sábado, 30 de agosto de 2008

a propósito del huracán Gustav, CONSIDERACIONES SOBRE EL ESPECTÁCULO INFORMATIVO EN LA TELEVISIÓN CUBANA


Un amigo me dijo que en Cuba sólo existen dos motivos para propiciar un espectáculo mediático: las Olimpiadas y los huracanes. De las transmisiones deportivas no tengo mucho que decir. Ni siquiera las sigo asiduamente, aunque tengo la impresión de que a los cubanos nos ha ido mucho mejor televisando tal actividad. La cobertura de los ciclones es otra cosa.

El sarcasmo inicial pudiera suscitar disímiles interpretaciones. No dudo que alguien llegue a acusarme de desestimar los esfuerzos que hace el estado cubano por proteger al pueblo y a la economía ante el azote cada vez más creciente de fenómenos naturales. Pero este comentario sólo tiene el propósito de analizar la pericia del Sistema Informativo de la Televisión Cubana.

Toda propuesta televisiva, por más seria que resulte, entraña un carácter artístico. No concibo al medio de otra forma. Sus propósitos informativos y orientadores no contradicen el carácter de espectáculo que la modernidad impone. Es cierto que, a fuerza de fisgonear en la vida privada de la gente y de aprovecharse de cualquier nimiedad para ganar público, la televisión capitalista ignora presupuestos éticos inviolables. Pero es posible que, demasiado interesados por no caer en desatinos, los cubanos hayamos puesto al alcance de nuestros espectadores una televisión carente de atractivos. Justamente nuestros noticieros se encuentran entre los espacios más limitados artísticamente.

Son múltiples las causas. Abarcan desde la falta de competitividad (se trata de la única fuente de información), hasta las limitaciones tecnológicas y la ausencia de equipos de producciones capaces de velar por todos los detalles que inciden en la eficacia del producto final. La producción abarca aspectos tan diversos como la misma selección del vestuario adecuado para quienes aparecen en cámara. Pero hay un aspecto aún más importante: la preparación de esos profesionales, especialmente de periodistas y locutores.

La programación especial que dio cobertura a las incidencias relacionadas con el azote del huracán Gustav, me permitió constatar cómo hasta en los trabajos previamente editados los reporteros y corresponsales del Sistema Informativo de la Televisión Cubana incurrieron en desaguisados imperdonables para un profesional de la palabra.

Una joven reportera del Canal Habana insistentemente se refirió a un árbol destrozado por el viento como “la mata”. Y todavía me pregunto qué trascendencia tenía reseñar la caída de la planta. No se trataba de la Ceiba del Templete ni mucho menos. Además “la mata” en cuestión, casi un arbusto, de acuerdo con el testimonio de un vecino ya estaba dañada. Por otro lado, la falta de inmediatez lastra la credibilidad de nuestros informativos. ¿Por qué retrasmitir una intervención del meteorólogo José Rubiera 15 o 20 minutos antes de salir al aire otra en vivo con información actualizada?

Durante la dilatada transmisión de la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión la locutora tuvo que hacer una descripción de varios planos sin editar sobre los daños provocados por el meteoro en la Isla de la Juventud. No siempre he estado de acuerdo con aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”, pero en este caso hubiera preferido prescindir del torpe discurso de aquella conductora, apropiada para leer lo que en tiempos normales aparece tras el cristal de un telepronter, pero no para asumir una transmisión tan compleja como aquella. Apunté entre sus frases más elocuentes esta: “Ya se está tomando todo lo necesario para aplicar la recuperación”.

Amigo mío, no piense que soy un purista del idioma y que intento que se hable con absoluta propiedad en cada momento. No, si lo que se está diciendo suena creíble, si se nota que lo dice una persona sabia. Siempre lo perdonaré a un Julio Acanda que no tenga la mejor dicción del mundo o que no posea un timbre tan eufónico como el de Rafael Serrano. Claro, si se conjugan ambas cosas: conocimiento y correcto uso del idioma, es mucho mejor.

La calidad de un comunicador se pone a prueba cuando debe hacer frente a los “problemas técnicos” comunes en estos casos: pases en vivo que no se producen, falta de fluido eléctrico, señal que se cae, etcétera. Es penoso que los televidentes sorprendan a la conductora del Noticiero encogiéndose de hombros porque no sabe qué hacer en un caso de este tipo.

Los periodistas, demuestran escaso fogueo en transmisiones especiales e intervenciones en vivo. Es posible que la propia dinámica de la televisión cubana, tan dada a los “reportes enlatados”, sea responsable. Aunque la pobreza de vocabulario evidenciada por varios de nuestros informativistas evidencia que su preparación de debe crecer.

Valdría la pena tener en cuenta como ejemplo positivo el de Arleen Rodríguez Derivet, profesional con gran experiencia en diversos medios y por demás con un rostro apropiado para la televisión (que eso aunque parezca pedestre también es importante). Durante la Mesa Redonda del sábado 30 de agosto logró entablar muy buenos diálogos con sus panelistas e invitados, que en ocasiones se hallaban muy lejos geográficamente y tensos por el fenómeno natural que enfrentaban. Aún así le fue posible hilvanar palabras de aliento y hasta trató de sacar a flote el lado más humano de meteorólogos y dirigentes que enfrentaban al sueño y al cansancio en circunstancias complejas.

Los mencionados “problemas técnicos” fueron sorteados serenamente por Arleen en momentos como el de su conversación con el doctor José Rubiera. Vaya, que el suyo no es periodismo sensacionalista y sí aportador, serio y hasta ameno. Pudiera servirle como ejemplo positivo a tanto aficionado que pulula ante las cámaras y a los directivos y productores de la Televisión Cubana que al parecer han perdido la capacidad para discernir entre lo que es bueno y lo que no.

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