domingo, 20 de julio de 2008

Isabela: razones de la supervivencia

“Como Atenas tuvo su Pireo, Sagua la Máxima tiene su Isabela, que su puerto todo el año, su balneario en la canícula”. Las palabras de Jorge Mañach me guían hasta la llave marítima de la Villa del Undoso. Llego en tren, que es la mejor manera de llegar, a menos que se disponga de barco para descender por el río en un curso de 32 kilómetros. Pero pensar en Isabela me remite en seguida a evocar la singular de dos sus personajes más apreciados: Adelfa Villar y Marino Rodríguez García; ella abogada, por mucho tiempo la única jueza del pueblo; él práctico del puerto. El buen juicio y la inteligencia guiando a las personas y los barcos. Ambos, figuras casi míticas de un pueblo que se resiste a ser borrado de la historia. Adelfa y Marino atesoran las más disímiles anécdotas, conocen como nadie sobre el devenir de Isabela.
Pero también en este momento debo recordar a esos otros personajes cuyos nombres ni siquiera han trascendido. A la mayoría sólo se les conoció por un mote: Hablo de los pescadores, de los estibadores del puerto, de los lobos de mar, de los tipos que no fueron salvados por la Virgen como Juan El Muerto y que por tanto ya casi no se mencionan. También a ellos Isabela les debe la supervivencia.
En la semana que termina la Aldea a Flor de Agua celebró su Semana de la Cultura, rescató el Festival de Interpretación Musical Iván Mata y acometió otras acciones con el propósito de congratular a pintoresca localidad con casi doscientos años de historia.

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