Cómo olvidar Manino que tú me diste la mano para iniciarme en el periodismo y que gracias a dos o tres años de trabajos publicados en tu semanario Mensaje, y a las gestiones de su parte, se me concedió el título de periodista de la Escuela Márquez Sterling, en La Habana. Atendiendo a tu interés porque visite a Sagua, te diré que sí. Iré a Sagua como Federico García Lorca así lo hizo, pero no en un coche de aguas negras, sino remontando el largo río que divide en dos a la ciudad. Iré una vez más, para llegar a lo que más quise: al humilde hogar de mi padre y mi maestro, de mi madre –que sembró pureza en la vida, como la de aquellas azucenas del patio de la casa nativa, en maceo número 17.
A mí me duele –quiero confesártelo- que mientras otras localidades y provincias del país, me invitan a visitarlas y a ofrecerles charlas, conferencias y cine-debates, Sagua –mi pueblo- no me haya invitado. Te prometo aparecerme por allá en cuanto pueda; para volverme a ti figura histórica de Sagua- y reunirnos en algún lugar, hablar hasta que se me agote la respiración, contestar cuantas preguntas me hagan y –además- tener el placer de oírte, porque tú eres el maestro de las anécdotas y las improvisaciones. Recoge esta carta entre tus recuerdos para constancia de un verdadero amigo y discípulo tuyo que NO se avergüenza de querer soñar con el pueblo en que nació. Te quiere y te abraza tu amigo y discípulo, Mario.
Desafortunadamente, a Mario lo sorprendió la muerte unos meses después de hacer esta carta. No volvió a Sagua, pero quedó este hermoso testimonio de amor por el terruño y de amistad hacia nuestro querido Manino, fundador del periódico Mensaje.
Desafortunadamente, a Mario lo sorprendió la muerte unos meses después de hacer esta carta. No volvió a Sagua, pero quedó este hermoso testimonio de amor por el terruño y de amistad hacia nuestro querido Manino, fundador del periódico Mensaje.
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