viernes, 4 de octubre de 2013

Inmoral evocación de Sara Bernhardt




La acción ocurriría en una biblioteca. Tal vez con Víctor Hugo cerca.
La marcha hasta las tablas le resultaba difícil, pero me condujo. Realmente no era un teatro lejano. Podían convertirse en realidad los píxeles de la pantalla.
No hubo tragedias. Me reclamó prolongar el momento bajo los estantes, pero el desenlace estaba aristotélicamente decretado.
Regresé a mi butaca (duele menos ser espectador), cuando me topé  con ella. La ignoré, pero siempre había estado, callada, fiel, aguardando por devolverle los pasos.