sábado, 2 de febrero de 2008

Sagua vista por mí




¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Por Adrián Quintero

Es comprensible que los jóvenes defiendan gustos y hábitos diferentes a los de sus padres y abuelos, y viceversa. Tratándose de la música, la cosa se torna aún más compleja. Pero no piense que pretendo fustigar al regatón, legitimado por Gloria Torres y Zenaida Romeu en el programa televisivo “Tiempos”. Aunque me horrorizaría que, después de eso, escuchar a la Camerata Romeu interpretando, junto con las obras de Lecuona, White, Vitier y otros clásicos, algún reguetón de moda.

Hace un tiempo leí que en los tiempos actuales tiene lugar una marcada tendencia a revitalizar gustos ya pasados. ¿Serán cosas de la llamada postmodernidad a pesar de que algunos ya consideran vencida esta etapa de la historia? ¿Tendrá que ver con el envejecimiento de nuestra población? Desentrañar las causas del fenómeno, seguramente demandaría un complejo estudio sociológico.

Cada día son más los espacios de la radio y la televisión que sustentan su producción musical sobre la base de música de décadas pasadas, pero fundamentalmente de los años setenta, de la “década prodigiosa”, como le han llamado.

Durante julio y agosto, un programa vespertino de la W: “Para disfrutar en casa”, se regodeaba en la promoción de esta música. Aunque sin precisar que se trataba sólo de los años setenta, la casi morbosa intención de quedarse detenidos en el tiempo, era común entre los realizadores. Hubo una emisión en la que, luego de un pequeño recital con Camilo Sesto, los locutores –bastante mal acoplados por cierto- presentaron una nueva sección. ¿El título? Nada menos que…”Recordando”. Y entonces vinieron otros temas más en la voz de Lola Flores. Así transcurrían buena parte de las tardes en W.

En Radio Sagua sucedía otro tanto con la programación vespertina del verano. Y hasta Tele Cubanacán, con todo y su reducido tiempo al aire, tiene un programa dedicado a difundir –esencialmente- música al estilo de “Nocturno”. En el tema de presentación de este espacio, se combinan imágenes de diversos artistas con fechas: años, pero casi nunca tal fecha se corresponde con lo imagen que vemos en pantalla. Por ejemplo, usted puede ver a Michael Jackson con una fecha en la que el artista aún no se había dado a conocer públicamente.

Creerá que abogo por la desaparición de este tipo de programas, pero no. Aprecio el valioso trabajo de rescate de viejas grabaciones –fundamentalmente del patrimonio de la radio- que acomete Manuel Villar en “Memorias”, los domingos por Radio Rebelde. Recuerdo con particular simpatía desde los tiempos de la niñez, ese excelente collage que identifica a “Melodías de siempre”. Pero de ahí, a que una emisora pretenda conceder escuchar protagonismo excesivo a la música de determinada época, hay un gran trecho. Los difusores musicales de la radio, deben ser más consecuentes con la verdadera misión artística del medio. Quizá algunos digan que la música de antes es más bonita y que ahora sólo tenemos el regatón. ¡Falso!

Le recordamos que la radio conserva entre sus ventajas la posibilidad de contribuir a definir gustos musicales. Aunque sabemos que hoy en día es difícil conseguir “lo más actual” por razones obvias. ¿Pudiera ser esta una de las causas por las cuales algunos directores de programas se han refugiado en ciertas épocas. Por supuesto que también pudiéramos adentrarnos en los complejos fenómenos socio-culturales que tuvieron lugar en el mundo durante las décadas del sesenta y el setenta. De todas formas, a juicio de este crítico, la época en que se grabó, determinada música, no servirá nunca para definir la estética de un programa. Es arriesgado decir “yo llegó hasta aquí, termino en el setenta y nueve o en el ochenta”. Ahora pudiera mencionar decenas de piezas del año pasado mismo, que son ya cosa vieja. En cambio, me suenan más actuales Compay Segundo o Barbarito Diez. Por cierto, Barbarito grabó varios discos en las décadas del setenta y el ochenta. ¿Clasificará junto a Los Fórmula Quinta o Bonny M. para alguno de los espacios a los que aludí?

SECRETOS Y AVATARES DE LAS CALLES SAGÜERAS

Por Adrián Quintero Marrero
Cualquier pueblo podría contar su historia por intermedio de las calles. Sabe Dios a cuánta gente han visto transitar las bicentenarias calles Luz Caballero, Martí y Colón, en Sagua la Grande, aunque las características constructivas, el entorno y hasta los nombre de la calzadas, hallan cambiado.

Jorge Mañach dejó testimonio de la admiración que le producía el casi perfecto trazado de nuestras calles y enfatizó en su amplitud, la suficiente como para que no le faltara nunca un torrente de luz a esta, “su tierra del sol amada”.

El hecho de que hoy la Villa del Undoso exhiba calzadas tan perfectas, se debe a la iniciativa de un teniente-gobernador español (hubo algunas excepciones entre los tantos hispanos que vinieron a explotarnos): Joaquín Fernández Casariego, quien contrató los servicios del agrimensor Rodrigo Bernando y Estrada. Por cierto, hoy el Museo Municipal exhibe documentos probatorios de que este señor fue quien introdujo en Cuba el Sistema Métrico Decimal.

Componer calles en el territorio que ocupa Sagua fue más difícil de lo que pudiera parecer en la actualidad. Para dar firmeza al suelo que pisamos los coterráneos de Lam, hubo que verter cascajo, desecar insalubres pantanos y tender puentes, aunque de casi todos los viaductos ahora quizá sólo queden vestigios arqueológicos. Sobre un arroyo, cerca de la intersección de las calles Colón y General Carrillo cruzaba el puente de Isabel Segunda, cuyas estructuras de madera quedaron sepultadas para siempre.

Lo de construir calzadas rectas en Sagua se lo tomaron tan en serio, que la edificación del paradero del ferrocarril provocó las más enconadas polémicas, aunque la empresa terminó llevándose el gato al agua y hoy Martí es un de las tres únicas calles del centro histórico cuyo final lo preside un inmueble. Las restantes son Padre Varela, donde se halla la Iglesia Parroquial y Salvador Herrera, rematada sencillamente por unas viviendas.

Otro revuelo se produjo a mediados del siglo XIX cuando a algunos vecinos se les ocurrió tirar una cerca en las inmediaciones de la vía férrea e interrumpir la salida del pueblo por la Calzada de Jumagua, hoy de Backer. Obviamente, tamaña atrocidad tuvo que ser corregida. Pero pasó de todo con las calles de Sagua. Nuestra otra calzada famosa: la de Oña, ya alejada del centro histórico, exhibe un trazado sinuoso e irregular. ¿Por qué? Sencillamente porque cada propietario en los límites de Villa Alegre se encaprichó en que la vía cruzara por su parcela.

Otra calle con características especiales es la Calzada del Cementerio, que cruzaba diagonalmente más o menos desde Carmen Ribalta hasta conducir directamente al campo santo ubicado en las inmediaciones de la escuela primaria Fidel Arredondo. Incluso antes de la desaparición del cementerio, esta calzada arbolada fue reducida a unas pocas cuadras para propiciar un trazado rectilíneo a varias de las calles que la cruzaban. Hoy, de avenida importante ni los árboles le quedan, aunque su nombre ganó un adjetivo. Se le conoce como Calzada del Cementerio Viejo.

En cuanto a la nomenclatura de las calles hay mucho que contar. Aunque aquí no persiste la costumbre popular de usar los nombres originales de las calles, como en Santa Clara o La Habana y ello –en ocasiones- puede constituir un acto de injusticia histórica. El periodista Antonio Miguel Alcover –autor de la enjundiosa “Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción”- cuestiona con vehemencia que se sustituyera el nombre de la calle Casariego por el de Salvador Herrera y, sin poner en duda, los méritos del patriota –fiel colaborador de José Martí el Partido Revolucionario Cubano- defiende la idea de que el militar español sea honrado por todo cuanto hizo por el progreso local. Irónicamente, con Alcover también se cometió una injusticia, pues la calle ostenta su nombre, es más conocida por General Lee. Es la única arteria con dos tablillas distintas en cada esquina, mientras los más viejos del pueblo se dividen en dos bandos: los que afirman que el nombre oficial es del Alcover y los que defienden el de Lee, mientras las autoridades no se pronuncian al respecto. Lo que sí está claro es que no hay por qué rendir tributo en Sagua al militar norteamericano. El nombre del historiador es más apropiado para la antigua calle Sol.

Y ya que menciono un topónimo antiguo, aquí van otros: la transitada calle Martí –que en un tiempo llegó a estar cubierta de laureles- se llamó Gloria. Colón era más que eso: la calle “Real de Colón” y Solís, Intendente Ramírez. Amistad es hoy Carmen Ribalta; Merced, Máximo Gómez y Elías, Calixto García. La calle Clara Barton, cuando no llevaba el nombre de la dirigente de la Cruz Roja, para nadaa asociada a nuestra historia, ostentaba una denominación sublime: Progreso, porque señalaba una zona de crecimiento urbano en los tiempos fundacionales de Sagua la Grande.