viernes, 26 de abril de 2013

LA RADIO Y LA TELEVISIÓN AL SERVICIO DE LA PROPAGANDA SOCIALISTA EN EL SIGLO XXI

Puedo evocar con bastante precisión que, cuando hace cerca de quince años me invitaron a participar por primera vez en un encuentro de la Comisión de Calidad de Radio Sagua, el análisis de un grupo de menciones, estaba en el orden del día. La preocupación por la calidad de la propaganda ha sido  constante en mi entorno, pero ni por eso puedo considerarla satisfactoria.

Sucesos vinculados a los trascendentales cambios revolucionarios acontecidos en Cuba durante las últimas décadas tuvieron una interesante repercusión en espacios creativos, como el de la propaganda gráfica. Semanas atrás –en La Habana- se le hacía justicia a los principales artífices de la cartelística de los años sesenta.

Mucho menos estudiada y conocida resulta, sin embargo, la aportación de la radio y la televisión a la propaganda. Quizá los medios no sean capaces de mostrar una labor interesante. Frecuentemente, presionados por las demandas de organizaciones y directivos, se han limitado solo a repetir consignas, sin tener en cuenta las necesidades y características del receptor.

Es evidente que los prejuicios asociados a la publicidad desde los primeros años de la Revolución, hicieron creer que basta con repetir dos o tres consignas para motivar la participación en un acto del primero de año.
 

En ocasiones como esta es común el empleo de los mismos cortes musicales y la recurrencia a monocordes tonos de locución en cualquiera de nuestras emisoras de radio y televisión. Basta con eso para satisfacer a directivos que no muestran el más mínimo interés por evaluar la eficacia de la campaña (si es que es puede llamársele así), sino que desean hacer sonar la convocatoria del Día de los Trabajadores mañana, tarde, noche y madrugada.

Es preciso desterrar la propaganda panfletaria, que apela a recursos comunicativos ya superados, como el uso modo del imperativo. Lo acostumbrado es que les digamos a los oyentes: “Vayan todos a la plaza el primer de mayo”.

La mayoría de nuestros mensajes televisivos recurren al empleo de las voces. Ignoran la repercusión semiótica de las imágenes. Y para colmo los locutores expresan lo mismo que puede leerse en pantalla, subestimando la inteligencia del receptor.

Deficiente actuación (en el caso de los mensajes con dramatización), pésima selección del elenco, música inadecuada, y problemas de matices e intencionalidad en la lectura, son frecuentes en los productos de propaganda, tanto radiales como televisivos.

Mensajes, menciones o cuñas (la denominación varia y genera polémicas) no son productos del siglo XXI. En el año 1922 una emisora de Nueva York: la WEAF, obtuvo 50 dólares de la Queensboro Corporation por pasar un mensaje en que daba a conocer los apartamentos que tenía en venta. Esta primera cuña duró nada menos que diez minutos. Aun así los ingresos fueron tantos como los que imitaron la iniciativa.

El término cuña es empleado por el teórico cubano Ignacio López Vigil, quien expresa en su “Manual del Radialista Apasionado”, que se escribe con C, y por tanto estas deben ser:
-Cortas:
En ocasiones los encargados de la divulgación en las emisoras solicitan la opinión de determinados artistas para aprobar o no un trabajo de este tipo, sin tener en cuenta          –simple y llanamente- que la larga duración los invalida. Ya no tenemos mensajes de diez minutos como el de la Queensboro, pero resulta inadmisible la trasmisión de los que rondan los sesenta segundo. Los tenemos en varias emisoras. La seducción provocada es causa frecuente de ello. Nuestros realizadores pierden no pocos segundos con el empleo de cortes musicales que, en ocasiones, no aportan nada al mensaje. Muchas recurren a fragmentos cantados que salen luego del texto y suponen que los operadores de cabina deben ser los encargados de determinar el momento del cierre.
-Concretas:
Resulta preciso que los realizadores tengan adecuada conciencia del punto de vista y de otros elementos dramatúrgicos caros también para estos pequeños programas, pues suelen pretender demasiadas cosas. Si se conmina a las personas a realizar el autofocal, será más conveniente dejar para otra cuña el resto de las medidas que pueden contribuir a evitar la proliferación del consabido mosquito.
-Completas:
Es preciso tener en cuenta aspectos que no resultan de imprescindible interés para el receptor.
-Creativas:
 

En reiteradas ocasiones los textos de nuestros mensajes no son el producto de la reflexión y la creatividad de realizadores debidamente entrenados. Se trata sencillamente de la trascripción de cualquier panfleto en modo alguno ideado para su inserción en los medios.

Resulta elocuente el ejemplo de López Vigil cuando expresa que los términos espuma y cóndor parecen bien dispares. Pero si se juntan, tenemos el verso de Neruda que describe la solemne cordillera de Machu Picchu: espuma de los cóndores.
En muchas emisoras, o entidades productoras en general, hay preocupación porque no se dispone de artistas interesados por la propaganda; por cierto, mal remunerada si se tiene en cuenta con tales trabajos suelen salir al aire un año o más en varios momentos de la programación.

Es muy difícil enseñar a hacer propaganda, pues el asunto tiene que ver más que con sembrar conocimientos, con sacar a la luz viejas habilidades. Sería factible recurrir
al trabajo en equipo. En Cuba constituye esto apenas se hace. Tampoco se valora la necesidad de acometer investigaciones aun cuando las campañas estén encaminadas a favorecer la participación en un acto tan masivo como el del primero de mayo.

La investigación, que en otra época se consideró importante solo en la publicidad, resulta imprescindible también para la propaganda revolucionaria de esta era. Me pregunto si se ha investigado –por ejemplo- cómo pueden ser más eficaces los mensajes vinculados a la lucha por el regreso de las Cinco Héroes…Los hacemos y ya. En el mejor de los casos, escribimos un texto “bonito” y ya…

Es posible que en la actualidad términos como Socialismo, frecuentemente criticado por la propaganda imperialista su surtan un efecto tan integrador como “patria”, “nación”, o “unidad”. Estos están vinculados a las tradiciones independentistas de nuestro pueblo desde el siglo XIX.

El mundo está cada vez más globalizado. Aunque el acceso de los cubanos a internet no sea tan masivo, estamos expuestos a los mensajes de sistemas propagandísticos dotados de grandes recursos y alta tecnología. No resolveremos ningún problema limitando el acceso de nuestra gente a los productos comunicativos capitalistas. Ni siquiera nuestra condición insular nos preservará de las “propagandas silenciosas”.

La única opción es combatir con las propias armas del “enemigo”, con mensajes realmente creativos y eficaces. Será necesario también, determinar qué sentimientos pueden contribuir a afianzar la solidez del modelo social vigente.

El camino de la creación artística asociada a la propaganda no está exento de espinas: de mentalidades enquistadas y caprichosas. Pero estoy convencido de que, solo si los creadores nos decidimos a transitarlo, ayudaremos de veras a una sociedad que necesita reconstituirse sobre la base de sus más ancestrales conquistas.