sábado, 2 de febrero de 2008


SECRETOS Y AVATARES DE LAS CALLES SAGÜERAS

Por Adrián Quintero Marrero
Cualquier pueblo podría contar su historia por intermedio de las calles. Sabe Dios a cuánta gente han visto transitar las bicentenarias calles Luz Caballero, Martí y Colón, en Sagua la Grande, aunque las características constructivas, el entorno y hasta los nombre de la calzadas, hallan cambiado.

Jorge Mañach dejó testimonio de la admiración que le producía el casi perfecto trazado de nuestras calles y enfatizó en su amplitud, la suficiente como para que no le faltara nunca un torrente de luz a esta, “su tierra del sol amada”.

El hecho de que hoy la Villa del Undoso exhiba calzadas tan perfectas, se debe a la iniciativa de un teniente-gobernador español (hubo algunas excepciones entre los tantos hispanos que vinieron a explotarnos): Joaquín Fernández Casariego, quien contrató los servicios del agrimensor Rodrigo Bernando y Estrada. Por cierto, hoy el Museo Municipal exhibe documentos probatorios de que este señor fue quien introdujo en Cuba el Sistema Métrico Decimal.

Componer calles en el territorio que ocupa Sagua fue más difícil de lo que pudiera parecer en la actualidad. Para dar firmeza al suelo que pisamos los coterráneos de Lam, hubo que verter cascajo, desecar insalubres pantanos y tender puentes, aunque de casi todos los viaductos ahora quizá sólo queden vestigios arqueológicos. Sobre un arroyo, cerca de la intersección de las calles Colón y General Carrillo cruzaba el puente de Isabel Segunda, cuyas estructuras de madera quedaron sepultadas para siempre.

Lo de construir calzadas rectas en Sagua se lo tomaron tan en serio, que la edificación del paradero del ferrocarril provocó las más enconadas polémicas, aunque la empresa terminó llevándose el gato al agua y hoy Martí es un de las tres únicas calles del centro histórico cuyo final lo preside un inmueble. Las restantes son Padre Varela, donde se halla la Iglesia Parroquial y Salvador Herrera, rematada sencillamente por unas viviendas.

Otro revuelo se produjo a mediados del siglo XIX cuando a algunos vecinos se les ocurrió tirar una cerca en las inmediaciones de la vía férrea e interrumpir la salida del pueblo por la Calzada de Jumagua, hoy de Backer. Obviamente, tamaña atrocidad tuvo que ser corregida. Pero pasó de todo con las calles de Sagua. Nuestra otra calzada famosa: la de Oña, ya alejada del centro histórico, exhibe un trazado sinuoso e irregular. ¿Por qué? Sencillamente porque cada propietario en los límites de Villa Alegre se encaprichó en que la vía cruzara por su parcela.

Otra calle con características especiales es la Calzada del Cementerio, que cruzaba diagonalmente más o menos desde Carmen Ribalta hasta conducir directamente al campo santo ubicado en las inmediaciones de la escuela primaria Fidel Arredondo. Incluso antes de la desaparición del cementerio, esta calzada arbolada fue reducida a unas pocas cuadras para propiciar un trazado rectilíneo a varias de las calles que la cruzaban. Hoy, de avenida importante ni los árboles le quedan, aunque su nombre ganó un adjetivo. Se le conoce como Calzada del Cementerio Viejo.

En cuanto a la nomenclatura de las calles hay mucho que contar. Aunque aquí no persiste la costumbre popular de usar los nombres originales de las calles, como en Santa Clara o La Habana y ello –en ocasiones- puede constituir un acto de injusticia histórica. El periodista Antonio Miguel Alcover –autor de la enjundiosa “Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción”- cuestiona con vehemencia que se sustituyera el nombre de la calle Casariego por el de Salvador Herrera y, sin poner en duda, los méritos del patriota –fiel colaborador de José Martí el Partido Revolucionario Cubano- defiende la idea de que el militar español sea honrado por todo cuanto hizo por el progreso local. Irónicamente, con Alcover también se cometió una injusticia, pues la calle ostenta su nombre, es más conocida por General Lee. Es la única arteria con dos tablillas distintas en cada esquina, mientras los más viejos del pueblo se dividen en dos bandos: los que afirman que el nombre oficial es del Alcover y los que defienden el de Lee, mientras las autoridades no se pronuncian al respecto. Lo que sí está claro es que no hay por qué rendir tributo en Sagua al militar norteamericano. El nombre del historiador es más apropiado para la antigua calle Sol.

Y ya que menciono un topónimo antiguo, aquí van otros: la transitada calle Martí –que en un tiempo llegó a estar cubierta de laureles- se llamó Gloria. Colón era más que eso: la calle “Real de Colón” y Solís, Intendente Ramírez. Amistad es hoy Carmen Ribalta; Merced, Máximo Gómez y Elías, Calixto García. La calle Clara Barton, cuando no llevaba el nombre de la dirigente de la Cruz Roja, para nadaa asociada a nuestra historia, ostentaba una denominación sublime: Progreso, porque señalaba una zona de crecimiento urbano en los tiempos fundacionales de Sagua la Grande.