miércoles, 15 de octubre de 2008

COLAS

Un año más de nacionalidad cubana y persiste el interés por inventarnos definiciones para lo criollo. No voy a emular con Fernando Ortiz, Lezama Lima, o Jorge Mañach. En todo caso, sería fiel al choteo que mi ilustre coterráneo plasmó en un ensayo de medular importancia. Cuba, entre tantas cosas, es país de las colas. De tal forma llamamos a las filas que se hacen para recibir determinando servicio.

Luís Sexto, uno de los grandes cronistas cubanos de la actualidad, ha escrito que el nuestro es un ritmo vertiginoso que se trasunta al caminar, al hablar. Definitivamente los criollos no somos gente de estar sentados. Nos urge una voluntad de revolucionaria aún cuando -también lo ha alertado Sexto- cierta porción de inmovilidad quiera limitar el desarrollo de la nación.

Las colas, en cambio, son signo inmovilidad. Debemos enfrentarlas con muy diversos propósitos: para obtener un documento oficial, para realizar una operación bancaria, para acceder a un medio de transporte, para entrar a un restaurante, o simplemente para comprar los productos de la canasta básica.

No digo que sean endémicas de esta área del Caribe, pero como el marabú han echado raíces en nuestra tierra. Sin sonrojo admito que la empresa socialista ha sido incapaz de poner en práctica métodos eficaces para combatirlas. Muchas veces las filas están acompañadas de una pariente bien cercana: Burocracia. “Hay que hacer una cola y ya”.

Usted llega, digamos a una agencia de pasajes como la situada cerca de la Terminal de ómnibus nacionales de Santa Clara y contempla cómo un gran número de personas esperan a ser atendidos por una sola taquilla, mientras en las restantes los empleados disfrutan la agradable temperatura que el aire acondicionado les proporciona, sin hacer nada…Y todo sencillamente porque los destinos para los que les corresponde vender no tienen igual demanda. Supuestamente, las cosas están bien ordenadas: tres taquillas distribuidas de acuerdo con el sitio a donde se desee viajar, pero una sola duplica la demanda de las otras dos. Ahí se trabó el paraguas.

En la capitalina Terminal La Coubre, donde la desinformación campean por su respeto, es preciso realizar una enorme fila para inscribirse en la lista de espera de los ómnibus. Los ventanillos también estaban distribuidos por destinos. A varios metros de distancia podían divisarse los carteles: Ventanilla 1, Ventanilla 2, Ventanilla 3…Pero al acercarme pude notar lo desconcertante: las taquillas 1 y 2 se bifurcaban en una sola, había un solo ventanillo. ¡Qué manera tan insólita de burlar al usuario! En vez de cuatro sólo había dos taquillas…A veces el viajero puede tardar más tiempo en anotarse en la consabida lista, que en espera de que aparezca algún ómnibus con capacidades para el sitio a donde desea trasladarse.

Los cubanos nos hemos acostumbrado a aceptar las colas con cierta cuota resignación y, pasivamente, dejamos escapar una de las cosas más preciadas que podemos gozar: el tiempo. Minutos y horas se han ido, a veces, esperando por un simple cuño.

Reconozco que aludir a las colas en vísperas del Día de la Cultura Nacional puede resultar una visión irreverente de la cubanidad. Pero tales aglomeraciones han motivado chistes y anécdotas. Conozco a más de una pareja cuyo amor ha surgido precisamente en una cola. El gran Bola de Nieve podía hablar mucho de su amor por la patria. Pero cuándo en una ocasión se le pregunto si estaba dispuesto a abandonar a Cuba, prefirió responder con displicencia: “Nada de eso, extrañaría la cola del pan”. Aludía a las filas que se formaban en una panadería cercana al restaurante Monseñor, que fuera por mucho tiempo escenario principal del destacado artista en La Habana.

Yo también me quedaré, pero si las colas desaparecieran o por los menos disminuyeran, no sentiría el más mínimo desconcierto. Como tantos otros cubanos, dispondría de más tiempo para dedicarlo a los empeños buenos y útiles que la nación requiere. Entonces, aún arriesgándome a no ser original, hablaría de los tantos y originales elementos que distinguen a los nacidos en esta isla del Caribe.

1 comentario:

Reinaldo Cedeño Pineda (EL POLEMISTA) dijo...

Amigo mío:
He hecho colas, colitas y colonas, Tengo amigos de tanto coincidir en las misma colas, en la de la guagua por ejemplo. También, te he tenido peleas en las mismas colas, por aquellos que quieren ser los primeros cuando acaban de llegar y se te ponen delante como si fuera su casa... Una de las más curiosas colas que he visto es la cola de las piedras.. no sé allá en Sagua, pero cuando se vendía luzbrillante, keroseno, como se diga... aquellas piedras eran toda una metáfora popular. Cada una equivalía a una persona. Las piedras evitaban la permanencia física. Era una advertencia, un grito: oye estoy aquí. Recuerdo una cola ya hace años para comprarme un par de zapatos para año nuevo. Descomunal, apoteósica, una gran masa bamboleante de aquí para allá, pero yo quería comprarme mi par de zapatos, y lo logré. Fue una cola antológica en la casa de la amistad tanto que la he guardado, porque me sentí... un héroe de las colas. Y qué me dices de las colas para rectificar pasajes? De las rectificaciones a las doce de la noche y las seis de la mañana? Una vez en La habana para volver a santiago, tuve que mandarme varias colas de medianoche y de mañanita. Son la scolas malditas con sus respectivos coleros. Recuerdo también, en pleno período especial una cola para comprar hamburguesas: era kilométrica, nutrida como un río crecido que tenía numerosos afluentes. Una cola de miedo, porque a todos nos daba miedo que se acabaran las hamburguesas. También hay coals culturales comola sde las Ferias del Libro o las del cine. Las del festival del Nuevo Cine latinoamericano, son hermosas, porque al fin son el deseo de los cubanos de ver cine, pero noe s tan fácil, porque no es la fila india, sino la "fila cubana"... de 20 en fondo. Pero la cola de cvine ma´s grande de mi vida ha sido para ver "Alicia en el pueblo de maravillas", uan película que algunos maldijeron. Fueron nueve horas de cola en le Cine Cuba, en la famosa calle Enramadas.. Perdona amigo no puedo seguir, tengo una cola de colegas en la computadora...