A veces el paso del tiempo contribuye a que idealicemos determinados recuerdos. Temo decir frases como “la televisión de antes era mejor”. Es poco dialéctico. El talento resulta inagotable, pero -¿cómo negarlo?- siempre habrá grandes entre los grandes; artistas que, además de talento, son capaces de exhibir un estilo único, imitable. Jamás habrá otro Benny Moré, u otra Elena Burke, por más que surjan músicos capaces.
Por suerte, tuve la oportunidad de ver meses atrás en una gala por el aniversario de la televisión cubana en la que repusieron un video de Germán Pinelli y Consuelo Vidal. Me emocionó escuchar decir a Pinelli que tal vez se reencontraría con su público veinte o treinta años después, tal como estaba sucediendo en ese momento. Consuelo, por su parte, a pesar de los signos de vejez que ya mostraba, presentó a los integrantes de la orquesta Aragón con una gracia envidiable. Ellos eran irrepetibles, pero, ¿quiénes están en condiciones de seguirlos? ¿cuántos son capaces lo mismo de animar que cabaret, que despedir un duelo como lo hacían ellos?
Por estos días he leído los múltiples comentarios que se han generado en el blog “La isla y la espina” alrededor de la programación televisiva, fundamentalmente del espacio “Mediodía en TV”. Hay tantos criterios como personas en este mundo. Un lector echa de menos a Yumié Rodríguez y a Niro de
“Para gustos de han hecho los colores”. Sí hay algo en los coincide la mayoría: Bárbara Sánchez se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Sale hasta la sopa. El sábado, tan pronto terminas de verla ante cámara, prendes el radio y la tienes en el Noticiero Nacional de Radio.
Por supuesto que ella es la primera que debía pensar en especializarse, en quedarse con aquellos espacios en los que se sienta más cómoda y le reporten beneficios, tanto artísticos como monetarios. Sí, porque no puede negarse que el hecho de que exista cierta “prostitución” de voces y rostros, obedece de cierta forma a exigencias materiales…Que yo sepa aquí no se pagan contratos de exclusividad o algo por el estilo. Nadie puede impedir que Marino Lusardo esté al mediodía en un canal y cinco más tarde en otro.
Conozco el caso de cierta emisora provincial que prohibió a sus locutores que tuvieran contrato en una planta municipal aledaña, pero no existe nada legislado al respecto. A esos comunicadores le estaban “metiendo el pie”; aunque era noble la idea de que los oyentes pudieran identificar la estación que sintonizaban gracias a sus locutores. Hoy, si usted no se aprende de memoria la frecuencia, no sabe qué cosa está escuchando. Otro tanto sucede con en
Voluntad institucional y responsabilidad personal. Creo que ambas cosas son necesarias en aras de evitar la saturación provocada por ciertos rostros. A la par que habrá que continuar analizando por qué es cada vez más endémica la presencia en las pantallas de personalidades como las de Pinelli o Consuelito.