A Dairon Bejerano Lima, por motivar
mi regreso a estos temas.
Los locutores suelen ser el enlace
entre la emisora y el público receptor. No es extraño que, debido a la
empatía que ganan ante ese él, se les atribuya la realización completa del
programa y se les responsabilice con lo que presentan.
También existen personas que,
por su conocimiento sobre algún tema específico, han devenido presentadores o
conductores de programas. Es algo pertinente en tiempos en que el saber alcanza
alto grado de especialización. Así es posible ver o escuchar a un meteorólogo
ofrecer el parte del tiempo. Puede parecer mucho más creíble la información si
la ofrece un especialista.
La televisión y la radio cubanas
ofrecen magníficos ejemplos de propuestas que han conducido músicos,
psicólogos, escritores…Valga a mencionar a Manuel Calviño en “Vale la pena”, o
a Jorge Gómez con sus programas en diferentes medios…
Pero a pesar de estos ejemplos, se
sigue discutiendo qué es lo más pertinente: si apelar a especialistas o a
locutores.
A los primeros, aunque no tengan la voz o la imagen física envidiables, habrá que
exigirles que logren cumplir con normas mínimas para la comunicación
y que sean carismáticos. A los segundos, aún cuando no sean especialistas en
música, en meteorología, o en psicología, debemos exigirles que no se conformen
con un movimiento de cabeza, un sí, o una frase cliché cuando nos sirvan de
puente ante un especialista.
Quizá las propias lagunas
intelectuales de buena parte de nuestros locutores han motivados que los
directores se decidan por un especialista, o para usar un término generalizado
en la actualidad en nuestro país, por “hablantes”, con el propósito de que sean
ellos los conductores de sus espacios.
El asunto se torna algo más
complejo tratándose de los periodistas. Tales hablantes están obligados a
comparecer en cámara o tras los micrófonos cuando deben expresar una opinión, o
durante coberturas especiales. Mientras, constituye una preocupación cada vez
más creciente que nuestros locutores apenas conocen cómo leer un trabajo de
género: una crónica o un comentario, porque los periodistas prefieren no
entregárselos.
No creo que debamos incentivar
posiciones extremos. A veces las mejores voces no siempre la tienen los mejores
comunicadores. No me molesta, en absoluto, escuchar el “Relato interesante”, de
Osvaldo Rojas Garay cada mediodía por la CMHW en el programa “La explosión de las doce”.
El conocido periodista no tiene buena voz, pero suele dar a conocer cosas tan
valiosas –fruto de su propia labor investigativa- que lo acepto agradecido.
Debemos hallar un punto medio. No
está mal que ganemos especialistas que, a partir de su buena preparación en un
aspecto determinado, puedan insertarse en los medios. Mientras, debemos
incentivar en los locutores el interés por superarse, para que funjan como
conductores-moderadores de cualquier tipo de espacio.
Trátese de locutores, o de
“hablantes”, serán puente eficaz ante oyentes o televidentes los que
consigan mostrarse con mayor empatía, inteligencia y buen decir.
2 comentarios:
Estoy completamente de acuerdo. Si bien he de añadir que el locutor, como el periodista, ha de ser "un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad". Algo que, desgraciadamewnte, es cada vez menos cierto...
Un saludo.
...Y cuentas con un seguidor más
ESpero que no seas un seguuidor "más", sino uno mejor...
¿Una cultura integral? Sí, eso es lo que hace falta. Pero prefiría algo de más de 1 centímetro.
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