viernes, 8 de agosto de 2008

LA TELEVISIÓN Y YO

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La señora parecía que iba a abalanzarse sobre mí cuando descendí los peldaños del antiguo City Banck, en Sagua la Grande. “Es él”, le oí susurrarle a una joven que la acompañaba. "No soy yo", contesté con tanta agilidad que la buena mujer apenas tuvo tiempo de pasar de la sorpresa a la pena. Pero para mí aquello no era nada nuevo. Frecuentemente me han confundido con un conocido periodista de la televisión local.
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Recuerdo a la señora del taxi; hace muchos años, que pregunto si estaba bueno un dulce que no recordaba haber probado... Le seguí la corriente con amabilidad, trataba de atribuir el olvido a mis despistes habituales. “Sí”, afirmé cuando me pregunto si iba para la emisora. Pero inmediatamente indagó por “mi abuela Dulce”. Me costó mucho trabajar comprender la confusión de la anciana. La dinámica de trabajo que caracteriza a la emisora, no me había permitido conocer al informativista de marras, entonces recién incorporado a la planta.
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Casi todos aseguran notar un parecido entre nosotros, excepto los protagonistas de la historia. Quizá sea por la talla, por el color de la piel, o sabes Dios por qué. Yo pienso que se debe esencialmente a que tenemos intereses profesionales semejantes. Y eso que ni siquiera trabajo en la televisión. Pero, ¡qué poder tiene ese cajoncito! A veces salgo con mi pequeña cámara Fuji a hacerle fotos a cualquier cosa y en seguida aparece alguien que grita: “Fílmalo, fílmalo para Saguavisión.
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Más que por su carácter jocoso, plasmo aquí las anécdotas con la intensión de hacer reflexionar a mis lectores acerca de la influencia que tienen los medios, esencialmente la televisión, en el mundo de hoy. Paradójicamente, las propuestas de la televisión logran descender a planos realmente banales más que cualquier otro medio de expresión artística.
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No pretendo satanizar un medio de expresión que me interesa mucho explotar profesionalmente. Lo que sucede es que la manipulación, o mejor, la mala manipulación de las imágenes puede dar al traste con las buenas ideas que un periodista pretendía plasmar en su reporte. El trabajo de equipo en la televisión tiene un peso muy grande. Veamos el ejemplo contrario, también en relación con la noticia: un periodista muy malo sale a la calle para preparar un reporte. El camarógrafo, acostumbrado ya ese tipo de ese ejercicio, le busca los veinte o treinta planos que necesita. Luego el editor se encarga de dar forma a la historia. Y qué hace el periodista. Colocarle la voz en off a unos cuantos textos para llenar un minuto y medio en pantalla.
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Pero no existe producto televisivo, al menos en el contexto latinoamericano que las telenovelas, herederas directas de las radionovelas. Desde que a Félix B. Caignet intuyó que podía paralizar al país con la historia de un joven médico blanco que había sido criado por una negra, los empresarios comprendieron que estaban “hechos”. Y hoy millones de personas siguen las telenovelas ya no en Méjico, o Cuba. En Rusia, la India o China. Hasta Gabriel García Márquez le prodigó elogios.
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De todos modos, no estoy seguro de que el Gabo disfrutaría las que ahora pasa nuestra televisión: la extranjera y la “hecha en Cuba”. Quizá en algún momento deba detenerme a analizar los dividendos artísticos de la segunda que, en definitiva, es la que más nos debe interesar a los criollos. Por lo pronto, valgan a manera de adelantos estas cuatro preguntas: ¿Es cierto que en nuestro país nos la pasamos analizando los problemas personales en el centro de trabajo? ¿Cuán real es que a los trabajadores de las instalaciones comerciales les venden los productos dañados? ¿Es cierto que todos los homosexuales tienen relaciones heterosexuales alguna vez? ¿Todavía hoy “ingresan” a los portadores del VIH en sanatorios?
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¡Mire que cosa! Comencé con una anécdota acerca de la televisión pueblerina y acabé llegando a las telenovelas. De la televisión los cubanos casi siempre tenemos algo que comentar y los encargados de tender a la luz opiniones, debemos hacerlo sin cortapisas, que en definitiva nos falta mucho para lograr que las propuestas de la pantalla doméstica resulten tentadoras. Los espectadores precisan consumir programas que sean realmente competitivos. Por supuesto, no es preciso a que apelen a sórdidas recetas capitalistas para ganar seguidores, pero el espectáculo televisivo en la televisión cubana, con todo y sus cinco canales, atraviesa una seria crisis.
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Por otro lado, la existencia de medios para la producción de programas en disímiles rincones de la geografía insular, debe ser aprovechada en aras de obras ajenas a los cánones estéticos dictados desde La Habana, productos que realmente evidencien un matiz comunitario. En tal sentido, el nivel de lectura de los espectadores rebasará los límites de la a veces simple identificación con determinado personaje, para propiciar una apropiación crítica del mensaje.
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Anuncio nuevas entradas sobre estos asuntos. Ahora debo irme, tengo curiosidad por saber cómo transcurrirán hoy las relaciones de Keila y Javier, los jóvenes protagonistas de la telenovela nacional que pasa el canal Cubavisión. ¿Le pareció que la televisión y yo somos enemigos?
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3 comentarios:

Yoel Rivero dijo...

No sé si la televisión y tú son enemigos, pero dentro de ella también tienes amigos, aún cuando no haces todo el esfuerzo por merecerlos.

Yoel Rivero dijo...

La televisión siempre va a ser una buena amiga sin pedir nada, pero nos toca a muchos hacer de ella, sobre todo la de aquí, una amiga para muchos más.

Adrián Quintero Marrero dijo...

Yoel:

Agradezco tus breves comentarios. De antemano te digo que espero seguir contando con ellos. Pero, para ser consecuentes con la verdad, debo aclararte que en esa entrada digo que me interesa "profesionalmente la televisión", por tanto no puedo considerarla enemiga. Claro, en ella, como en todo, hay cosas malas. Confío en gente con deseos de trabajar como tú que, dentro de ella, la harán mejor...Y quizás, nosotros, los espactadores, podamos ayudar en algo. Recordando a Eco, no soy ni "apocalíptico ni integrado", sino ambas cosas. En cuanto a la televisión de Sagua la Grande, no vertí ninguna opinión sobre ella. La anécdota inicial es una anécdota, nada más. Tengo mis opiniones, por supuesto, pero no me parece nada pertinente usar el blog para eso. Aquí trato asuntos más "universales" pues, muy a mi pesar...en Sagua sólo nos leemos nosotros mismos. Le hablaría a la mayoría de mis lectores de algo que no conocen. Y sí, tengo amigos en la televisión. Tú me lo corroboras con tu sinceridad. Tengo algunos amigos en la televisión de aquí y la de otros lugares. Jamás olvidaré tal cosa.