viernes, 18 de abril de 2008

Festival de Cine de Pobre: Carta desde Gibara







Se extrañará el lector al encontrar el título de la entrada, pues suelen ser muy sagüeros nuestros afanes. Mas existen puntos de contactos entre Sagua la Grande y Gibara. La vida de ambas ciudades ha estado marcada por la impronta marinera -aún cuando la primera sea un puerto fluvial distante por tierra quince kilómetros de la costa. Tanto la ciudad oriental, como la del centro fueron fundadas en los primeros años del siglo XIX. Gibara en 1817, Sagua un lustro antes. Las dos villas son norteñas. El neo clásico distingue sus arquitecturas.....
Si tales coincidiencias parecieran pocas al lector, agrego un elemento irrebatible. Quien escribe es sagüero. Como hace casi un siglo, sigo a Jorge Mañach. Dudo que en su peregrinaje mi coterráneo haya visitado esta región. Ni Carretera Central había para llegar al Hato de Holguín. Hubiera sido muy irónico el ensayista al referirse a la (sólo hoy) próspera urbe oriental. Y de Gibara....¡ni hablar! Hubo acá años de espledor, pero pocos. Su historia termina antes de 1930. Pero gracias a esa circunstancia hoy se muestra encantadora...Cuando Morón y otras localidades crecían animadas por el azúcar y el ferrocarril, Gibara languidecía...Ni siquiera logró preservar su camino de hierro....
De estar aquí hoy, Mañach seguramente la describiría quieta, apasible, melancólica....tiernamente cálida...
Tal vez así la reciban los participantes en el Sexto Festival Internacional de Cine Pobre, irónicamente nombrado por su artífice principal: el director Humberto Solás. Festival para propiciar el abrazo de artistas del mundo entero unidos en el empeño de hacer películas ajenas a los códigos de los grandes medios (entiéndase también los medios maniatados por políticas anti culturales)
Estamos en Gibara, conectados por un mar que aquí es más bravo que en Isabela, pero que al fin al cabo, es el mismo mar.

sábado, 5 de abril de 2008

Sagua la Grande: trenes y poetas

¿Adónde han ido los trenes
llenos de fama y poder,
cuya elocuencia fue ayer
la gloria de los andenes?
Eliseo Diego

"Fíjate si este es un pueblo ferroviario que Sagua se levantaba todos los días con el pito de las siete menos diez". Tomás Angelino Rivera, quien a pesar de sus ochenta y tantos años es capaz de recordar los más disímiles detalles asociados a cinco décadas de quehacer en el camino de hierro, tiene una forma de muy particular de resumir el apego de su pueblo a los trenes.
Mi vinculación a los trenes no va más allá que algunos viajes a Santa Clara, Caibarién o Isabela, pero el ronronear de la locomotora de patio durante las madrugadas invernales persiste en los oídos. Aunque hoy ya no existen ni la máquina , ni el pito a vapor de la "empresa", como sencillamente solía llamarlo mi abuela.
Parecerá una tontería que me ponga a escribir estas cosas. Mas, siempre he pensado que hay algo de poético asociado a los trenes. Imagino los encuentros y las separaciones bajo la cubierta de un andén. En tren vino y se fue Lorca. Supongo que también Gabriela tomó el expreso de la media noche en su regreso a la capital.
Igual que el río y el puente El Triunfo, el ferrocarril es símbolo de Sagua la Grande. No por gusto los autores del escudo local le cedieron parte de uno de los pabellones heráldicos.
La vías férreas llegaron a estas tierras a mediados del siglo XIX. La villa había surgido décadas antes, pero no existen dudas del progreso que experimentó cuando los trenes propiciaron la conexión de las costas norte y sur. Antonio Miguel Alcover en su "Historia de la Villa de Sagua la Grande", narra el acto de bendición de nuestra primera locomotora y destaca el esfuerzo de inmigrantes asiáticos (fundadores de lo que sería una colonia bastante numerosa) por tender la vía en los pantanos próximos a La Boca, hoy Isabela, o Concha, como también se le conoce por obra y gracia del ferrocarril. Hubo que sumergir no poca madera en las Playuelas para conceder firmeza a la vía; pero las metálicas paralelas estaban llamadas a covertirse en una solución más favorable que el río para agrandar los bolsillos de la incipiente sacarocracia local. El nuestro también sería un ferrocarril azucarero.
Lejos de lo que algunos puedan creer, los sagüeros no demostraron interés alguno por conectarse con el gran pueblo provincial; Santa Clara, en palabras de Mañach. Prefirieron un trazado mucho más ambicioso que, en la localidad de Las Cruces, uniera a la empresa del ferrocarril de Cienfuegos con la de Sagua.
Los tiempos dorados de la actividad ferroviaria sagüera fueron en los primeros años del siglo XX. La "Cuban Central", con predonimio de capital inglés, se hacía cargo de la antigua empresa ferroviaria sagüera -la única cuyas finanzas permanecían saludables- y fijaba sus oficinas centrales en la suntuosa estación de la Villa del Undoso...Pero, al poco tiempo, la voracidad de una compañía mayor -Ferrocarriles Unidos-, terminó tragando a la Cuban y desplazando el poderío sagüero. Aún así aquí permanecieron los talleres con su "casa redonda", como los viejos del ferrocarril suelen llamar a la nave en forma herradura que daba cobijo a más de veinte locomotoras.
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Último día de la locomotora 1816
en los talleres ferroviarios de
Sagua la Grande (Foto: Wildy)
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"Sólo Camagüey y Morón tienen casas redondas como esta", asegura con regionalista orgullo Tomás Angelino; mientras la mirada del viejo se pierde entre las carrileras. En sus oídos, como en los míos, permanece el ronronear de la máquina ausente. El expreso hacia la capital está cancelado. La vieja estación languidece, el reloj del frontón neoclásico permanece inerte....Y sin embargo, siento que Sagua no pierde su condición ferrocarrilera. ¿Cómo es posible que las ruinas puedan respirar?
"Este es un pueblo completamente ferroviario", proclama Angelino. Compruebo que a esta ciudad le urge salvar mucho más que su ecléctica arquitectura. Aguradamos por trenes y poetas.