sábado, 16 de mayo de 2009

A propósito del Día Mundial de Lucha Contra la Homofobia: NI MANZANA DE LA DISCORDIA, NI PAPA PODRIDA

El silencio y la esperanza (Servando Cabrera Moreno, 1981)
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Pondré el parche para evitar goteras. Lo que voy a contar pudiera no constituir generalidad o norma en el contexto cubano. Pero baste con que afecte a un solo ciudadano para que constituya preocupación en una sociedad que tiene por principio básico la dignidad plena del hombre.
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De cualquier manera, este es un blog personal y todo cuanto aquí se expresa constituye responsabilidad exclusiva del autor.
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Lesbián es el nombre de un joven camagüeyano, tecnólogo de la salud graduado del Instituto Superior de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay hace dos años.
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Lesbián permaneció detenido en la Primera Estación de la Policía, en la calle Avellaneda, durante 24 horas; desde la noche del pasado tres de marzo de 2009.
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No piense el lector que cometió algún delito. De acuerdo con el texto del acta de advertencia que debió firmar al abandonar la estación, sencillamente "frecuentaba un lugar propicio para la comisión de delitos".
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¿Qué aspectos definen a un lugar como propicio para la actividad delictiva? ¿Existe algún principio jurídico para determinar tal cosa?
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¿Por qué, generalmente, los sitios de encuentro gays reciben estos calificativos?
Al estudiar las características de este tipo de lugares, es preciso tener en cuenta toda una serie de elementos de índole sociológica. Ya en otras entradas de este mismo blog me dedicaba a describir cómo funcionan.
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Pudiera pensarse que en un país que ha luchado a brazo partido por eliminar el proxenetismo, la prostitución y otras prácticas nada edificantes, tampoco tienen por qué proliferar espacios para encuentros fortuitos.
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Sería mucho más civilizado aspirar a que a los hombres y las mujeres, independientemente de sus preferencias sexuales, asumieran el sexo como una manifestación exclusiva del amor. Pero, obviamente, la policía no realiza detenciones en estos sitios en defensa del amor. Tales preocupaciones en todo caso deben integrarse a la agenda de los psicólogos y sociólogos.
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También las parejas heterosexuales, por diversos motivos, suelen ampararse en la oscuridad para "aparearse". Sin embargo, no conozco de ningún caso de detención por ello.
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Los sitios de encuentro perdurarán, no sólo porque el amor no constituye norma en las relaciones sexuales de muchos individuos, sino por otras razones harto complejas, como:
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-La inexistencia de espacios legítimos que favorezcan el encuentro de los homosexuales, como discotecas, bares, etcétera. (La existencia del Centro de Promoción Cultural "El Mejunje", de Santa Clara, con una o dos noches a la semana donde prolifera el público gay, constituye una rareza; además no sólo debemos aspirar a que exista UN espacio, sino a una diversidad de espacios).
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-La imposibilidad de acceder a hoteles, moteles, u otras instalaciones donde puedan sostener relaciones sexuales los gays.
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-El rechazo social y familiar a los hombres que tienen sexo con otros hombres.
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El protagonista de nuestra historia fue detenido por agentes vestidos de civil en las inmediaciones de la terminal Ferro-Ómnibus. No le dijeron mucho, ni a él, ni al joven que lo acompañaba. Sencillamente: "Arréglense la ropa y vengan"…
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En la estación tampoco se les habló mucho. Apenas hubo algún comentario irónico sobre sus preferencias sexuales. Y, 24 horas después, el acta de advertencia…
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Llama la atención el siguiente detalle: El muchacho que acompañaba a Lesbián, le pidió que no hiciera alusión al vínculo que existía entre ambas. Estaba casado y no le convenía.
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La principal razón que suelen argüir las autoridades policiales para detener a los homosexuales en los sitios de encuentro más frecuentados, está relacionada con el hecho de que en estos espacios suelen cometerse hechos delictivos. Aún cuando me consta que la mayoría de los gays no son delincuentes, de acuerdo con la policía, ellos son algo así como la manzana de discordia.
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Es cuanto menos ingenuo creer que la eliminación de los maricones en el Casino Campestre, en el Ferro, o en cualquier otro sitio de Cuba, contribuirá a la disminución de los hechos delictivos.
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La humillación que sufrieron Lesbián y otras personas constituye una deliberaba manifestación de homofobia, de la cual no sólo es responsable la policía (a la que lo queda más remedio que combatir y el delito), sino toda la sociedad que tradicionalmente ha cerrado los ojos ante las necesidades de los homosexuales.
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Sólo puedo criticar de su conducta, al responder de manera desmedida a los instintos…Pero eso no constituye una figura delictiva. Si lo fuera, muchos fuéramos –de diversa preferencia sexual- seríamos convictos.
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El camino en aras de conquistar la verdadera aceptación de los homosexuales sigue siendo largo y empedrado. Pero debe quedar claro, de una vez y por todas, que no somos la manzana de la discordia, ni mucho menos la papa podrida que se debe extirpar de determinados espacios públicos.
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jueves, 7 de mayo de 2009

Volver al Camagüey


Camagüey es especialmente culpable de mi ausencia. Pero tuve que ir...

Dos años son suficientes para sentir nostalgia por la suave comarca de pastores y sombreros.

Pese a que los lugareños tuvieron su ciclón en 2008, la imagen de los sitios emblemáticos de la urbe, es agradable. En casos como el de la Plaza de los Trabajadores, frente al templo de Nuestra Señora de la Merced, se aprecian aires renovados, con macetas y luminarias acordes con el aspecto general del conjunto.

Menos suerte ha tenido, lamentablemente, la estación, centro de uno de los nudos ferroviarios más importantes de la Isla.

Languidece el paradero de los Consolidados. El extenso andén adosado a la pared art decó, está a punto de desplomarse. Camagüey se haya en deuda con su tradición ferroviaria. Los visitantes que arriben en tren, merecen un mejor recibimiento.

A propósito de viajeros, por ferrocarril llegó al Camagüey durante una madrugada de 1928 Jorge Mañach Robato. El sagüero contaría cómo después que “el tren se “detuvo enfáticamente en una estación extraordinaria, un muchacho cargó como un corzo con la maleta al hombro del lado opuesto del andén”.

Nuestro coterráneo se hospedó en el hotel Camagüey, antes que existiera el Museo Provincial Ignacio Agramonte en el mismo local de la Vigía. Lo describe como un vasto edificio amarillento que fue cuartel de caballería española.


A Camagüey le debo no pocas vivencias; algunas menos edificantes que otras, todas importantes. Regresar invita a escribir, pero se desluce mi pluma ante la prosa de Mañach. Prefiero reproducir otros fragmentos de esta poco divulgada crónica:

Camagüey es una mezcla bizantina de barroco, rococó y renacimiento modernista: ornamentos floridos y geométricos, dinteles especulativos, cenefas y frisos fantásticos, truncas pilastras, efectos de espiral y serpentina en lo alto, problemáticos aleros; o bien a lo largo de las azoteas, florones, ánforas y antorchas. El art nouveau trasladado a nuestro bravo e ingenuo Camagüey.

De vez en cuando, sin embargo, se aparta el forastero de las calles ambiciosas, perdiéndose entre las menudas, enlodadas, humildes callejas; donde surgen los techos de encendida teja con las famosas ventas de palo, que fingen miradores, por la manera amplia y saliente como las cobijas en el exterior sus espesos enrejados de madera. Parece que, mirando al través de ellos, se ha atisbar, dentro, un hidalgo con bonete, una panoplia roñosa y un lebrel. .

Camagüey, son tus encantos tradicionales los que conquistan y retienen al forastero, aún sin que tengas que darle a beber, según tu bruja conseja, agua de tinajón “con gusarapo”.