Beatriz, “La musicalísima”, como se le conoce desde hace mucho tiempo, es una de las pocas cancioneras de su generación que ha logrado mantenerse activa. Otras, por escasez de talento o sencillamente porque quisieron probar suerte en tierras lejanas, permanecen en el olvido.
Por cosas del azar, tuve la suerte de valorar junto a ella las obras presentadas al concurso. ¡Yo en un jurado de composición presidido por La musicalísima! No ponga en duda el lector que la intérprete de “Pólvora mojada” y “Espontáneamente”, posee una sólida formación artística, suficiente para valorar el ejercicio creativo y para hilvanar una amena descarga ante cerca de setecientas personas, como sucedió la noche del pasado jueves diez de diciembre. Pero no imaginaba siquiera ella que encontraría a un partener tan apropiado en la Villa del Undoso.
Aunque inusitados trastornos de la presión arterial intentaron fastidiar la estancia de Beatriz Márquez este diciembre, los sagüeros –acostumbrados como han estado ha recibir a grandes artistas en sus predios- prodigaron más de una ovación a la artista, que no hace mucho, celebró sus cuarenta años de vida artística.
¡Jova, Jova, Jova…! gritaron los espectadores cuando la hija del compositor René Márquez solicitó la presencia de algún sagüero en el escenario, de alguien que quisiera acompañarla por unos minutos. Ricardo Jova, nervioso sólo en el primer minuto, descargó de lo lindo en un tema que constituyó propuesta de Beatriz: “Obsesión”, de Pedro Flores. Y permaneció con ella más tiempo. Entonces la visitante volvió a tomar el piano y siguió la descarga unos minutos más.
Viste con sencillez y no hay derroche de altas notas en sus interpretaciones. Pero la afinación resulta perfecta. Deja espacio para la improvisación. Disfrutarla en el escenario constituye una suerte que los discos no logran traslucir. Beatriz no es temperamental como La Lupe, no es apasionada como Omara, no es tan profunda en sus interpretaciones como Elena. Un amigo de visita en Sagua este fin de año, nos dijo que ella es –en todo caso como Armando Manzanero. Pero Beatriz, aún con el piano delante, como el mejicano, es Beatriz y punto. El timbre conserva la lozanía de los años setenta, la afinación es perfecta.
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