Resulta imposible hablar de los orígenes de
La fundación misma del pueblo, el ocho de diciembre de 1812, está asociada a la erección de una iglesia. Debió ser una choza de madera y techo de guano la que pudo ofrecer Don Juan Caballero. En 1825, ya con mejor situación económica, Sagua logró hacerse de una ermita de cedro y techo de tejas que, como el templo anterior, estuvo ubicado en las inmediaciones del actual Parque de
Una vez más es preciso citar a la figura que mayor impulso dio al desarrollo local durante el siglo XIX: el teniente-gobernador Joaquín Fernández Casariego. Preocupado por dotar a la población de cuánto precisase para su desarrollo, constituyó en el año 1850
Una crónica reproducida por Antonio Miguel Alcover en su “Historia de Sagua”, califica el acto de imponente y conmovedor. Otro Antonio Miguel Alcover, este también Jaumé, director de
El cura interino, presbítero Francisco Barroso, procedió a la bendición e inhumación de los documentos. Entre los asistentes a la ceremonia se encontraba el teniente-gobernador Casariego, acompañado por los miembros de
Aunque resulta difícil hallar referencia de accionar en Sagua, se sabe que la iglesia, conjuntamente con otros proyectos arquitectónicos importantes de la época, es obra del ingeniero belga Coupierre. Antonio Miguel Alcover cuenta en su “Historia..” que hasta los propios cimientos del edificio provocaron complicaciones a los constructores, pues tuvieron que enfrentarse a un terreno cenagoso. El costo total de la obra fue de 65 mil pesos, sin costar el terreno que fue una donación.
Temprano en la mañana un repique de campanas invitó a los fieles a asistir al solemne acto. La elegante fachada, el espacioso pórtico, las puertas de hierro con atributos religiosos, las colosales columnas, las bóvedas capaces de inspirar respeto y admiración, el imponente presbiterio y el altar principal motivaron disímiles elogios en la prensa local.
Es fácil hallar referencias acerca de los valores arquitectónicos de este edificio, acabada joya del neoclasicismo que resalta por limpieza del estilo, por sus dimensiones y por el excelente decorado de sus interiores, evidencia del poderío económico que venía ganando Sagua a mediados del siglo XIX. Es particularmente interesante la visión que ofrece nuestro coterráneo Jorge Mañach 1925.
Arquitectónicamente –expresa- el más digno amador de lo viejo no sabría loarla. Y agrega que es un encanto su misma modestia evangélica. “¡Y las campanas NO tienen rival!” Se regodea entonces en tales elementos al expresar: “Suenan hondo como cuerda de guitarra; atropelladas, como en alarma; optimistas o fúnebres; netas a veces, y a veces como si estuvieran gloriosamente rotas”. Las campanas –concluye- en sugestividad fonética no tienen rival como no sean los timbres de los coches.
1 comentario:
Oye Adrian,,,, que bien esto. Estar alli en esa iglesia es de las mejores cosas que me ha pasado. Recuerdo mi primera vez en Sagua hace ya casi dos años y la primera vez en esos bancos enormes... Hace poco vi otra vez la iglesia en el cuento de Consuelo, y sonrei. Todo en Sagua parece especial. Desde el rio, el puente, el parque, la Casa de Cultura y la gente.... Ahora que otro vientos me apartan de aquel paraje precioso donde esta una parte hermosa de mi, regresar a la iglesia mayor, rememorar sus puertas, sus enormes columnas, los cuadros de su su interior... y todo por tus palabras ha sido genial. Un abrazo enorme amigo y sigue contandonos de tu tierra...
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