Colocarle la voz en off a unos cuantos textos para llenar un minuto y medio en pantalla.
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Pero no existe producto televisivo, al menos en el contexto latinoamericano que las telenovelas, herederas directas de las radionovelas. Desde que a Félix B. Caignet intuyó que podía paralizar al país con la historia de un joven médico blanco que había sido criado por una negra, los empresarios comprendieron que estaban “hechos”. Y hoy millones de personas siguen las telenovelas ya no en Méjico, o Cuba. En Rusia, la India o China. Hasta Gabriel García Márquez le prodigó elogios.
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De todos modos, no estoy seguro de que el Gabo disfrutaría las que ahora pasa nuestra televisión: la extranjera y la “hecha en Cuba”. Quizá en algún momento deba detenerme a analizar los dividendos artísticos de la segunda que, en definitiva, es la que más nos debe interesar a los criollos. Por lo pronto, valgan a manera de adelantos estas cuatro preguntas: ¿Es cierto que en nuestro país nos la pasamos analizando los problemas personales en el centro de trabajo? ¿Cuán real es que a los trabajadores de las instalaciones comerciales les venden los productos dañados? ¿Es cierto que todos los homosexuales tienen relaciones heterosexuales alguna vez? ¿Todavía hoy “ingresan” a los portadores del VIH en sanatorios?
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¡Mire que cosa! Comencé con una anécdota acerca de la televisión pueblerina y acabé llegando a las telenovelas. De la televisión los cubanos casi siempre tenemos algo que comentar y los encargados de tender a la luz opiniones, debemos hacerlo sin cortapisas, que en definitiva nos falta mucho para lograr que las propuestas de la pantalla doméstica resulten tentadoras. Los espectadores precisan consumir programas que sean realmente competitivos. Por supuesto, no es preciso a que apelen a sórdidas recetas capitalistas para ganar seguidores, pero el espectáculo televisivo en la televisión cubana, con todo y sus cinco canales, atraviesa una seria crisis.
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Por otro lado, la existencia de medios para la producción de programas en disímiles rincones de la geografía insular, debe ser aprovechada en aras de obras ajenas a los cánones estéticos dictados desde La Habana, productos que realmente evidencien un matiz comunitario. En tal sentido, el nivel de lectura de los espectadores rebasará los límites de la a veces simple identificación con determinado personaje, para propiciar una apropiación crítica del mensaje.
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Anuncio nuevas entradas sobre estos asuntos. Ahora debo irme, tengo curiosidad por saber cómo transcurrirán hoy las relaciones de Keila y Javier, los jóvenes protagonistas de la telenovela nacional que pasa el canal Cubavisión. ¿Le pareció que la televisión y yo somos enemigos?
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domingo, 3 de agosto de 2008

SEGUIRÉ DESNUDÁNDOME

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El título no es una idea propia; se lo debo al periodista santiaguero Reynaldo Cedeño Pineda. Artífice de uno de los blogs más dinámicos de Cuba, Cedeño me dijo que el ejercicio del criterio es un acto público de desnudez.

Más allá de la seducción despertada por los cuerpos desnudos, la crítica ha sido elemento esencial en la vida de este escribidor. Poseer una conciencia crítica, se haga pública o no, constituye algo inherente al quehacer artístico. Mi vida de camagüeyano en el Instituto Superior de Arte, me recuerda la imagen menuda de Juan Antonio García Borrero (uno de los más destacados críticos del audiovisual en Cuba) empeñado por fomentar entre los alumnos lo que suele llamar PENSAMIENTO CRÍTICO. ¿Y qué falta para lograr tal cosa?

Hace poco, invitado a la tertulia de
Luís Machado Ordetx en Santa Clara, intenté reflexionar al respecto. Aunque el camino de la crítica resulta mi único derrotero. Y no precisamente porque me moleste aquello de “quien no es capaz de crear no debe criticar”. Si alguna vez ciertos espacios han acogido mis comentarios ha sido más por la generosidad de algunos colegas, que por mis propios afanes. Es cierto que loso predios de la cultura y la sociedad en general acusan la ausencia de críticos. Pienso fundamentalmente en esos medios de todos los días, los más inmediatos: el periódico, la Internet, la radio, la televisión…que pueden decir mañana mismo al público si la exposición inaugurada hoy en la galería es buena o mala. Así de sencillo.
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Por decirlo de algún modo, no soy un “profesional” de estos menesteres, pero no asumo la crítica como un carnaval, o como un acto carente de meditación. Tengo sangre en las venas y como cualquier hijo de vecino me topo con productos culturales infames, pero es mejor escribir luego de la primera impresión. Con el tiempo se aprende que las ideas hay que dejarlas reposar.

Aludí al aprendizaje académico, pero no sé hasta qué punto las universidades resulten eficaces en la formación de un crítico. Es probable que usted pueda hallar un filólogo acto para la crítica literaria y otro no. Un economista capaz de convertirse en comentarista de temas afines a su formación y otro no. Un periodista capacitado para la crítica y otro no. Naturalmente, con este último ejemplo sí se traba el paraguas, porque generalmente esperamos que los periodistas ejerzan el criterio, que nos proporcionen elementos para motivar el pensamiento crítico.

Una búsqueda en la red permite comprobar cómo muchos de los blogs de periodistas cubanos, además de estar desactualizados, incluyen pasivamente notas informativas, o en el mejor de los casos, compilan trabajos de otros. No es que todos nuestros informativitas posean recursos técnicos para un blog; pero el asunto, de cierta forma, es reflejo de que el criterio suele estar excluido del trabajo diario. Dígame usted dónde encontrar una buena crónica, una de esas que evidencian opiniones, como corresponde a ese menospreciado género. Similares a las que en su tiempo escribieron Jorge Mañach Robato, o Alejo Carpentier, u Onelio Jorge Cardoso. ¿Qué está pasando con la crónica que los radialistas la hemos dejado nada más que para evocar efemérides, o rendir culto a un trabajador destacado.

Existen variadas fórmulas para exponer el criterio. La historia del periodismo cubano ofrece múltiples ejemplos: desde la aguda sección En Cuba, hasta la sátira presente en las tiras cómicas. Desafortunadamente hoy por hoy ni la radio ni la televisión ofrecen tantos espacios favorecedores de la polémica, a pesar de que las maneras de hacer pueden ser diversas. Entre las aisladas propuestas que surcan el éter, es posible encontrar un programa de dos horas como Alta Tensión (Emisora CMHW los sábados a las 4 de la tarde), donde los funcionarios del Estado responden a las preguntas que les formula en vivo la audiencia; o “Hablando claro”, (Radio Rebelde, de lunes a viernes a las 12 y 15 PM) donde en sólo quince minutos tres periodistas logran al centro de problemas muchas trascendentales para la sociedad cubana. No se cocinan en su propia salsa, como me consta que sucede en otros espacios que terminan sembrando la insatisfacción en el espectador. La alta preparación y responsabilidad les permite inquietar, despertar opiniones.

Ejercer el criterio no es como lanzar una botella al mar. Es lanzarla sí, pero resulta preciso definir qué rumbo debe tomar y seguirla. La primera pregunta que me hago al concluir el programa de debate que hago en Radio Sagua (Con voz propia: Sábados 8 A.M.) es ¿habremos ayudado a resolver algún problema? La respuesta puede resultar negativa, porque no somos magos, pero habrá una próxima vez el sábado siguiente y otra, y otra, para volver intentarlo.




El autor durante un encuentro de realizadores en el Festival de Cine Pobre Gibara 2008
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La crítica que he ejercido más allá de las reuniones sindicales y los encuentros con los artistas que dirijo, han encontrado espacio fundamentalmente en medios de difusión de Santa Clara. Algunos me echaron fuera hace tiempo por razones que no vale la pena contar ahora. Tan sólo le digo al lector que piense cuán poco común es que una emisora, periódico o canal de televisión, posea un espacio para criticar sus propias propuestas. Recuerde cómo el programa televisivo “La columna”, de Rufo Caballero, pasó a la historia hace tiempo.

Pero a la luz de hoy tengo la satisfacción, no de haber ejercido como un dios que tuvo siempre la verdad en la mano. Lo que me contenta es haber dicho lo que pensaba hasta el último día y la constancia de que mis opiniones sirvieron para conformar la de otras personas: artistas y espectadores. Perdí un espacio, pero me quedan otros incluso más allá de las asambleas. Confío en que un criterio honesto, aunque resulte equivocado, hallará oídos receptivos.

Insisto en dejar el academicismo a un lado. Más bien mr he construido mi camino tomando de aquí y de allá, aprendiendo de todos un poquito. Si alguien se decidiera a pedirme un consejo, repetiría lo que le oí decir a otro: “No critiques nada que tú no seas capaz de defender luego cara a cara delante de quien sea”. ¿Será por eso que tenemos tan pocos polemistas? ¿Falta de honestidad acaso? Creo haber dejado claros mis puntos de vista. Para no sucumbir ante la obviedad, dejaré estas preguntas sin respuestas. En todo caso me atrevería a suscribir con mayúsculas algunas palabras claves para facilitar el ejercicio del criterio entre mis lectores: BUEN JUICIO, PREPARACIÓN y VALENTÍA. Seguiré desnudándome.

CON VOZ PROPIA recibe alentadores mensajes

Desde el estado norteamericano de Nashville recibí este mensaje el pasado día 25 de julio:

Hola Adrian,
Me llamo Luisa, soy the Sagua la Grande, yo vivia en la Calle Carmen Ribalta no recuerdo el numero. Sali de Cuba en el 1962 cuando era muy joven. Lei uno de tus blogs y hablabas de un Marino Rodriguez Garcia de la Isabela de Sagua, yo creo que el es casado con mi tia Estrella Vilar, pues el esposo de mi tia se llamaba Marino y hacia algo con los barcos y el puerto, no recuerdo muy bien. Me gustaria saber algo de mi tia y sus hijas pues como te dije sali hace muchos anos y no tengo contacto con mi tia desde hace mucho. Si es possible me gustaria tambien saber algo de las Familias Fernandez que eran duenos de una ferreteria en los anos 50s, tambien la familia Gayol, y la Familia Penates, creo que Silvia Penates se caso con un Bayolo, y los Fernandez eran Nilda, Mabel, Lilian y un hermano pequeno. Perdona que te moleste tanto pero tengo tantas preguntas y no se por donde empezar. Espero saber de ti.
Luisa Vilar.

Ciertamente, Marino Rodríguez González, práctico de nuestro puerto, es el tío político de Luisa Vilar. Ella abandonó a Cuba en 1962 durante la tristemente célebre Operación Peter Pan.

Y desde la Perla del Sur, el destacado escritor y director de programas radiales Fabio Bosch Jr. escribió lo siguiente:

Amigo:
No sabes cuánto regocijo me provocó tu correo... Pero no puedes imaginar cuánta nostalgia despertó en mi ver tu blog, y esas fotos de mi amada ciudad de la infancia, la adolescencia y la primera juventud: Sagua la Grande. La ciudad donde cuando era niño pasaba largas temporadas en la casa enorme, detrás del asilo de ancianos, donde vivían mis primos y mi tía Nélida, de quien yo era su sobrino favorito. Luego la casa en el Uvero, todo el verano allí. Luego mi tía casada con Mijares, mis dos sobrinos... Me parece llegar allí y escuchar en el traganiquel a Mario Suárez, cantando Crueldad... o Tengo el Sentimiento Herido.Ya voy poco a Sagua. Mis sobrinos emigraron dejando solos a Nélida y Mijares, el tío Isidro murió y Sagua solo hace que ponga a cocinar mis nostalgias. Hace dos veranos fui a explorar el Uvero para ver si iba con mi familia. Todo había cambiado tanto que decidí no volver.Quizás en este verano vaya por unas horas, a ver la familia que tengo allá, y bueno, como siempre, a llenarme los ojos con la única ciudad que puedo comparar con Cienfuegos.Un abrazo y gracias por este regalo que me ha llegado en esta mañana de domingo.Ah, genial la acción plástica sobre el trencito!!!Atte.

sábado, 2 de agosto de 2008

CONDICIÓN DE MONUMENTO NACIONAL AL CENTRO HISTÓRICO DE SAGUA LA GRANDE: RETOS PARA SALVAR A LA TACITA DE PLATA.



Cuando nos referimos a la condición de Monumento Nacional, de acuerdo con preceptos de la Comisión Nacional de Monumentos encargada de otorgarla, los cubanos hablamos de centros históricos urbanos y de todo tipo de construcción, sitio u objeto que, por su carácter excepcional, merezca ser conservado gracias a su significación cultural, histórica o social.
En realidad son pocos los centros históricos que ostentan esa condición. Sagua la Grande pudiera sumarse a la selecta lista si cumple con los requerimientos que exige la Comisión Nacional de Monumentos. De conseguirse sería un supremo acto de justicia para con uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes del eclecticismo en Cuba y se reconocería a una etapa de las construcciones todavía poco conocida en el país: la que comprende la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente.
La patria chica de Lam posee varios edificios de extraordinario valor monumental. Es posible encontrar referencias a la antigua Casa del Conde Moré, el Casino Español, el Palacio Arenas y la Iglesia Parroquial en no pocos manuales de arquitectura. Ello, sin desestimar la representatividad de la arquitectura vernácula, con exponentes de viviendas de madera aún en pie a pesar de la poca perdurabilidad del material.
La importancia de obtener el anhelado atributo se acrecienta si tenemos en cuenta que ninguna de las edificaciones mencionadas posee si quiera el título de Monumento Local. Actualmente sólo dos inmuebles de la ciudad se distinguen como Monumento Nacional y Local, y no precisamente por su valor arquitectónico: la casa natal del maestro Manuel Ascunce y la del pintor Wifredo Lam. Existen otros, por su importancia histórica y cultural merecen la protección de la Comisión Nacional de Monumentos, como la estación ferroviaria y el puente El Triunfo; por cierto, ambos con bastantes signos de deterioro en estos momentos.
Un equipo de expertos de la Oficina de Monumentos de la Villa del Undoso, creada hace no mucho tiempo, ya ha inventariado las edificaciones del centro histórico; paso fundamental para obtener el visto bueno de la Comisión Nacional. De acuerdo con el dictamen realizado por especialistas de ese órgano que visitaron a Sagua en las postrimerías de julio, ahora el equipo que integran Arelys Fernández y Pablo Castro, entre otros arquitectos, deberá reflejar con mayor precisión qué criterios históricos y arquitectónicos justifican los límites del centro histórico. Los estudiosos locales consideran que el área de protección se extiende más o menos desde el río hasta zonas de la calle Máximo Gómez, incluyendo la estación, el colegio y la capilla de Los Jesuitas; y de norte a sur desde Luis Mesa hasta General Lee. Sin embargo, otros conocedores de la historia local consideran que debe incluirse al menos una porción del barrio Cocosolo, cuyo surgimiento ocurrió en el siglo XIX. Incluso en documentos de la época es posible encontrar disposiciones gubernamentales donde se habla a edificaciones comprendidas en la Calle Real de Colón “de puente a puente”. Se alude al viaducto Príncipe Alfonso, todavía activo y al de Isabel Segunda, sepultado por el relleno muy cerca de la actual calle General Carrillo.
De acuerdo con fuentes de la Dirección Municipal de Cultura, el equipo de Monumentos de la Villa del Undoso, deberá contemplar en el expediente para el otorgamiento del título de Monumento Nacional al centro histórico, una serie de acciones de conservación y rehabilitación. Diría que este es el más importante de los señalamientos formulados por los especialistas capitalinos, pues resultan evidentes los signos de deterioro de edificaciones de gran valor patrimonial como el hotel Sagua y La Villa de París. En tal sentido la labor de las instituciones estatales se torna indispensable. El gobierno deberá colaborar con recursos materiales indispensables y, además, tendrá que fomentar una conciencia protectora de los inmuebles en la población y en las entidades bajo su mando.
Cualquier recorrido por la ciudad permite descubrir cómo diversas empresas y organismos han realizado modificaciones en edificios de valor patrimonial sin tener en cuenta los dictámenes y las propuestas de las autoridades capacitadas para ello. En la residencia colonial de la calle Colón donde radica la Dirección Municipal de Salud y en la casa de Martí entre Calixto García y Carmen Ribalta que alberga a las dependencias del INDER (Dirección de Deportes). Tales desatinos deben cesar, especialmente en las entidades del Estado, que son las principales que deben respetar las disposiciones urbanísticas.
Entre las ideas más revolucionarias para preservar el centro histórico se encuentran los pasos previos para la construcción de una carretera circunvalante que contribuya atenuar daños especialmente al sistema de alcantarillado, justipreciado no sólo por su función esencial, sino también porque es uno de los más antiguos de Cuba.
Espero que, más temprano que tarde Sagua la Grande logre sumar su centro histórico a la lista del Patrimonio Nacional. Pudiera ser antes de 2012, año del bicentenario de la fundación de la ciudad. Pero tal distinción no será la varita mágica que salve de la desidia a algunas de nuestras edificaciones. La labor salvadora debió iniciarse hace mucho tiempo. Si no pueden reconstruirse de momento todos los inmuebles que lo requieren, habrá que empeñarse al menos en acometer acciones de conservación o en frenar el deterioro. Qué no ocurra como con la estación ferroviaria a la que, sin restañarse los principales daños, se le pintó la fachada principal en vísperas del nueve de abril y hoy todo lo demás está igual, o peor. No queremos que los visitantes de tiempos futuros vengan a Sagua a apreciar ruinas. Para eso ya está el Partenón, o el Coliseo Romano. Como lo soñaron Juan Caballero, Joaquín Fernández Casariego, Enrique Canut Casals, Carlos Alfert y tantos otros ilustres antepasados, necesitamos que la ciudad permanezca lozana, hermosa, que -como escribiera Jorge Mañach Robato en sus emotivas crónicas- continúe siendo una “Tacita de Plata”.

viernes, 1 de agosto de 2008

TEÑIR DE VERDE LA CIUDAD




Nada será más edificante que hablar de árboles. Ningún sueño será más reconfortante que ese donde la ciudad se me presenta poblada de verde. Que la tumultosa vegetación de las riberas, como diría Mañach, fructifique más allá del Río.

A veces, los árboles ahogados por la “civilización” parecen quedarse sin espacio. Ya podrá el lector apreciar esa ceiba más antigua aún que el barrio periférico de Yaguajay donde creció. Fiel a su condición portadora de los espíritus ancestrales, permanece ahí firme, en medio del camino. Y en Matanzas me encontré ese otro arbolillo, enhiesto también, pero sobre una fachada.
Sagua la Grande es lugar de aguas y al menos FUE también lugar de árboles. Por ahí están las referencias al bastante probable empleo de maderas preciosas de esta región en el monasterio de El Escorial (Ver Antonio Miguel Alcover: Historia de Sagua la Grande y su Jurisdicción, Imprentas Unidas La Historia y el Correo Español, 1905).

Pero hoy Sagua es más sabana que bosque. De modo que la pérdida de un árbol estremece y emociona, como lo muestra Maikel González en el blog El Nictálope (Un árbol ha muerto)
Sueño con ver a Sagua teñida por el verde. Y elogio la iniciativa gubernamental de colocar macetas en las principales aceras. Aunque creo que su ubicación en áreas puntuales del centro histórico, como la calle Martí, desentona un poco. Me parecen más apropiadas para las avenidas, la entrada y la salida de la ciudad. No obstante, se sorprenderá el lector al saber que la calle Martí, cuando fue Gloria, estaba cubierta de árboles, como todavía puede apreciarse en una parte de Brito. Eran frondosos laureles de la India plantados por iniciativa del teniente-gobernador Agustín Jiménez Bueno. Pero los sagüeros terminaron considerándolos un obstáculo para el progreso. También con árboles teníamos la Alameda de Cocosolo, más allá del Puente de la Concordia, y hasta hace no muchas décadas la carretera de Resulta.

En determinadas puntos de la ciudad los árboles tienen carácter simbólico. En el parque El Pelón, cerca del puente El Triunfo, al alcalde Manuel Alverdi plantó el llamado “Árbol de la Libertad”, una ceiba ya centenaria, que recuerda la llegada de las huestes mambisas lideradas por José Luis Robau el primero de enero de 1899. Cuando los veteranos de a Guerra de Independencia idearon la construcción del Mausoleo en la Plaza de la Cárcel, consideraron que allí debían plantarse sólo especies propias de la manigua cubana. No siempre se ha respetado tal idea.
La sociedad de hoy está mejor preparada para justipreciar al árbol. Existen leyes y disposiciones para garantizar su protección, pero aún así cada uno de nosotros puede y debe hacer algo para favorecer su desarrollo y no la destrucción. Que no suceda como en Santiago de Cuba, donde conductas irresponsables acabaron con la vida de algunos de ellos (Reynaldo Cedeño Pineda: Diálogos del infierno)

Sé de buenos sagüeros que atienden con esmero las grandes macetas que les han colocado cerca de sus puertas, que no espera a que vaya Servicios Comunales a regarlas para saciar su sed. Pero también ofrezco testimonio del paso de los que odian y deshacen. Hagamos la guerra a esos indolentes. La maraña verde debe prolongarse más allá del río.