jueves, 16 de octubre de 2008

SAGUA LA GRANDE: LA OTRA CIUDAD DE LOS PUENTES

El hombre sintió la necesidad de llegar a la otra orilla, de averiguar que había más allá. Entonces ideó el puente para que el río dejara de ser derrotero. El puente, más que mera obra de ingeniería, me ha parecido prueba del afán humano por establecer lazos, por comunicarse.

Hay personas capaces de tender uno a cada paso, mientras otras limitan la posibilidad del encuentro. Elogio a quienes, además de favorecer la unión de voces de ideas, dieron forma a la piedra o al hierro para tender los puentes que hoy respiran en la ciudad. Algunos están a la vista sólo parcialmente, o incluso, no están; pero tal vez todavía latan bajo los pasos agitados del caminante.

Sagua la Grande es también ciudad de los puentes. Quien escribe no pretende quitar el cetro a la hermosa Matanzas. Apenas a un solo le hemos concedido cetros y sellos postales; pero ni siquiera el arrollador talaje de El Triunfo, resta garbo a la estructura de piedra del puente Príncipe Alfonso. No porque el arroyo de Contreras, o de la Tenería, con el tiempo pasara a ser tan sólo “El estero”, ha desaparecido la brillantez del viaducto, idea de un hombre que no por representar de la metrópoli, limitó el abrazo con los sagüeros: el teniente-gobernador Joaquín Fernández Casariego.



El puente Príncipe Alfonso, nombrado así de un honor del vástago de Isabel II, con tres arcos y 160 años sobre sus piedras, conserva las barandillas de fina herrería y bancos adosados que facilitaban el reposo del caminante.

Cerca de allí, el cineasta Humberto Solás filmó algunos planos del documental “Wifredo Lam”, donde el célebre pintor aseguraba que el entorno del puente era uno de sus sitios predilectos durante la Sagua de principios del siglo veinte.

Al otro lado de la ciudad desaparecía la posibilidad de lo ignoto para la calle Real de Colón gracias a otro puente que cruzaba sobre un arroyo ya inexistente, cerca del sitio donde se hallan los edificios delimitados también por General Lee y Solís. Tenía el nombre de la soberana española. Los sagüeros de hoy no asocian a Isabel II con puente alguno, pero es probable que la estructura pétrea del viaducto yazca bajo sus pasos en “Real de Colón”.

Pero el más antiguo puente de Sagua la Grande, de tan modesto, pasa inadvertido para casi todo el mundo en la calle Clara Barton. Apenas una mansa cañada corre por debajo de la única luz que permaneció a salvo del relleno en la antigua calle Progreso. Algún tipo de reconocimiento oficial, como el de Monumento, merece el puentecillo, considerado la primera obra de utilidad pública de que se tiene noticia en Sagua. Permitió que “Isla verde” dejara de ser prisionera del arroyo y del río; y facilitó el tránsito de los sagüeros de la primera mitad del siglo XIX hasta “La chorrera”, considerado el sitio ideal para proveerse de agua en el río. Entonces el líquido era más que preciado en la Villa del Undoso.

EL RETO IMPUESTO POR EL UNDOSO.

Más dilatada y compleja es la historia del puente El Triunfo. Constituyó preocupación de los sagüeros fundadores salvar el abismo trazado por el Undoso. Pero por mucho tiempo tuvieron que valerse de botes, andariveles y otros artilugios. Fue en las postrimerías del siglo XIX cuando, urgidos por la contienda bélica, lograron hacer realidad el viejo anhelo. El alcalde Marcelino García se encargó de defender una moción para edificar en 1895 lo que se conocería como “Puente Militar”, que no fue El Triunfo.

Se trataba de una gran armazón de madera con varias columnas que el río se resistió a tener plantadas sobre su lecho por mucho tiempo. En la primera crecida se fue a bolina el Militar, para dar paso a un puente mucho más sólido. Inaugurado el veinte de mayo de 1905, lleva el nombre de El Triunfo en conmemoración de la entrada victoriosa de las huestes del general José Luis Robau por ese sitio luego de concluir la Guerra.

Según información aportada por el investigador Juan de las Cuevas en su libro “Quinientos años de construcciones en Cuba”; las obras -dirigidas por Jorge Agramante, ingeniero jefe de la provincia de Santa Clara- se iniciaron en noviembre de 1903. La misma fuente aporta datos interesantes sobre esta obra de ingeniería, devenida símbolo de la ciudad: la estructura de 68 metros de largo descansa sobre estribos de hormigón hidráulico y el piso original era de tablones de madera que se sustituyeron por rejillas de acero en los años cuarenta.

El puente del Triunfo, haciendo honor a su nombre, ha conjurado la fuerza del río para salir ileso de varias inundaciones. Es cierto que sus días parecieron estar contados cuando en 1986 un vehículo pesado quebró su pavimento. Hubo quien pensó que podía sustituírsele por otro más moderno. Mas el pueblo decidió la permanencia de este venerable coterráneo. Hoy el “Brooklyn minúsculo”, como la denominara Jorge Mañach, espera por una imprescindible reparación, pero persiste en su voluntad de propiciar abrazos de uno y otro lado del río.

1 comentario:

Anónimo dijo...

necesitaos nuevos puentes. es muy triste que una ciudad con mas de 70 000 habitantes, tenga solo 2 puentes y uno roto. el problema de incomunicacion es grande. aunque ya estemos acostumbrados a vivir con el. no se hiso en su momento y ahora es 100 veces ma dificil por la situacion. pero deberia ser algo prioritario en la agenda municipal.