viernes, 11 de febrero de 2011

¡SI NADIR ESTUVIERA POR AQUÍ!


La llamada de Sol García esta mañana me dejó silente por unos minutos: Radio Sagua acaba de sufrir otra inesperada pérdida: la del grabador y editor Nadir Hernández Núñez.

Solo pude apelar al único consuelo de que podemos disponer los artistas: la propia expresión creadora. No sin dificultad traté de hilvanar estas palabras. Es que la muerte de un ser humano nos disminuye. Nos desarma. Máxime en esta caso. Nadir era un hombre bueno. No es la primera vez que lo digo. Varios amigos pueden dar fe de ello.

Nadir no era exactamente mi mejor amigo, pero no porque le faltaran valores. Yo lo apreciaba, igual que todos en la emisora. ¡Cómo no íbamos a apreciar a alguien que se mantuvo ajeno a los bretecillos tan comunes entre artistas! Ni siquiera cuando, alguna que otra vez, sufrió la ingratitud de un extremista, lo vi molesto. A lo que yo hubiera respondido colérico, él lo hizo paciente, sin rencores.

Ganó gratitud y afecto en todos los centros de trabajo por donde pasó. Me consta que todavía en el Banco Popular de Ahorro echan de menos los conocimientos de computación que poseía sin universidad alguna por medio.

Llevaba pocos años con nosotros, pero ya se había hecho de un espacio entre los periodistas, a cuyos reclamos en el estudio de ediciones o en la cabina central acudía siempre solícito. Las computadoras de nuestra emisora y las personales de muchos de los que trabajamos aquí, le deben su vitalidad. Recuerdo cómo, hace unas semanas nada más, por poco tengo que renunciar a mis vacaciones fuera de la provincia porque mi máquina colapsó, y Nadir sorteó sus propios festejos de fin de año y los laborales, para poner las cosas en orden y ayudarme a “rescatar” del disco duro, una grabación que debía salir al aire el dos de enero.

Por estos días –en que Nadir disfrutaba de unas merecidas vacaciones en la capital- le oí decir a una compañera agobiada por un problema informático que se le hacía insoluble: ¡Si Nadir estuviera por aquí!

De veras vamos echarlo de menos por el respeto y la tolerancia que le caracterizaron, por su buen carácter, por su inteligencia. Hace poco había vencido satisfactoriamente su primera evaluación artística y cursaba el primer año de Comunicación Audiovisual en el Instituto Superior de Arte. Por fin se materializaba la consecución de un sueño varias veces pospuesto por motivos ajenos a su voluntad: estudiar en la Universidad.

Yo NO tuve la oportunidad de trabajar día a día con Nadir. No formaba parte de los colectivos de mis programas, pero sí tengo muy buenos recuerdos de su colaboración en el radiodocumental “Vivir y sufrir con la radio”, que tantas satisfacciones me dio últimamente. Aquí, en la emisora pocos –como él- eran capaces de sacar tanto provecho a la tecnología digital. Eso, unido a su buen gusto y capacidad para aprehender el conocimiento, le garantizaba un excelente futuro como artista.

¡Qué más se puede decir en un momento como este! ¡Como poner el punto final a este obituario! Pudiera ser con un “gracias”, o con un “hasta luego”. Ojalá aparezcan en la emisora otros compañeros que, como él, hagan menos azaroso nuestro eterno “vivir y sufrir por la radio”. Ojalá nosotros mismo seamos capaces de incorporar las lecciones de aplomo y optimismo que él nos enseñó. Ojalá fructifique nuestro afán por crecer en lo humano y en lo profesional. Pero estoy seguro de que, aún así, alguna que otra vez se escapará de los labios la frase: ¡Si Nadir estuviera por aquí!

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