domingo, 14 de noviembre de 2010

CON ADRIA SANTANA POR LA VILLA DEL UNDOSO


Por fin, luego de anunciarse una y otra vez, salió al aire por Cubavisión el programa “Con dos que se quieran” dedicado a la actriz Adria Santana.

Quien haya tenido la oportunidad de conversar con Adria al menos una vez sabe que es tal y como apareció el martes en el programa de Amaury: alegre, conversadora, sincera. Convendría volver a alguna de las opiniones expresadas ante las cámaras:

Cuando yo estaba en la Escuela de Arte, decían que el artista primero tenía que ser revolucionario y yo digo: Bueno ¿cómo yo tengo que ser primero algo si soy una sola persona? Yo soy Adria, de Las Tunas, artista, revolucionaria, cubana ¿tú sabes?, no puedo ser primero una cosa y después otra, o algo más que otra cosa. Yo soy una sola persona que como todas las personas tenemos muchos matices. Tenemos cosas malas y tenemos cosas buenas, porque la perfección no existe.

Al menos, yo no soy creyente, por lo tanto, nunca he creído en nada ciegamente। La gente siempre dice: “Bueno, el amor es importante.” Yo creo que el amor es importante, me encanta el amor. Yo amo muchísimo muchas cosas, sobre todo a mi país, yo lo amo, con sus defectos y sus virtudes, pero yo nunca podría decir que quiero más esto que aquello. ¿Tú sabes? Es muy difícil dividirte, porque, ¿por qué te tienes que dividir?

Como toda obra humana –y de arte- al programa “Con dos que se quieran” podemos hacerle señalamientos। El principal tiene que ver con la posibilidad del conductor de controlar los hilos de la entrevista, a fin de evitar disgreciones y momentos de referencias íntimas, algo de farándula, agregaría yo. Pero tratándose de una invitada como Adria Santana, qué programa no sería bueno.


Tuve la oportunidad de conocer a Adria en 2009 durante la filmación de un cuento para la televisión cubana bajo la dirección de Consuelo Ramírez। Le serví de guía, tanto a ella como a Pablo Menéndez para visitar la casa natal de Wifredo Lam.La recuerdo en extremo profesional, conocía perfectamente su personaje, se divertía dándole vida y, entre una escena y otra, tenía tiempo para conversar con todo el equipo. Le gustaba saber de todo, elogiaba a Sagua, se mostraba feliz por estar en la Villa del Undoso. Hablaba lo mismo de música, que de teatro, o política. Es una actriz inteligente y culta, muy por encima de la media.

Disfruté especialmente el momento en que, durante las largas sesiones de rodaje, le extendí una guayaba. Había que ver con cuánto gusto la aceptó. Lo más interesante de todo fue cuando la invité a mi programa de la radio. Aprovechamos que tendría más o menos una hora de descanso para “escapar”. Mas no sé si se trataba en verdad de un descanso. Adria debía permanecer con un largo vestido de época, que en pantalla podía lucir bien, pero de cerca eran unos trapos, la verdad. “Estaba hecho para ella”, decía irónicamente. Y era cierto, carecía de botones o cremallera. Para quitárselo había que descoserlo todo.

No sé si había aludido antes a esta imagen. Pero de manera similar a como lo hacía la Pávlova antes de sus actuaciones en La Habana, Adria transitó por las calles más céntricas de Sagua durante una cálida tarde de septiembre con el vestuario destinado a la escena.

Jamás se opuso a venir a pie conmigo hasta la emisora, ni siquiera luego de visitar infructuosamente varios establecimientos gastronómicos en busca de café. Es que Adria es, sin dudas, una buena persona. Todavía recuerdo uno de sus últimos mensajes de correo electrónico recordándome su dirección en La Habana, e invitándome otra vez a su casa.

Con Adria, no valen los cumplidos, ni las medias tintas. Es por eso que su vida pudiera ser más interesante que la cualquiera de sus personajes para conformar una obra en el teatro, una película, o una telenovela. De tal manera, su corazón estará conmigo siempre por la Villa del Undoso.