Roberto Reyes, laureado realizador de programas de la emisora Estereocentro, en Santa Clara, envió el siguiente mensaje con aportadores puntos de vista sobre varias entradas:
Amigo:Tu blog está cargado de lucidez, una ''sustancia'' que es escasa en estos tiempos y que tú asumes como tu segunda piel. Créeme que, al leerte, siento envidia sana por tu manera de mantenerte aferrado a tu tierra sagüera, a la Villa del Undoso, para sacar a flote sus manquedades y destellos. Siempre he soñado poder hacer lo mismo con el pueblo donde nací, Palmira, y adonde soy capaz de regresar si inauguran una emisora y me invitan a trabajar en ella.En uno de tus comentarios, no recuerdo ahora cuál, afirmas que ''ni la radio ni la televisión ofrecen tantos espacios favorecedores de la polémica, a pesar de que las maneras de hacer pueden ser diversas''. Es cierto, pero esa es tan solo la punta del iceberg, porque las razones son numerosas. Entre ellas está la falta de cultura del diálogo, porque aun no estamos preparados para emitir criterios, respetar el ajeno o incertarnos en una polémica sin herir a nuestros interlocutores.
Por si fuera poco, también hay barreras casi infranqueables en ambos medios. Por ejemplo, entre quienes tienen la responsabilidad de aceptar o rechazar nuestros proyectos de programas existe la idea errónea de que la radio es música, siempre música, y si hay conversación, diálogos o comentarios deben ser breves. Es como si estuviéramos marcados por el espíritu MTV, que es dinamismo a toda costa, banalidad al por mayor y energía desbordante. Se olvida que gracias al lenguaje los seres humanos hemos llegado a ser lo que somos. Otro problema latente, tanto en radio como en televisión, es el temor enfermizo a la polémica.
Nadie quiere recibir un criterio negativo, tan solo estamos abiertos a los elogios. Las consecuencias están a la vista y basta recordar un hecho al que tú haces referencia, la desaparición del programa televisivo “La columna”, de Rufo Caballero. Y aquí llegamos al centro de la diana, o al menos rozamos sus márgenes, porque ese espacio y otros han desaparecido por la acción de personas que deciden qué sale al aire en nuestros medios y qué debe ser barrido sin dejar huellas. No nos engañemos, algunos de los funcionarios responsables de las programaciones en nuestras emisoras de radio y televisión le temen a la polémica, a los temas calificados de ''escabrosos'' y, en general, al arte auténtico. Sin ir más lejos, ahí está el silencio al que han sometido, en cierta emisora, el álbum ''Catalejo'' de Buena Fe, un hecho al que le dedicaste un interesante comentario. Es la historia confirmando su eterno movimiento en espiral, porque hace pocas horas el espacio La mesa redonda transmitió un documental que se refería al viaje de Silvio Rodríguez en el barco ''Playa Girón''. Y vaya qué curioso: el trovador dijo que había sido prohibido de la radio y televisión cubanas porque, durante aquellos años, los dirigentes de esos medios calificaron de ''contrarrevolucionarias'' algunas de sus canciones.
Y como de ''revolucionar'' se trata, siempre apuesto a quienes eligen ese verbo para enfrentarse a la vida. Por eso estoy a favor del canto de Buena Fe, Silvio o Santiago Feliú, y de comentarios como el que hiciste titulado ''La ciudad subterránea. Sexualidad de las márgenes''. Solo que, esta vez, te percibo marcado por ciertos prejuicios, como cuando afirmas ''pero esta, por obra y gracia de quienes así lo han querido, sigue siendo el área gay durante las fiestas populares''. Mi amigo, dudo que alguien haya asignado ese u otro sitio para la comunidad gay. Evitemos ser suspicaces y aceptemos que esas personas eligieron esa área al igual que hubieran podido hacerlo con cualquier otra, incluso a un costado de la plataforma principal del Sandino. Santa Clara en ese aspecto no se parece a ningún otro municipio y hasta por nuestro parque central, Leoncio Vidal, se pasean los travestis sin provocar el más leve asombro de quienes los ven. También afirmas que esos sitios en los que se reúne la comunidad gay ''pertenecen a las márgenes, no forman parte del programa de carnaval anunciado por la radio y la televisión locales''. Y yo me pregunto ¿para qué es necesario ese protagonismo que reclamas? ¿para qué esas fanfarrias y vítores?.
Si comenzáramos a tratar a los gays como un gremio, entonces sí estaríamos marginándolos, colocándolos en una parcela bien delimitada. Sin embargo, lo que ahora sucede es más orgánico, fluye con más armonía para la sociedad, porque esos homosexuales son aceptados y hasta aplaudidos cuando se les ve en muchas carrozas y comparsas de nuestro municipio. Eso es aceptación, amigo. Sospecho que tu opinión está saturada por la visión de un visitante, porque los santaclareños, en ese tema, estamos viviendo otras circunstancias.
Tan solo te hago dos anécdotas que pueden ilustrarte nuestra realidad: Hace alrededor de un mes me dirigía a la casa de una asesora para entregarle un guión y me acompañaba una señora cercana a los sesenta años. En el portal de una pescadería dos hombres se besaban en la boca y el comentario de mi acompañante fue ''oye, el más chiquito tiene que alimentarse más, porque el viento se lo va a llevar''. Ella no mostró ni es el más mínimo gesto de asombro, ni agregó ningún comentario despectivo. La segunda anécdota tiene como protagonista al esposo de una amiga. El hombre salió de casa de sus padres para encontrarse con su esposa que lo esperaba para hacer una visita. Al acercarse a una esquina en penumbras vio a dos hombres juntos y temió que fueran a atacarlo para robarle. Pero como no tenía otra opción que pasar por ahí para llegar a donde iba, se detuvo durante cinco largos minutos. Las miradas se entrecruzaban y la atmósfera se hizo tensa. El esposo de mi amiga decidió entonces arriesgarse y pasar, listo para coger una piedra o salir corriendo. Pero al rebasar ''la zona peligrosa'' y mirar para atrás se dio cuenta de que los dos hombres simplemente estaban esperando que él pasara para abrazarse y entregarse a las caricias. El esposo de mi amiga decía después en broma que la próxima vez pregunta si están en plan de delincuencia o de amores.
Lo que quiero ilustrarte es que en esta ciudad casi nadie se escandaliza con la homosexualidad y la mayoría ha pasado de la tolerancia a la aceptación. Por supuesto que hay cosas que deben enmendarse, pero tu comentario ''La ciudad subterránea. Sexualidad de las márgenes'' me pareció alejado de la realidad santaclareña. Y a propósito de tus palabras finales, sospecho que la comunidad gay de esta ciudad busca el ''silencio'' y la ''oscuridad'' durante los carnavales como mismo lo hacen los heterosexuales, y también, al igual que estos, asume ''riesgos'' y sufre ''temores''.
Saludos, Roberto
1 comentario:
Estimado Adrián, ¡qué bueno el comentario de tu colega Roberto de Santa Clara! Su análisis de los problemas en los medios de difusión es muy acertado, sobre todo en lo que se refiere al temor que produce en los funcionarios que los dirigen cualquier cosa que pueda provocar polémicas, y que no es otra cosa que el instinto de conservación frente a la posible pérdida de sus posiciones a causa de alguna de ellas. No creas que esa un asunto único en los medios de comunicación cubanos. Aquí en los Estados Unidos el problema está presente también, lo único que su dinámica está determinada más que nada por las leyes del mercado. Pero en el fondo es lo mismo, miedo a la polémica, al levantamiento de ronchas que puedan perjudicar u ofender a un grupo político, una corporación económica poderosa, un sector religioso influyente, etc. Ese tipo de fenómeno ocurre en todas partes, con más o menos intensidad y posibilidades de esquivar de acuerdo a las condiciones del lugar y los recursos poseídos. La censura está presente aquí también, lo único que las motivaciones, el modo que se presenta, el alcance y las modalidades de su manifestación tienen fundamentos muy complejos y variados. Afortunadamente, el sistema también genera individuos, organizaciones e instituciones que contrapesan esos problemas con soluciones donde la calidad y la seriedad profesional encuentran viabilidad de expresión con gran libertad creativa, y lo que es más importante, apoyo económico. Porque, mi amigo, sin un respaldo que financie esos esfuerzos, no se puede producir nada, aunque haya la mejor de las intenciones. En cuanto a los medios de difusión, existen aquí dos organizaciones básicas que llevan a cabo ese tipo de trabajo: PNR (Public National Radio) y PBS (Public Broadcasting System, en el campo de la televisión). Ambas tienen el apoyo del estado, así como grupos económicos importantes e identidades filántropicas de todo tipo. Pero lo más importante es el apoyo del público, que a través de campañas muy inteligentes organizadas periódicamente por los organismos centrales y las emisoras individuales asociados a ellos, recaudan dinero y ofrecen trabajo voluntario (si, realmente voluntario y desinteresado) que suplementa de modo muy importante sus ingresos monetarios. Gracias a todos esos factores, pueden crear programas de muy alta calidad, donde se tocan temas de todo tipo que no emisora, o compañía comercial jamás se atrevería a ir por miedo a que alguien (persona, partido político, corporación, grupo religioso, etc.) se ofendiese y los boicoteara. En cuanto a lo que habla con respecto al modo de manejar el asunto de la homosexualidad, pienso que tu amigo está muy claro. Hay que pasar de la posición de desear que nos toleren, al de que nos acepten tal y como somos les guste o no. Y como él dice, como en todo en la vida (incluso para los heterosexuales) eso implica tomar riesgos y sufrir temores, que son normales, pero que hay que vencer para crecer. Sigo con estusiasmo tus escrito como siempre.
Un abrazo, Pablo.
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