lunes, 9 de agosto de 2010

CON DOS QUE SE QUIERAN…BASTA PARA HACER BUENA TELEVISIÓN


El diálogo es la más directa y antigua forma de la comunicación interpersonal. Dos personas, frente a frente, ponen en juego sus capacidades para entenderse. En los tiempos modernos, los medios de difusión le han conferido gran importancia al diálogo, o la entrevista como se le conoce profesionalmente.

En el siglo XIX Mark Twain hablaba con ironía acerca de la entrevista y se preguntaba ¿Qué se pretende con una serie de preguntas que una persona que parece ignorarlo todo le hace a otra persona que da la impresión de no entender absolutamente nada? Y agrega el escritor norteamericano: ¿A quién le importa si el investigador de la fisión nuclear usa ropa interior de lana o si es alérgico a los mariscos?

Sin embargo, otra figura de las letras, la mejicana Rosario Castellanos, aclara que a entrevista es más que eso. Una entrevista debe ayudarnos a comprender a las celebridades más que a simpatizar con ellas gracias al descubrimiento de que tienen defectos similares a los nuestros.

Justamente esa idea parece ser compartida por Amaury Pérez Vidal en su nuevo programa de entrevistas “Con dos se quieran”. Amaury NO intenta deleitarse con los defectos, pero tampoco con las virtudes de sus invitados. Estos suelen llamar la atención por sí solos. Se trata de personalidades de gran trascendencia en la vida cultural de la nación.

Son la mesura y la sencillez los mayores logros de esta propuesta televisiva posible gracias al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. De ahí que cuente con el concurso de artistas con una obra importante al servicio del séptimo arte, como el editor Manuel Iglesias. Incluso, la locación escogida no es otra que el estudio donde se ha grabado la música para algunas de los títulos antológicos de la cinematografía nacional.

Ya otra vez Amaury Pérez había mostrado sus credenciales como entrevistador en el espacio “Muy personal”, pero “Con dos que se quieran” es otra cosa. Amaury no hace alardes de una gran investigación sobre sus invitados, aunque –sin dudas- esté bien informado. No hay opiniones de terceras personas capaces de hacer llorar al entrevistado, ni spots, ni frases destacadas al pie de la pantalla.

No es que considere que tales recursos deben ser invalidados. Es que “Con dos que se quieran” sencillamente no los necesita. Me cuesta trabajo creer que el programa dure más de 27 minutos, como efectivamente creo que sucede, pues no me canso. Si algo me sobra es solo que la música de Lucía Huergo anuncie con tanta antelación el final. Da la impresión de que están apresurando al entrevistado en el momento en que está diciendo las cosas más importantes. Y ya se sabe que cuando uno va a comunicar algo trascendental evita las interferencias. Si está en la casa trata de que la puerta no esté abierta, de apagar el equipo de música, quizá hasta de desconectar el teléfono.

Las luces y muy especialmente la escenografía y la ambientación de “Con dos que ser quieran” tratan de imprimir una atmósfera de intimidad, sosiego y belleza a esta propuesta televisiva. Y si tuviera que señalar otro aspecto negativo, solo otro más, diría que en ciertos movimientos de cámara y angulaciones no son del todo felices. Por ejemplo, los planos de perfil de algunos de los invitados, más que ofrecernos otra perspectiva de lo que hay en escena, o de contribuir a la dinámica del espacio, sencillamente se acercan al mal gusto.

Pero lo más importante de todo esto son los entrevistados. Alguien pudiera preguntarse por qué Amaury no conserva con gente común, con un obrero, o un campesino…Pudiera hacerlo, tal vez NO le iría mal. Pero ahora nos coloca ante personalidades de la cultura. Es cierto que no todas sin igual de locuaces, que no todas logran dar la gran entrevista. Considero que, hasta ahora, califican como los mejores los programas dedicados a Frank Fernández, Liuba María Hevia y Zaida del Río.

Aún con los altibajos comprensibles, navega con muy buena suerte esta inteligente propuesta. Aguardaré por las nuevas entregas de Amaury.

miércoles, 4 de agosto de 2010

DESPERTÉ ESCUCHANDO LA RADIO…


Hoy desperté con la radio encendida. Es mi costumbre habitual, pero esta vez con algo más de tiempo, transité por el dial durante algunos minutos, los suficientes como para preguntarme si estas son las emisoras y estos son los programas que nos hacen falta en el siglo 21.

No hablemos de las dogmáticas políticas informativas que lastran el quehacer periodístico. Unidas a la poca creatividad de nuestros informativistas, consiguen que el acontecer de Santiago de Cuba sea idéntico al de Ciego de Ávila, o Placetas.

Moviendo y moviendo la aguja, encuentro en la emisora provincial de Matanzas comparecencias periodísticas kilométricas y la presencia de un periodista –o colaborador- con una sección dedicada al movimiento obrero que es solo una lista de nombres, dicha además con lenguaje ampuloso. Algo así como esto: “En la EMAI, siglas con las que se identifica la empresa tal, fueron destacados de los municipios de Colón, Los Arabos y Varadero, Fulano, Mengano y Esperancejo, este último de la hermosa playa azul….

Un poco más acá, en el centro de la isla, hallo a quien lee un comentario de medio minuto que parece haber tomado de un plegable de promoción de salud. Mientras un periodista experimentado “mortifica” al oyente con cantaletas de hasta diez minutos para hablar lo mismo de telenovelas, que de pelota, sin hilvanar adecuadamente las ideas y sin dotar a su discurso de la simpatía inherente a todo buen comunicador.

Así andan las cosas por el dial. Mientras la Onda de la Alegría y “La emisora de la hora y las noticias” se presentan como piezas museables donde la inmediatez periodística ajena a sus propósitos.

El informativo “Haciendo radio”, por su lado, celebra 26 años con la enorme misión de persistir como único paradigma de aquel modo de hacer fundado por “El Uruguayo” Jorge Ibarra, por Alberto D. Pérez, Orlando Contreras y Gladys Goizueta, entre otros grandes del quehacer radiofónico.

No pongo en duda el talento de algunos –no de todos- los integrantes del colectivo actual de ese espacio, pero son demasiados años como marcar pautas. Las pautas las marcó, pero en la década del ochenta del siglo pasado.