En el añejo andén se agolpan decenas de personas. Poco a poco cada cual encuentra acomodo en el coche motor y su trailer. La despachadora ya entregó la orden de vía. Se escucha el silbato anunciador de la salida. Los guardabarreras en las calzadas de Oña y de Backer alistan las banderitas roja y verde para garantizar el paso seguro del convoy. Estamos a punto de iniciar un recorrido clásico del ferrocarril sagüero, casi legendario, pero hay algo que lo distingue.
Es una locura. Más que tren parece una carroza. Las opiniones primero no resultan tan favorables. Ni siquiera los isabelinos, acostumbrados como están a contemplar los tonos intensos que el mar les ofrece, vieron con buenos ojos esta suerte de “tren de fantasías” en la que se había convertido el coche motor que une a Sagua la Grande con su puerto. El principal artífice del proyecto, el joven artista de la plástica Leisbel Arias Fernández, se niega a confesar que sintió temor por la reacción del público ante un hecho artístico tan inusual en el contexto sagüero; pero termina haciéndolo.
Se trata de algo poco común, incluso en Cuba. Sé de una bienal de La Habana donde se hicieron intervenciones en medios de transporte, pero no es mucho. En el ferrocarril se ha hecho menos, sólo sé del tren de Pinar del Río, donde artistas de varios países trabajaron con graffitis, pero no estoy seguro que se mantenga prestando servicios ese tren.
Es una locura. Más que tren parece una carroza. Las opiniones primero no resultan tan favorables. Ni siquiera los isabelinos, acostumbrados como están a contemplar los tonos intensos que el mar les ofrece, vieron con buenos ojos esta suerte de “tren de fantasías” en la que se había convertido el coche motor que une a Sagua la Grande con su puerto. El principal artífice del proyecto, el joven artista de la plástica Leisbel Arias Fernández, se niega a confesar que sintió temor por la reacción del público ante un hecho artístico tan inusual en el contexto sagüero; pero termina haciéndolo.
Se trata de algo poco común, incluso en Cuba. Sé de una bienal de La Habana donde se hicieron intervenciones en medios de transporte, pero no es mucho. En el ferrocarril se ha hecho menos, sólo sé del tren de Pinar del Río, donde artistas de varios países trabajaron con graffitis, pero no estoy seguro que se mantenga prestando servicios ese tren.
Entre los trabajos más interesantes de este tipo que se han hecho últimamente fuera de Cuba se encuentra la decoración de un grupo de trenes con los colores y elementos alusivos a cada uno de los equipos que intervinieron en la Eurocopa de Fútbol. También suelen aparecer algunos ejemplos en servicios puramente turísticos, pero insisto en la idea de que tales intervenciones plásticas no son comunes. En Cuba…ya sabe. Mucho nos falta por ganar a los criollos en materia de diseño gráfico. Y es cierto que a la hora de acometer una obra de este tipo deben tenerse en cuenta las normas de seguridad del ferrocarril. A la nómina escépticos se sumaron algunos técnicos de los Talleres 9 de Abril. Ciertos carteles debían respetar sitios y colores específicos. Leisbel y los otros seis jóvenes que le acompañaron en tan singular aventura ferroviaria tuvieron que asumir el reto. De igual forma, debían contar con pintura de la mayor durabilidad para el mural.
Independientemente de que el ferrocarril puso a nuestra disposición gran variedad de colores, se trabajaron varias capas. Pintamos dos o tres veces encima de lo mismo para crear el efecto de una calcomanía similar a las que se usan como propaganda en diversos medios. Y al lograr eso, también contribuimos a que las posibilidades de conservación de los coches sean mejores, a retrasar los efectos de la corrosión.
Este aspecto pudiera llevarnos a contradecir a los estetas y filósofos que están en contra de los fines prácticos del arte. Moraleja: los trenes duran más si los pintan artistas. Lo que todo el mundo necesita, en primer lugar, es que el tren funcione, que los motores no sufran desperfectos, eso está claro. Pero qué bueno resulta apreciar que cerca de mil personas contemplan este colorido mural antes o después de viajar. La cifra es estimable; difícilmente la galería de arte local registra tal número de visitantes en un mes.
Creo que haber pintado el tren es una de las mejores cosas que me han ocurrido en cuanto a la vinculación del arte con la sociedad. La pintura de galería es un poco elitista, sin embargo el tren nos permite que todo el mundo aprecie lo que hacemos y pueda emitir un juicio.
Entonces, si se trata de arte para mucha gente, ¿qué línea seguir? ¿Cuáles son los temas más apropiados?
Desde el principio tuvimos en cuenta que se trataba del tren de Isabela y que Isabela es un pueblo con sus tradiciones y su idiosincrasia particular, es un pueblo de mar, de pescadores y también es el balneario de los sagüeros. El tren se usa mucho sobre todo en el verano, para ir a la playa. Los elementos del diseño están en función de eso. Los colores son vivos; usamos el amarillo, al azul, el naranja, colores cálidos….La ornamentación es muy caribeña y marinera. Hay un niño pescando, una carabela, la rosa náutica, las olas…En general se trata de un diseño noble, sencillo, aunque no banal, que no quisimos cargar con mensajes subliminales y con dobles lecturas.
La idea de decorar el tren de Isabela, o de Concha como se le conoce oficialmente a la estación donde culmina el viaje a pocos metros de la rada sagüera, contó con la luz verde del gobierno y el partido municipales. Más que eso, puede considerárseles como los padres del proyecto. Excelente idea que puede propagarse a otras esferas de la vida pública y a otras localidades sin que sucumba en los lugares comunes o los apremios empobrecedores de una campaña.
Leisbel Arias, graduado hace pocos años en la Academia de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, de Santa Clara, acumula algunas experiencias muy positivas sobre todo en la realización de performances con personajes en movimiento, pero la decoración del tren era algo completamente nuevo para él. Antes había creado obras quizá de un metro y medio de largo, pero el tren se acerca a los treinta y la altura es de aproximadamente dos metros.
Primero hice un boceto del mural yo solo. Pero luego todo se sometió a la opinión del equipo, muchachos vinculados a las artes plásticas pero con diversa formación y procedencia; por suerte había hasta uno de Isabela. Cada cual aportó lo suyo y, sobre la marcha, también se cambiaron cosas. No sé si por la falta de experiencia o porque no teníamos demasiado tiempo, muchas cosas se crearon a pie de obra, sobre todo la elección de colores….pero el resultado no estuvo mal y estoy con conforme con la coherencia del producto final.
Los trenes tienen mucho que ver con la historia de Sagua la Grande. Este pueblo no nació, pero sí se fortificó junto al camino de hierro. La comunicación eficaz con el puerto se hizo imprescindible para los sagüeros desde mediados del siglo XIX. Como escribiera Jorge Mañach Robato, el río y la vía férrea son derroteros imprescindibles para cualquier visitante que arribe a nuestra tierra. De tal manera, no nos acostumbramos a vivir sin el tren, a evitar comprobar la hora de los relojes con el silbato de las locomotoras. Y si estos, además de correr en tiempo, lo hacen con una imagen renovada, si se convierten en galerías rodantes, ¡qué bueno!
Tres meses después de haber decorado el coche motor Sagua-Concha en titánicas jornadas que apenas se extendieron por quince días y donde se empleó una veintena de galones de pintura, Leisbel y sus bisoños colaboradores, están dispuestos a seguir trabajando, ya no albergan temor alguno. Las opiniones de la gente ya son menos negativas, aunque -para bien- perdura cierta polémica. La idea de socializar el arte, más allá de cualquier dogma pseudo socialista, los llena de entusiasmo. Aunque Leisbel Arias Fernández, algo reticente a las fotos y a la conversación (como casi todos los pintores) está seguro de que, si regresara al coche motor de Isabela, haría las cosas de otra forma. ¿Se trata de la común insatisfacción de los artistas? El tema bien serviría para otro viaje. Pero, a uno y otro lado del camino ya se aprecia la abundante vegetación de la Salina. El tren parece que corre sobre el agua, pues es eso lo que se ve muy cerca de la vía. Se avizora la parada final: Isabela, Concha, o el buen arte redentor, como usted desee.
Independientemente de que el ferrocarril puso a nuestra disposición gran variedad de colores, se trabajaron varias capas. Pintamos dos o tres veces encima de lo mismo para crear el efecto de una calcomanía similar a las que se usan como propaganda en diversos medios. Y al lograr eso, también contribuimos a que las posibilidades de conservación de los coches sean mejores, a retrasar los efectos de la corrosión.
Este aspecto pudiera llevarnos a contradecir a los estetas y filósofos que están en contra de los fines prácticos del arte. Moraleja: los trenes duran más si los pintan artistas. Lo que todo el mundo necesita, en primer lugar, es que el tren funcione, que los motores no sufran desperfectos, eso está claro. Pero qué bueno resulta apreciar que cerca de mil personas contemplan este colorido mural antes o después de viajar. La cifra es estimable; difícilmente la galería de arte local registra tal número de visitantes en un mes.
Creo que haber pintado el tren es una de las mejores cosas que me han ocurrido en cuanto a la vinculación del arte con la sociedad. La pintura de galería es un poco elitista, sin embargo el tren nos permite que todo el mundo aprecie lo que hacemos y pueda emitir un juicio.
Entonces, si se trata de arte para mucha gente, ¿qué línea seguir? ¿Cuáles son los temas más apropiados?
Desde el principio tuvimos en cuenta que se trataba del tren de Isabela y que Isabela es un pueblo con sus tradiciones y su idiosincrasia particular, es un pueblo de mar, de pescadores y también es el balneario de los sagüeros. El tren se usa mucho sobre todo en el verano, para ir a la playa. Los elementos del diseño están en función de eso. Los colores son vivos; usamos el amarillo, al azul, el naranja, colores cálidos….La ornamentación es muy caribeña y marinera. Hay un niño pescando, una carabela, la rosa náutica, las olas…En general se trata de un diseño noble, sencillo, aunque no banal, que no quisimos cargar con mensajes subliminales y con dobles lecturas.
La idea de decorar el tren de Isabela, o de Concha como se le conoce oficialmente a la estación donde culmina el viaje a pocos metros de la rada sagüera, contó con la luz verde del gobierno y el partido municipales. Más que eso, puede considerárseles como los padres del proyecto. Excelente idea que puede propagarse a otras esferas de la vida pública y a otras localidades sin que sucumba en los lugares comunes o los apremios empobrecedores de una campaña.
Leisbel Arias, graduado hace pocos años en la Academia de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, de Santa Clara, acumula algunas experiencias muy positivas sobre todo en la realización de performances con personajes en movimiento, pero la decoración del tren era algo completamente nuevo para él. Antes había creado obras quizá de un metro y medio de largo, pero el tren se acerca a los treinta y la altura es de aproximadamente dos metros.
Primero hice un boceto del mural yo solo. Pero luego todo se sometió a la opinión del equipo, muchachos vinculados a las artes plásticas pero con diversa formación y procedencia; por suerte había hasta uno de Isabela. Cada cual aportó lo suyo y, sobre la marcha, también se cambiaron cosas. No sé si por la falta de experiencia o porque no teníamos demasiado tiempo, muchas cosas se crearon a pie de obra, sobre todo la elección de colores….pero el resultado no estuvo mal y estoy con conforme con la coherencia del producto final.
Los trenes tienen mucho que ver con la historia de Sagua la Grande. Este pueblo no nació, pero sí se fortificó junto al camino de hierro. La comunicación eficaz con el puerto se hizo imprescindible para los sagüeros desde mediados del siglo XIX. Como escribiera Jorge Mañach Robato, el río y la vía férrea son derroteros imprescindibles para cualquier visitante que arribe a nuestra tierra. De tal manera, no nos acostumbramos a vivir sin el tren, a evitar comprobar la hora de los relojes con el silbato de las locomotoras. Y si estos, además de correr en tiempo, lo hacen con una imagen renovada, si se convierten en galerías rodantes, ¡qué bueno!
Tres meses después de haber decorado el coche motor Sagua-Concha en titánicas jornadas que apenas se extendieron por quince días y donde se empleó una veintena de galones de pintura, Leisbel y sus bisoños colaboradores, están dispuestos a seguir trabajando, ya no albergan temor alguno. Las opiniones de la gente ya son menos negativas, aunque -para bien- perdura cierta polémica. La idea de socializar el arte, más allá de cualquier dogma pseudo socialista, los llena de entusiasmo. Aunque Leisbel Arias Fernández, algo reticente a las fotos y a la conversación (como casi todos los pintores) está seguro de que, si regresara al coche motor de Isabela, haría las cosas de otra forma. ¿Se trata de la común insatisfacción de los artistas? El tema bien serviría para otro viaje. Pero, a uno y otro lado del camino ya se aprecia la abundante vegetación de la Salina. El tren parece que corre sobre el agua, pues es eso lo que se ve muy cerca de la vía. Se avizora la parada final: Isabela, Concha, o el buen arte redentor, como usted desee.
2 comentarios:
Hola amigo mío
hermoso, nutrido tu trabajo... Fue una de las cossa que me faltó en Sagua, pero como espero volver pronmto, pues popdré montarlo e irme rumbo a la irrealiad, al sueño, al mar.
He visto renovación en tu blog... BIEN... que me lo tuviste desatendido unos días
Estoy entre carnavales, festival del caribe antes, 26 de julio, al tope.. pero siempre escribiendo de esto y de lo otro..no me olvides
desde Santiago de cuba. He colgado un comentario sobre "Abelito", Si puedes, accede...
un abrazo
Reinaldo desde Santiago de Cuba
Me gusta mucho el intento que haces para que nadie olvide a esa ciudad en penumbras, entre escombros, que es también mi Sagua la Grande. La forma en que nos llevas por sus calles hasta el ferrocarril, de ahí hasta el tren de Isabela. Como en cada recodo encuentras un poquito de magia y lo publicas a los cuatro vientos, para todos los continentes con esa voz tan tuya, pero que en realidad te vuelve de todos.
Gracias por mostrar a todos la cara linda, aunque gastada de una ciudad con río.
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