lunes, 14 de mayo de 2012

PUEBLOS DE ESCENOGRAFÍA

¡Ay, Caibarién, pueblo de mar,
en tu playa mi niñez he de enterrar,
los lamentos de mi pena
van perdiéndose en tu arena,
no me queda otro consuelo que llorar.
¡Ay, Caibarién!, sueño del mar. 
Eduardo Quincoso

 La primera vez que oí hablar de la construcción de “pueblos” en la cayería de Caibarién –despistado como siempre- supuse que se trataba de comunidades para alojar al cada vez más creciente personal que trabaja en el polo turístico villaclareño.

No, no se trataba de eso. Los “pueblos” son reproducciones de las plazas principales de algunas localidades. Una foto difundida por la prensa nacional a raíz de la celebración en Cayo Santa María de la Feria Internacional del Turismo, muestra a uno de ellos, con la copia al papel carbón de la Iglesia Parroquial de Remedios.

Es absurdo que los proyectistas del Turismo se afanen por lograr tales réplicas, si tienen al Remedios verdadero, cincuenta kilómetros al suroeste. Es una paradoja que los medios aludan al crecimiento de las visitas a las ciudades, cuando los cayos de Villa Clara son cubiertos por estos pueblos sin alma. Porque si algo han de echar de menos los forasteros es justamente lo que se considera atractivo esencial de la industria turística cubana: la gente; el pueblo, con su cultura, sus modales, sus tradiciones, su humor…

No propongo que las fuerzas de la industria sin humo vivan en los cayos. Supongo que, por muchas razones, ello no sea una buena idea; aunque sí sueño con que Caibarién –pueblo de verdad, con rico acervo cultural- que acoge a la mayor parte de los trabajadores del Turismo, gane una mejor imagen.

Pese a algunos intentos, no acaban de ser borrados los signos ruinosos de su centro histórico. Prácticamente manzanas enteras parecen arrasadas, mientras muchos metros cuadrados de almacenes languidecen cerca de lo que un día fueron prósperos muelles azucareros.

No se puede vivir de recuerdos. No aprecio solo las manchas. Sé que la Villa Blanca ganó más luz con su Ciudad Pesquera, sus policlínicos y su malecón. Pero también necesitará manos que la alcen del estanco, que truequen el destino de pueblo-dormitorio al que se exponen las localidades próximas a los polos turísticos. No me gustaría que su parque, su iglesia y su glorieta constituyeran un “pueblo” más, anclado en las dunas de las cayería.

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