domingo, 5 de octubre de 2008

A 40 AÑOS DEL FILME LUCÍA: EL ABRAZO DE UNA DIVA.

Terminó dejando su casa de Miramar para trasladarse a Santiago después de cuarenta años. Luego de haber protagonizado un clásico del cine cubano, asumió los oficios más humildes en el ICAIC. Cuando supo que Humberto Solás planeaba el rodaje de una nueva película, evitaba llamarlo incluso en navidad, para evitar comprometerlo con su inclusión el casting…¡Cuántas cosas se dicen de esta mujer!
La tengo ante mí septuagenaria y cuesta trabajo creer que sea la misma del más difundido cartel de la cinematografía cubana. Los años y los problemas de la salud han cambiado su imagen. Puede pasar inadvertida como Adelaida. Pero hay algo que la delata como Adela, o mejor, Lucía: el lenguaje. Las palabras se le desatan contundentes. Son más fuertes aún cuando las acompaña con aquella mirada que Humberto descubrió en un intrincado paraje próximo a Baracoa.
Que mi habitación estuviera muy cerca de la suya en el matancero hotel Guaima fue una suerte. Al principio la saludaba discretamente. Hasta que un día me detuve, entré… No hubo equipos de grabación que alteraran la naturalidad de la tertulia. Pero en mí mente permanecen decenas de anécdotas desgranadas con franqueza. La más criolla de todas las divas que ha conocido el cine, recuerda cómo colaboró con la lucha revolucionaria. Sólo porque era una tarea del Partido, aceptó presentarse ante aquel habanero “fino” y “blanquito” que terminó provocándole con la mayor displicencia. “A qué no eres capaz de reírte y llorar a la vez”. “Reír y llorar al mismo tiempo…qué cosa tan loca…pero, quién dijo que no….”

Primero fue Manuela y luego, Lucía, Lucía para la eternidad. Ni siquiera le bastó que, por su condición de actriz natural, intuitiva; o tal vez por envidia, trataran de sumirla en el ostracismo. Lo de limpiar el piso en el ICAIC no fue cuento, pero Adela-Lucía es una mujer corajuda, sin temores. La carrera completa de muchas actrices no vale lo que su desempeño en esa cinta, seleccionada entre las diez más importantes de la filmografía iberoamericana. Por suerte la vimos regresar hace pocos años a los sets para entregarnos una emotiva abuela en “Barrio Cuba”. Nuevamente Humberto sabía lo que hacía.
Nadie imprimiría mayor realismo a ese personaje que Adela. Hubo nuevas broncas entre el director y su actriz fetiche. Él no cesó de buscarle las cosquillas. “Nunca hemos dejado de fajarnos”, admite la Adela Legrá. La imagino por estos días extrañando tan sanos diferendos, lamentando la ausencia de su único maestro: el gran Humberto Solás. Pero la vida la destinó a sobrevivir para contar la historia de “Lucía”. Parece pura leyenda el modo en que Adelaida se convirtió en Adela. Era una guajirita, casi analfabeta. Todavía dice que no sabe escribir, aunque puedo asegurar al menos que es una ferviente lectora.
El día de la prueba de cámara, decidió ir vestida con el cabello recogido y ropa de trabajo. Pensó que evitaría acentuar sus rasgos femeninos y no se imaginaba que con tal indumentaria se acercaba aún más al prototipo de "Manuela”. Se lo escuché decir a la propia Adela. No es leyenda, y si a alguien se le ocurre pensarlo, qué importa. Las divas están rodeadas de historias inverosímiles. De tal manera se tornan más interesantes. En todo caso, si por algún acontecimiento me atrevo a colocar las manos en el fuego, fue por el abrazo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Adrián. Cuando hablaste de Humberto Solás, se me pasó comentar tu artículo. Fué a través de tí que me enteré de su muerte, algo muy triste, y una gran pérdida para la cultura y la filmografía cubana. ¡Qué bueno que tuvieras la oportunidad de conocerlo y conversar con él! Yo trabajé unos años en el departamento de diseño gráfico del ICAIC como asistente de diseñador gráfico. y lo ví de lejos unas pocas veces. Pero en aquellos tiempos imberbes, aunque oía hablar de él, mi atención estaba enfocada en otros asuntos. Eso sí, recuerdo perfectamente cuando Lucía fué estrenada en las salas de cine cubanas, y el enorme impacto que tuvo en mi intelecto y en mis emociones. La fuí a ver varias veces. No me cansaba de disfrutarla, y cada vez que la veía encontraba algo nuevo en ella. Una de las cosas que me impresionó más, desde el punto de vista estético, fue el uso del blaco y negro en cada uno de las diferentes historias: desde el uso de los fuertes contrastes de la historia con Raquel Revuelta, pasando por la rica gama de grises de la segunda historia, y la abundancia de luz (blancos y tenues grises) en la tercera. Sólo una película me causó anteriormente una impresión similar, Iván el Terrible de Sergei Eisenstein, filmada en 1944, y que era una alegoría a la era stalinista de la Unión Soviética. Eso fue en el cine Principal de Camagüey, hace muchos años atrás. Recuerdo que al final, cuando se encendieron la luces, solo quedábamos dos personas en el cine.
¡Qué interesante también que pudieras conocer recientemente a Adela Legrá (¡qué nombre tan musical!), la tercera Lucía! Indiscutiblemente un carácter de una fuerza enorme, muy representativa de la mujer campesina cubana de aquel entónces, y que supo darle a su personaje vida de una manera muy convincente. Gracias por traer este tema a colación, lo disfruté mucho. Saludos