sábado, 24 de julio de 2010

MI DOLOR POR CÁRDENAS


No me explico cómo al eficaz teniente-gobernador Joaquín Fernández Casariego no se le ocurrió construirle un alcantarillado a Cárdenas como lo hizo en su amada Sagua a mediados del siglo XIX.

La ausencia de un sistema de desagües adecuado es hoy uno de los principales problemas que arrastra la urbe del norte matancero. Lo mismo en la calle Real, que en Vives, o en Ruiz el agua sobrepasa cuanto menos el tobillo del atribulado transeúnte cuando cae un aguacerito.

Pero de Cárdenas he de contar mucho más. Pocos sitios de Cuba han sufrido de manera tan vertiginosa los cambios a que se ha visto abocada la nación durante las últimas décadas. Según cifras recientemente publicadas por la prensa nacional, más de diez mil habitantes de esa urbe son empleados de la industria turística en Varadero.

El enorme polo turístico está ubicado a unos veinte kilómetros de la llamada Perla del Norte, sin embargo, hoy Cárdenas no conserva ni uno solo de los hoteles de que dispuso antaño. Atractivos no le faltan a la villa decimonónica. Baste mencionar al centenario museo Oscar María de Rojas, con ejemplares únicos de especies naturales, obras de arte y objetos relacionados con la lucha independentista.

Cárdenas exhibe paradojas y olvidos. Otrora fue uno de los principales puertos exportadores de azúcar en el Caribe. Hoy deviene dormitorio de los trabajadores del turismo –muchos de ellos procedentes de otras regiones- que no experimentan sentido de pertenencia alguno por esta tierra de coches y bicicletas. Los restaurantes, las grandes tiendas, los centros recreativos están en Varadero, aún cuando al bolsillo del cubano de a pie le resulte difícil acceder a ellos.

Pero hay de todo en la viña del señor y no resulta extraño encontrar a numerosas jóvenes cardenenses que, impedidas de figurar en la crónica social como ocurría en los tiempos del Capitalismo, consiguen que sus padres les financien un video clip, no para festejar algún acontecimiento en particular, como el cumpleaños; sino para experimentar el placer de sentirse artistas por un día. Así doblan a su estrella favorita y hasta actúan con algún amigo como parteneire; nunca con el novio, pues si un día tal unión se rompe, la “obra audiovisual” perdería validez.

Tengo un amigo locutor residente en Cárdenas que, cuando viene a visitar a sus familiares en Sagua, proclama: “Voy para Cuba”. ¿Es que Cárdenas pertenece a otro país? Es que es otra la dinámica siguiendo el Circuito Norte, a 150 kilómetros de la Villa del Undoso.

Hasta indómita se me torna esta ciudad, donde el dinero puede para comprar lo mismo una hora de sexo, que el papel higiénico pregonado por un vendedor furtivo en el reparto Trece de Marzo. Pero, también, al observar las estructuras desnudas de los viejos almacenes, el asta vacía de la bandera al final de la calle Real, la estación de trenes casi abandonada, el semidestruido edificio de “La dominica” (donde primero ondeó la enseña nacional)... siento una extraña desazón.

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