jueves, 15 de abril de 2010

Conrado Marrero


En el Estadio del Cerro, durante una tarde en que Conrado Marrero pitcheaba contra el Habana y le tocó el turno al bate a Dick Sisler, un recio bateador norteamericano que se le sacaba a cualquiera del terreno, Luque –manager del Almendares- salió a conferenciar con Marrero. Vimos a Luque gesticular con cierta violencia. Marrero, impasible, lo escuchaba. Ante la agresividad verbal de Luque, observábamos a un Marrero sonriente que le contestaba a su manager. Luque enrojeció de ira, pateó el terreno con violencia y se retiró visiblemente molesto. Al finalizar el desafío le preguntamos a Marrero qué había pasado. Y nos contó:
-Luque llegó al box y en forma descompuesta me preguntó si sabía quién era el bateador al que tenía que pitchearle. Le contesté que era Dick Sisler. Entonces me dijo:
-¿Tú sabes que ese se la bota a cualquiera?
Y yo le pregunté:
-¿Qué hago, se la tiro para allá o me la meto en el...bolsillo?

Enrique Núñez Rodríguez ofrece testimonio de la cubana espontaneidad que caracteriza al famoso pelotero. Tuve la oportunidad de conocerle cuando visitó a Sagua con motivo del homenaje que le tributo el gobierno local en la década del noventa. Mi abuelo hablaba de él con la naturalidad con la que resulta común hacerlo de un primo. Ambos compartieron partidos en los poteros de Chinchila, el Mogote, El laberinto y otros parajes al oeste de Sagua la Grande. El Marrero que es más cercano, no prosperó en la pelota; el protagonista de esta historia es un hombre famoso. Aunque el éxito no le llegó de golpe. Incluso, cuando Clark Griffith decidió contratarlo para “Los senadores de Washington”, en la de la década del cuarenta, tuvo que sortear las críticas de quienes consideraban envejecido al atleta criollo.

Marrero tuvo que corta mucha caña y conducir una carreta dueyes. Aunque siempre llevaba con él guante y pelota, por si se presentaba el chance y podía jugar. En 1935 el Casino Español organizó una novena, que enfrentó durante los primeros partidos al equipo de la Casa Stany, de Cienfuegos. Fue tan exitoso el desempeño de Marrero, que lo invitaron a pitchear en la Perla del Sur. De Cienfuegos marchó a La Habana y ya en 1939 causó sensación durante un juego entre los Estados Unidos y Cuba. El llamado “Guajiro de El laberinto” subió al box y sólo admitió tres carreras, mientras sus compañeros marcaron en trece ocasiones. Sólo cinco estadounidenses le llegaron a primera por hit, cuatro fueron boleados y doce se quedaron el bate al hombro.

La espectacular actuación de Conrado con los “Habana Cubans”, durante tres temporadas consecutivas, le permitió alcanzar setenta victoria y atrajo la atención de los jerarcas de las Grandes Ligas. Marrero trabajó con “Los senadores de Washington” durante cinco temporadas. Para que se tenga una idea de su excelencia, baste apuntar que en el campeonato de 1950-51 alcanzó once victorias con siete reveses y 2,37 carreras limpias, y acaparó record de 68-46 hasta 1955, cuando pasó a dirigir el equipo Almendares, en capital cubana.

Aún cuando su carrera deportiva tuvo lugar en otros sitios, Conrado Marrero jamás ha olvidado a la patria chica. En, ante todo, un patriota de ley, que decidió echar raíces en la tierra cubana. Ya en los años cincuenta el ayuntamiento de Sagua lo distinguía como Hijo Ilustre y, en fecha más reciente, en 2003, volvería a recibir el homenaje de sus coterráneos.

Sorprende la lozanía que exhibe “El guajiro” a sus noventa y ocho años. En su casa de La Habana se le escuchan anécdotas al campechano deportista. Pudiera ser que no autentifique la historia relatada por Núñez Rodríguez. El humorista quemadense también escribió que no ve la vida de la misma forma a los treinta, que a los setenta, ochenta…o noventa ocho, agregaría este redactor. Pero mi pariente no parece tener demasiada conciencia de que es hoy por hoy una leyenda viva del béisbol y seguramente recuerda con tanta satisfacción los lauros alcanzados en la Grandes Ligas, como las alegrías que le daban aquellos primeros “partiditos” robados al poco tiempo de descanso que la zafra le dejaba en su Sagua la Grande natal.

jueves, 8 de abril de 2010

LA NARRACIÓN, COMPLEJA ESPECIALIDAD DE LA LOCUCIÓN


Invitado por compañeros de la cátedra de locución de la emisora, participé en la confección y aplicación de un examen práctico a jóvenes que se forman como locutores en un curso que se imparte en la provincia.

Estas pruebas suelen abarcar la amplia gama de géneros y especialidades en las que ejercen su trabajo los profesionales de la palabra: la noticia, el comentario, la declamación, la propaganda…Y no es de extrañar que una de las que dificultades provoca es la narración. Se trata de una de las tareas más complejas de locución porque está muy vinculada a la labor interpretativa. Suele decirse que el narrador es un personaje más en la obra y, a veces lo es efectivamente, pues ciertos autores lo han puesto a dialogar con los propios personajes.

Al hurgar en la historia misma de la radio, percibimos cómo el nombre de Félix Benjamín Caignet también está vinculado al surgimiento de la narración. Él mismo ejerció como tal en la serie infantil de “Chilín, Bebita y el Enanito Coliflor”, que dio a conocer en Santiago de Cuba. Luego, en su famosa novela “El derecho de nacer” el uso del narrador contribuiría a exaltar al máximo las posibilidades del melodrama, con largos y complicados parlamentos, que no sólo servían para para describir las características físicas de los personajes o sus principales acciones a un espectador que –en definitiva- sólo podía poner el sentido del oído en función del espectáculo que se le presentaba; sino que también hacía valoraciones sobre la psicología de tales personajes, de su comportamiento y del estado de su conciencia.

Los orígenes del término narrador están vinculados a la literatura. Se supone que el mismo Homero fue uno de ellos y que anduvo “narrando” oralmente su “Ilíada”. Aunque en nuestro medio el término tiene otra connotación. En opinión de Frank Guevara, autor del libro “La locución: técnica y práctica”, casi desde sus inicios la radio necesitó del locutor para interviniera en el drama, la comedia y la aventura como voz conductora.

Agrega la fuente que al describir la interacción de los personajes, el narrador facilita la comprensión del mensaje. Luego de haber tenido la suerte de escuchar a profesionales de esta especialidad como Fernando Alcorta y Jesús López Gómez, y más cerca en el tiempo a Samuel Urquía, Frank Espinosa y Marlon Alarcón Santana, es fácil estar de acuerdo con Guevara en que el narrador debe poseer especiales condiciones como artista y estar en sintonía con el mismo nivel emotivo que mantienen los personajes.

Se ha discutido mucho en los últimos tiempos acerca de la pertinencia de su empleo. Se ha dicho que el oyente de hoy está mucho mejor preparar para captar determinadas acciones sin que se precisen las “acotaciones” del narrador. También es cierto que los efectos, la música y el propio trabajo de los actores –en determinados momentos- pueden ofrecer informaciones que tradicionalmente se han puesto en boca del narrador. Hay escritores como Ernesto Daranas que lo han excluido totalmente de sus propuestas. En cambio, otros lo han utilizado de manera muy creativa, elevándolo a categoría de personaje. En tal sentido es muy creativo el trabajo de Joaquín Cuartas.

Yo pienso que, mientras exista el drama en la radio, existirá el narrador. Lo que, lógicamente, sus textos deberán estar bien escritos, como la obra toda y que habrá que pensar en sus posibilidades con originalidad y no simplemente para que haga esimples comentarios acerca de las acciones de los personajes o de sus características de los personajes. Y también habrá que trabajar en aras de que nuestros locutores se interesen por la especialidad y se preparen adecuadamente para ejercerla pues, es importante señalarlo, la narración no vive momentos de esplendor.