domingo, 25 de enero de 2009

Sagua la Grande no puede dar la espalda a su río


Bajo el título de “Amor y odio”, el destacado arquitecto cubano Mario Coyula realiza un análisis de la vinculación de los ríos con las ciudades.
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El artículo escrito para la GRAI (Grupo para la Investigación de las Arquitectura y las Infraestructuras) de la Universidad de París-Versailles y publicado por primera vez en predios del Caribe por la revista “Revolución y Cultura” (número 4/2007) (http://www.ryc.cult.cu/), hace un recuento de disímiles asentamientos poblaciones establecido en las riberas de los ríos. -
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El autor considera que el odio –más que el amor- suele caracterizar la relación ciudad-río más común en nuestra área geográfica. Advierte que “son pocas las ciudades cubanas donde el río que inicialmente determinó su fundación ha mantenido una presencia con peso en la imagen urbana”.
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A reglón seguido agrega: “Tratados como errores, los ríos y arroyos de las urbes iberoamericanas a menudo se esconden vergonzosamente en la trama, y en muchas ocasiones, se han entubado; una vez perdida su función inicial de proveer agua potable, se convierten en basureros y cómodas zanjas para arrojar las aguas negras”.

Miguel Coyula se refiere a numerosos ejemplos de ciudades cubanas tendidas junto a ríos. Considera a Matanzas un caso singular. Es prolijo con La Habana. Menciona a otras localidades más pequeños, como Güines y San Antonio de los Baños. Pero ignora a Sagua la Grande, pese a que pocas ciudades deben tanto a su río como la llamada “Villa del Undoso”. Hasta ese apelativo tiene que ver con el río, aunque parezca un error atribuirle al poeta Plácido una redondilla donde rebautiza como “Undoso” a la conocida fuente de agua.

No tenemos la intención de cuestionar a Coyula, que en definitiva propone una mirada inteligente a la vinculación ciudad-río. Más bien su escrito invita a aportar nuevas reflexiones.

Coincidimos con la idea de que en Iberoamérica muchas veces hemos dado la espalda al río. En el caso de Sagua la Grande, el sistema de cloacas, creado hacia 1850, prácticamente constituyó un hito de la ingeniería civil insular; aunque era demasiado pedir que en aquel momento se pensara en otra forma de evacuar las aguas albañales que no fuera valiéndolas al río.

Pero no creo que sea el alcantarillado la principal fuente de estropicio. Con el paso de los años surgirían centros industriales nocivos, como el rastro de ganado (hoy Matadero Lorenzo González) y la Empresa Electroquímica del Caribe (actual Empresa Electroquímica de Sagua).
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La imagen más conocida de Sagua
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Desde los tiempos del grabador Mialé al río se le reproduce en la inmensa mayoría de las imágenes de Sagua. Si bien la urbanización evadió algunas áreas próximas a las riberas, asiento de una finca productora de flores, franjas con alguna vegetación y barrancos; buena parte del centro histórico “abraza” al río; aún cuando las aguas, alguna que otra vez, lo han invadido con saña.

Diría que los lugareños no nunca le han temido a las crecidas. Más bien trataron de adaptarse a ellas rectificando el cauce del río y construyendo un dique en el curso anterior a la ciudad.

En la Avenida de Cárdenas, hoy sólo una extensión de Luz Caballero, se alza un muro que –a manera de malecón- acentúa la imagen urbana de la zona en una extensión de casi 400 metros, desde Martí, hasta Luís Mesa.

Debemos considerar que el río no sólo constituyó fuente de abasto de agua para esta ciudad (por mucho tiempo la única); sino también, acceso de Sagua la Grande al mundo. Es fácil hallar referencias al puerto fluvial de Sagua. “El embarcadero” fue el nombre primigenio de la localidad e importantes líneas de vapores incluyeron a Sagua -distante 32 kilómetros de la costa- en su itinerario.

No fue hasta después de la llegada del ferrocarril a Isabela de Sagua, en la quinta década del siglo XIX, que nuestro puerto ganó la ubicación actual junto al mar.
No obstante, la navegación fluvial no desapareció.
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Una generación de sagüeros todavía recuerda el antiguo sistema de transportación de azúcar del central Resulta por medio de patanas a través del río. El núcleo fundacional de la ciudad estuvo a unos doscientos metros del río, donde hoy se halla la Plaza de la Independencia. Aunque, al desplazarse al oeste, se produjo una curiosa depreciación de las áreas inmediatas al río.
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Las calles de la Ribera y Luz Caballero, otrora emplazamiento de las principales entidades públicas y de la red de comercio, acogieron a bares y cantinas de dudosa reputación. Las niñas de los años cuarenta y cincuenta recuerdan cómo, al trasladarse al barrio San Juan, a través del puente El Triunfo, los padres les exigían no mirar hacia abajo para evitar cualquier tipo de contacto con la llamada zona de tolerancia de Sagua: los burdeles.

Una mirada al presente
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Satisface notar que, en la margen oriental, crece un fondeadero de pequeñas lanchas y un ranchón de madera y guano ofrece una imagen pintoresca al complejo gastronómico de “La Ribera”. En consonancia con acuerdos internacionales, el cambio de tecnología de la Empresa Electroquímica de Sagua pondrá fin al uso del mercurio como materia prima antes de 2010.

Se ha mejorado la imagen del emblemático Parque El Pelón, que mira directamente a las aguas, pero el fondo habitacional del área presenta serio deterioro. Inundaciones y huracanes han contribuir a dañar aún más a la arquitectura, donde la madera tiene protagonismo.

A Sagua la Grande le urge mirar más frecuentemente al río. El municipio debiera poner en práctica un plan serio de revalorización de sus inmediaciones.
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En algún momento pudieran tenerse en cuenta las barrancas y espacios vacíos más allá del barrio La Gloria para futuras urbanizaciones. Por lo pronto no costaría demasiado esfuerzo ser más celoso con las ordenanzas que impiden arrojar basura a las riberas, mejorar el alumbrado público y acometer algunas acciones de conservación en el llamado “Malecón”.

Sagua la Grande permanece en deuda con el río que le dio vida hace más de doscientos años.

lunes, 5 de enero de 2009

Sagua vista por mí: frontones

Casi todos llegaron con la euforia del ecléctico. El siglo XX los trajo y, aunque no constituyen el principal elemento distintivo de la arquitectura en Sagua la Grande el señorío y la originalidad de varios de ellos, ha contribuido a modelar el mito con que se viste esta ciudad.

En la zona comercial, esquina de las calles Marta Abreu y Carmen Ribalta. Aunque hace muchos años que el establecimiento instalado en este edificio no se conoce con el nombre de La Perla.

Casa comercial "La Americana", fundada en 1874. Luego, peletería "La época". Hoy, un estudio fotográfico. Calle Maceo, esquina a Céspedes.


Original diseño en forma de concha que puede verse en una vivienda de la calle General Lee entre Calixto García y Carmen Ribalta.
Urge salvar lo antes posible este hermoso frontón ecléctico de la vivienda ubicada en Colón y Marta Abreu.