sábado, 2 de agosto de 2008

CONDICIÓN DE MONUMENTO NACIONAL AL CENTRO HISTÓRICO DE SAGUA LA GRANDE: RETOS PARA SALVAR A LA TACITA DE PLATA.



Cuando nos referimos a la condición de Monumento Nacional, de acuerdo con preceptos de la Comisión Nacional de Monumentos encargada de otorgarla, los cubanos hablamos de centros históricos urbanos y de todo tipo de construcción, sitio u objeto que, por su carácter excepcional, merezca ser conservado gracias a su significación cultural, histórica o social.
En realidad son pocos los centros históricos que ostentan esa condición. Sagua la Grande pudiera sumarse a la selecta lista si cumple con los requerimientos que exige la Comisión Nacional de Monumentos. De conseguirse sería un supremo acto de justicia para con uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes del eclecticismo en Cuba y se reconocería a una etapa de las construcciones todavía poco conocida en el país: la que comprende la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente.
La patria chica de Lam posee varios edificios de extraordinario valor monumental. Es posible encontrar referencias a la antigua Casa del Conde Moré, el Casino Español, el Palacio Arenas y la Iglesia Parroquial en no pocos manuales de arquitectura. Ello, sin desestimar la representatividad de la arquitectura vernácula, con exponentes de viviendas de madera aún en pie a pesar de la poca perdurabilidad del material.
La importancia de obtener el anhelado atributo se acrecienta si tenemos en cuenta que ninguna de las edificaciones mencionadas posee si quiera el título de Monumento Local. Actualmente sólo dos inmuebles de la ciudad se distinguen como Monumento Nacional y Local, y no precisamente por su valor arquitectónico: la casa natal del maestro Manuel Ascunce y la del pintor Wifredo Lam. Existen otros, por su importancia histórica y cultural merecen la protección de la Comisión Nacional de Monumentos, como la estación ferroviaria y el puente El Triunfo; por cierto, ambos con bastantes signos de deterioro en estos momentos.
Un equipo de expertos de la Oficina de Monumentos de la Villa del Undoso, creada hace no mucho tiempo, ya ha inventariado las edificaciones del centro histórico; paso fundamental para obtener el visto bueno de la Comisión Nacional. De acuerdo con el dictamen realizado por especialistas de ese órgano que visitaron a Sagua en las postrimerías de julio, ahora el equipo que integran Arelys Fernández y Pablo Castro, entre otros arquitectos, deberá reflejar con mayor precisión qué criterios históricos y arquitectónicos justifican los límites del centro histórico. Los estudiosos locales consideran que el área de protección se extiende más o menos desde el río hasta zonas de la calle Máximo Gómez, incluyendo la estación, el colegio y la capilla de Los Jesuitas; y de norte a sur desde Luis Mesa hasta General Lee. Sin embargo, otros conocedores de la historia local consideran que debe incluirse al menos una porción del barrio Cocosolo, cuyo surgimiento ocurrió en el siglo XIX. Incluso en documentos de la época es posible encontrar disposiciones gubernamentales donde se habla a edificaciones comprendidas en la Calle Real de Colón “de puente a puente”. Se alude al viaducto Príncipe Alfonso, todavía activo y al de Isabel Segunda, sepultado por el relleno muy cerca de la actual calle General Carrillo.
De acuerdo con fuentes de la Dirección Municipal de Cultura, el equipo de Monumentos de la Villa del Undoso, deberá contemplar en el expediente para el otorgamiento del título de Monumento Nacional al centro histórico, una serie de acciones de conservación y rehabilitación. Diría que este es el más importante de los señalamientos formulados por los especialistas capitalinos, pues resultan evidentes los signos de deterioro de edificaciones de gran valor patrimonial como el hotel Sagua y La Villa de París. En tal sentido la labor de las instituciones estatales se torna indispensable. El gobierno deberá colaborar con recursos materiales indispensables y, además, tendrá que fomentar una conciencia protectora de los inmuebles en la población y en las entidades bajo su mando.
Cualquier recorrido por la ciudad permite descubrir cómo diversas empresas y organismos han realizado modificaciones en edificios de valor patrimonial sin tener en cuenta los dictámenes y las propuestas de las autoridades capacitadas para ello. En la residencia colonial de la calle Colón donde radica la Dirección Municipal de Salud y en la casa de Martí entre Calixto García y Carmen Ribalta que alberga a las dependencias del INDER (Dirección de Deportes). Tales desatinos deben cesar, especialmente en las entidades del Estado, que son las principales que deben respetar las disposiciones urbanísticas.
Entre las ideas más revolucionarias para preservar el centro histórico se encuentran los pasos previos para la construcción de una carretera circunvalante que contribuya atenuar daños especialmente al sistema de alcantarillado, justipreciado no sólo por su función esencial, sino también porque es uno de los más antiguos de Cuba.
Espero que, más temprano que tarde Sagua la Grande logre sumar su centro histórico a la lista del Patrimonio Nacional. Pudiera ser antes de 2012, año del bicentenario de la fundación de la ciudad. Pero tal distinción no será la varita mágica que salve de la desidia a algunas de nuestras edificaciones. La labor salvadora debió iniciarse hace mucho tiempo. Si no pueden reconstruirse de momento todos los inmuebles que lo requieren, habrá que empeñarse al menos en acometer acciones de conservación o en frenar el deterioro. Qué no ocurra como con la estación ferroviaria a la que, sin restañarse los principales daños, se le pintó la fachada principal en vísperas del nueve de abril y hoy todo lo demás está igual, o peor. No queremos que los visitantes de tiempos futuros vengan a Sagua a apreciar ruinas. Para eso ya está el Partenón, o el Coliseo Romano. Como lo soñaron Juan Caballero, Joaquín Fernández Casariego, Enrique Canut Casals, Carlos Alfert y tantos otros ilustres antepasados, necesitamos que la ciudad permanezca lozana, hermosa, que -como escribiera Jorge Mañach Robato en sus emotivas crónicas- continúe siendo una “Tacita de Plata”.

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